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6
8 de septiembre de 2013
8 de septiembre de 2013
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
De niños, cuando nos caemos de la bici, escuchamos eso de “no te rasques la costra o se quedará la marca”. Pero cuando nos hacemos mayores caemos en la cuenta de que hay heridas que no se curan solas.
Un sorprendente e introspectivo José Luis López Vázquez se atreve a seccionar una parte de su pasado que, nos inclinamos a pensar, ha condicionado su vida adulta. Es por esto que contemplamos a Luisito en su cuarentena: un hombre algo desgarbado, lacónico y a ratos, ausente. En ello tiene mucho que ver la soledad vivida al amparo de su familia materna cuando, debido al estallido de la Guerra Civil, se ve obligado a separarse de sus padres. El único hálito de amor y esperanza lo encuentra en su prima Angélica, encarnada en el tiempo presente por la hija de ésta y que no deja de ser la misma persona. Sin embargo, las transiciones entre el tiempo pasado y el presente son muy sutiles, a veces sólo reveladas a través del atuendo de Angélica.
Alrededor de ellos, todo lo demás es tierra baldía: lo es la sempiterna presencia represiva de las imágenes religiosas; la del arquetipo de antagonista personificada en la figura de su tío y su primo político; y lo es, sobre todo, la del yermo paisaje castellano que ese mismo año aprovechó Víctor Erice para rodar El Espíritu de la Colmena. Ambos cineastas se empeñan en esbozar un universo turbador en el que ningún, absolutamente ningún niño hubiera deseado crecer.
Un sorprendente e introspectivo José Luis López Vázquez se atreve a seccionar una parte de su pasado que, nos inclinamos a pensar, ha condicionado su vida adulta. Es por esto que contemplamos a Luisito en su cuarentena: un hombre algo desgarbado, lacónico y a ratos, ausente. En ello tiene mucho que ver la soledad vivida al amparo de su familia materna cuando, debido al estallido de la Guerra Civil, se ve obligado a separarse de sus padres. El único hálito de amor y esperanza lo encuentra en su prima Angélica, encarnada en el tiempo presente por la hija de ésta y que no deja de ser la misma persona. Sin embargo, las transiciones entre el tiempo pasado y el presente son muy sutiles, a veces sólo reveladas a través del atuendo de Angélica.
Alrededor de ellos, todo lo demás es tierra baldía: lo es la sempiterna presencia represiva de las imágenes religiosas; la del arquetipo de antagonista personificada en la figura de su tío y su primo político; y lo es, sobre todo, la del yermo paisaje castellano que ese mismo año aprovechó Víctor Erice para rodar El Espíritu de la Colmena. Ambos cineastas se empeñan en esbozar un universo turbador en el que ningún, absolutamente ningún niño hubiera deseado crecer.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y entre tantos silencios, Luis regresa lejos de ese lugar y no logramos deshacernos de la amarga sensación de que no ha sido un viaje de iniciación; no hay redención posible y sólo cabe aceptar, con resignación, el pasajero olor del alcanfor.

5.5
314
6
1 de noviembre de 2013
1 de noviembre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo es posible?¿Acaso existe un arma más poderosa que una mirada?
De entre las armas con que cuenta cada concubina para lograr el favor del sultán (la amistad con los eunucos, los correveidiles y las cadenas de favores en palacio...), Ozpetek ha decidido privarnos de la más valiosa, la que legitima el desarrollo del personaje de Safiye y el activo que la erige en la favorita del harén: la poderosa mirada entre ella y el sultán. ¿Cómo dotar de verosimilitud a su alambicada historia de "devoción" mutua si ni siquiera aparecen juntos en un fotograma de la película?. El resultado en el espectador es previsible y es que el "corazón, que no siente... Sólo logro dar con una solución "a medias" y es la creíble actuación de la bella actriz belga Marie Gillain.
De entre las armas con que cuenta cada concubina para lograr el favor del sultán (la amistad con los eunucos, los correveidiles y las cadenas de favores en palacio...), Ozpetek ha decidido privarnos de la más valiosa, la que legitima el desarrollo del personaje de Safiye y el activo que la erige en la favorita del harén: la poderosa mirada entre ella y el sultán. ¿Cómo dotar de verosimilitud a su alambicada historia de "devoción" mutua si ni siquiera aparecen juntos en un fotograma de la película?. El resultado en el espectador es previsible y es que el "corazón, que no siente... Sólo logro dar con una solución "a medias" y es la creíble actuación de la bella actriz belga Marie Gillain.
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