Por si fuera poco, el final es completamente estúpido, no tiene ni pies ni cabeza. En el libro Dirk Struan y Mai-Mai mueren uno en brazos del otro durante el tifón. En la película, un Callum sonriente mira hacia la isla de Hong Kong donde empieza a aparecer una autopista y los edificios de hoy (1986).

Da igual. No perdáis el tiempo.

A ver. Empieza bien, ya digo que parece Superlópez o algo así, pero es que luego se pone seria. Una becaria en un periódico a la que llega un sobre con fotos y documentos de alguien que no sabe quién es, y ¿qué hace? Pues se va al Valle de los Caídos donde organiza un follón (impagable la caricatura de los franquistas y la inmensa ignorancia de la profesora de instituto que se les enfrenta), se cuela en los archivos de la abadía, roba una ficha (entre 40.000 sabe exactamente cuál robar, a pesar de que no sabe quién es el sujeto al que está investigando, y además la encuentra a la primera), se escapa (un metro cincuenta y cuarenta quilos de chica) de un grupo de paramilitares entrenados, y termina internándose por el interior de una presa (ningún parecido con la de X-Men, no vayan ustedes a creer), donde no hay nadie vigilando una instalación super secreta y llena de cacharros carísimos, con una puerta a la que ella sólo tiene que pulsar un botón para abrir. Botón que, por cierto, los militares que la siguen son incapaces de ver, así que tienen que volar la puerta entera.

Los diálogos son infantiles, las escenas de acción infumables, los actores ininteligibles (con la honrosa excepción de Emilio Gutiérrez Caba), la ambientación histórica de risa,...

En fin, la mejor forma de perder una hora de tu vida que nadie te devolverá.