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6.9
17,419
1
9 de noviembre de 2024
9 de noviembre de 2024
88 de 152 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué esperas de una película que se vende como una “anti pretty Woman”, una celebración del empoderamiento femenino, una “vuelta de tuerca a la comedia romántica”. Una película premiada con la Palma de Oro que, dicen, apunta a los Oscar. Desde luego, no salir de la sala con ganas, literales, de vomitar, tal es la misoginia y la violencia contra las mujeres que desprende esta supuesta “obra de arte”. Llegar después aquí y leer las críticas inflamadas de decenas de hombres de la que, por otro lado, no deja de ser una ¿comedia? de una calidad cinematográfica más que mediocre ha sido, sencillamente, devastador. Desarrollo en detalle.
La primera hora de metraje es, llanamente, pornografía disfrazada de “arte”. Las escenas sexuales son abundantes y explícitas. La mirada es, como siempre, masculina, pero en este caso el tratamiento de la mujer es tan extremadamente cosificador que cruza una línea roja en el cine comercial. Los primeros planos, en el prostíbulo, son repugnantes de ver para una espectadora mujer (me gustaría decir que también lo son para los hombres, pero todos y todas sabemos lo que hay). En ellos vemos a una Ani (protagonista) que mantiene relaciones con puteros de toda calaña, uno detrás de otro. Algunas escenas apuntan a una crítica (un hombre le dice a una prostituta que le recuerda a su hija adolescente; otro no quiere pagar por los servicios porque no tiene efectivo, etc): es eso lo que te mantiene pegada a la butaca. Sin embargo, todo termina quedándose en una anécdota: la trama no se desarrolla por ahí y la protagonista aparece “empoderada” y aparentemente satisfecha con su vida. De Ani, por cierto, no llegamos a saber casi nada en la película. No se contextualiza a la personaje más allá de su “””trabajo””” (así se vende la prostitución en esta película, como “trabajo sexual”); no sabemos cuáles son sus orígenes, si es una persona en situación de vulnerabilidad o no. Todo esto enfatiza el relato posmo de la libre elección y el empoderamiento femenino: ella ha elegido ser prostituta y mira, está “bien” y además se está forrando, ¡qué chollo la prostitución! (Nota al pie: en las escenas no se ve a NI UN SOLO “trabajador sexual” masculino).
La primera hora de metraje es, llanamente, pornografía disfrazada de “arte”. Las escenas sexuales son abundantes y explícitas. La mirada es, como siempre, masculina, pero en este caso el tratamiento de la mujer es tan extremadamente cosificador que cruza una línea roja en el cine comercial. Los primeros planos, en el prostíbulo, son repugnantes de ver para una espectadora mujer (me gustaría decir que también lo son para los hombres, pero todos y todas sabemos lo que hay). En ellos vemos a una Ani (protagonista) que mantiene relaciones con puteros de toda calaña, uno detrás de otro. Algunas escenas apuntan a una crítica (un hombre le dice a una prostituta que le recuerda a su hija adolescente; otro no quiere pagar por los servicios porque no tiene efectivo, etc): es eso lo que te mantiene pegada a la butaca. Sin embargo, todo termina quedándose en una anécdota: la trama no se desarrolla por ahí y la protagonista aparece “empoderada” y aparentemente satisfecha con su vida. De Ani, por cierto, no llegamos a saber casi nada en la película. No se contextualiza a la personaje más allá de su “””trabajo””” (así se vende la prostitución en esta película, como “trabajo sexual”); no sabemos cuáles son sus orígenes, si es una persona en situación de vulnerabilidad o no. Todo esto enfatiza el relato posmo de la libre elección y el empoderamiento femenino: ella ha elegido ser prostituta y mira, está “bien” y además se está forrando, ¡qué chollo la prostitución! (Nota al pie: en las escenas no se ve a NI UN SOLO “trabajador sexual” masculino).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El primer punto de giro de la película es la aparición del “príncipe” (Ivan), en este caso el hijo de un rico oligarca ruso. Aquí los paralelismos con Pretty Woman son más que evidentes, con la diferencia de que en la primera el personaje de Richard Gere no hace uso en ningún momento de los “servicios sexuales” de Julia Roberts y aquí Ivan trata a Ani como una prostituta desde el primer momento, colmándola de pasta primero y requiriendo después sus servicios en “exclusiva” a cambio, de nuevo, de mucha pasta. El personaje de Ivan merece comentario aparte. Para interpretarlo se ha elegido a un actor joven de rasgos dulces y aniñados, un querubín. Esta elección (que seguro que no es casual) romantiza este tipo de relaciones que se dan efectivamente en contextos de prostitución y que son violentas por naturaleza (¿lo veríamos igual si el protagonista hubiera sido un señor ruso de 70 años?). Desde el principio se presenta a Ivan como un niñato hijo de Papá, adicto la noche, las drogas y los excesos de todo tipo. El personaje, que invita a Ani a una fiesta de nochevieja y no le deja llevar a amigos chicos porque no quiere “una fiesta de nabos”, que la expone como carnaza para sus colegas, que desprecia y maltrata a las mujeres de la limpieza, es sin embargo “gentil” con Ani. No hay una sola escena (hasta el final) en la que veamos “la otra cara” de este príncipe en toda su crudeza. En su segundo tramo, tras la boda, la película se convierte en una obra romántica que llega a resultar insoportable por irreal.
El segundo punto de giro se da con la llegada de la familia de Ivan, que quiere impedir el matrimonio. Esto, per se, ya es un temazo. No es el putero el que se desvela como un indeseable; no es Ani la que rompe el supuesto romance cuando “despierta” del vil cuento: es un agente externo (la familia de él que no quiere a la prostituta) el que provoca la ruptura de la “pareja feliz”. Dicho esto, la misoginia en esta parte de la película es ya directamente nauseabunda. Vemos a una Ani atada, amordazada y agredida por varios matones, que sin embargo se presentan como simpáticos tontorrones (WTF?). La película se transforma en una “comedia” que se ríe sin ningún pudor de la violencia real que miles de mujeres en situación de prostitución viven a diario en todo el mundo y por la que cientos son asesinadas de forma cotidiana sin que a nadie le importe lo más mínimo. La broma más macabra del director, la escena en la que ella grita “¡me violan!” Y sus agresores, pobrecitos, que no le estaban haciendo “nada”, la amordazan para que se calle la "desquiciada" y esto, que es violencia, es divertido, porque así lo trata el director, que la refleja a ella como una loca histérica. Una caricatura de las miles de mujeres que cada día son agredidas sexualmente. Pero lo peor, lo pero de todo: las RISAS EN LA SALA. Sí, habéis leído bien: risas. En este punto no lo pude aguantarlas y salí.
Mi pareja me contó el final: un enfrentamiento entre dos mujeres que se odian (o, qué novedad); el putero que se desvela como un egoísta niño de Papá, la supuesta mujer empoderada que termina llorando en el hombro de uno de sus agresores (el que la ató y después le restregaba la cebolleta). ¿Y esta pedazo de mi***a se va llevar un Oscar? Estamos perdidas.
El segundo punto de giro se da con la llegada de la familia de Ivan, que quiere impedir el matrimonio. Esto, per se, ya es un temazo. No es el putero el que se desvela como un indeseable; no es Ani la que rompe el supuesto romance cuando “despierta” del vil cuento: es un agente externo (la familia de él que no quiere a la prostituta) el que provoca la ruptura de la “pareja feliz”. Dicho esto, la misoginia en esta parte de la película es ya directamente nauseabunda. Vemos a una Ani atada, amordazada y agredida por varios matones, que sin embargo se presentan como simpáticos tontorrones (WTF?). La película se transforma en una “comedia” que se ríe sin ningún pudor de la violencia real que miles de mujeres en situación de prostitución viven a diario en todo el mundo y por la que cientos son asesinadas de forma cotidiana sin que a nadie le importe lo más mínimo. La broma más macabra del director, la escena en la que ella grita “¡me violan!” Y sus agresores, pobrecitos, que no le estaban haciendo “nada”, la amordazan para que se calle la "desquiciada" y esto, que es violencia, es divertido, porque así lo trata el director, que la refleja a ella como una loca histérica. Una caricatura de las miles de mujeres que cada día son agredidas sexualmente. Pero lo peor, lo pero de todo: las RISAS EN LA SALA. Sí, habéis leído bien: risas. En este punto no lo pude aguantarlas y salí.
Mi pareja me contó el final: un enfrentamiento entre dos mujeres que se odian (o, qué novedad); el putero que se desvela como un egoísta niño de Papá, la supuesta mujer empoderada que termina llorando en el hombro de uno de sus agresores (el que la ató y después le restregaba la cebolleta). ¿Y esta pedazo de mi***a se va llevar un Oscar? Estamos perdidas.
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