You must be a loged user to know your affinity with DavidGMaciejewski
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

6.4
3,600
6
23 de diciembre de 2024
23 de diciembre de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
Sorprende que el propio Charles Bukowski, personaje desarraigado, radical, sucio, rebelde, un anárquico enemigo de la corrección política, firme el guion de esta adaptación descafeinada de las desventuras de Henry Chinaski, personaje central de novelas como 'La senda del perdedor' o 'Factótum'.
En los escritos hay violencia, desesperación, sexo animal, una visión cínica y dolorosamente gris de la condición humana; en 'El borracho' parece que la única forma de retratar eso es a través de la suciedad –principalmente física, casi nunca espiritual– de los personajes, hasta el punto de lograr que las paredes mohosas y los calzoncillos mugrientos tengan más importancia que la propia dimensión interior de Chinaski. Inevitablemente, se convierte en una caricatura bufonesca de sí mismo, y no en aquello que teóricamente debe representar; esto es, a un genio sumido en el abismo de la adicción, a un alma sensible atormentada por los latigazos de una vida infernal.
No sabemos de dónde viene este Chinaski. No se conoce nada de su talento. ¿De dónde brota ese triste conformismo con lo mediocre? ¿Por qué piensa que abrazar la tempestad es la única forma válida que tiene un escritor para crear? ¿Qué satisfacción encuentra en pelearse todas las noches con el barman del Golden Horn? ¿Por qué dicen que Wanda está loca? ¿Cuál es su historia?
Ninguno de los protagonistas goza de un arco narrativo. Son personajes tiesos, acartonados, estáticos, en el caso de Chinaski uno sobreactuado por un Mickey Rourke que, creo, no entiende al personaje, y está más centrado en querer copiar los manierismos de Marlon Brando en 'El Padrino', con movimientos antinaturales y gestos exagerados y excéntricos, que en concederle una dimensión psicológica honesta y natural al que debería ser un artista romántico abocado al fracaso existencial.
A pesar de sus enormes deficiencias, se le puede conceder a Barbet Schroeder la capacidad de confeccionar una atmósfera creíble, decadente, de los bajos fondos, en parte gracias a la excelente fotografía de Robby Müller ('Paris, Texas'). Y aunque los diálogos de Bukowski no se pronuncien con el tono debido, no dejan de ser brillantes.
En los escritos hay violencia, desesperación, sexo animal, una visión cínica y dolorosamente gris de la condición humana; en 'El borracho' parece que la única forma de retratar eso es a través de la suciedad –principalmente física, casi nunca espiritual– de los personajes, hasta el punto de lograr que las paredes mohosas y los calzoncillos mugrientos tengan más importancia que la propia dimensión interior de Chinaski. Inevitablemente, se convierte en una caricatura bufonesca de sí mismo, y no en aquello que teóricamente debe representar; esto es, a un genio sumido en el abismo de la adicción, a un alma sensible atormentada por los latigazos de una vida infernal.
No sabemos de dónde viene este Chinaski. No se conoce nada de su talento. ¿De dónde brota ese triste conformismo con lo mediocre? ¿Por qué piensa que abrazar la tempestad es la única forma válida que tiene un escritor para crear? ¿Qué satisfacción encuentra en pelearse todas las noches con el barman del Golden Horn? ¿Por qué dicen que Wanda está loca? ¿Cuál es su historia?
Ninguno de los protagonistas goza de un arco narrativo. Son personajes tiesos, acartonados, estáticos, en el caso de Chinaski uno sobreactuado por un Mickey Rourke que, creo, no entiende al personaje, y está más centrado en querer copiar los manierismos de Marlon Brando en 'El Padrino', con movimientos antinaturales y gestos exagerados y excéntricos, que en concederle una dimensión psicológica honesta y natural al que debería ser un artista romántico abocado al fracaso existencial.
A pesar de sus enormes deficiencias, se le puede conceder a Barbet Schroeder la capacidad de confeccionar una atmósfera creíble, decadente, de los bajos fondos, en parte gracias a la excelente fotografía de Robby Müller ('Paris, Texas'). Y aunque los diálogos de Bukowski no se pronuncien con el tono debido, no dejan de ser brillantes.

6.9
161
7
23 de diciembre de 2024
23 de diciembre de 2024
Sé el primero en valorar esta crítica
'El demonio', inspirada en una novela de Seicho Matsumoto, resulta especialmente interesante por la disección que hace de los fantasmas de la infancia reflejados en la personalidad adulta. El protagonista, Sokichi, un litógrafo esclavizado por los deseos de su desequilibrada esposa, ha vivido sometido a las tempestades de la pobreza toda su vida. Se avergüenza de quién es y de dónde proviene.
Los azotes de la soledad, del desarraigo, del desamor, lo han llevado a desarrollar una personalidad sumisa, neurótica y desprovista de afecto hacia los demás. Tampoco se quiere a sí mismo. Su madre murió joven; a su padre nunca lo conoció. Pasó infinitas veces por las manos de un tornasol de familiares que nunca lo quisieron hasta que, ya mayor, su tío le dio una oportunidad en una imprenta. Pero lo timó y lo dejó en la estocada.
Hoy perpetúa su trágico porvenir al frente de aquel negocio, que lleva junto a su esposa. Y, a pesar de ser, según él, "el mejor litógrafo de Japón", aquel que tantas veces ha pulido las piedras hasta tener "los dedos suaves", es un fracasado. Como persona, como marido, como amante y, por supuesto, como padre de tres criaturas a las que no sabe cuidar.
Como Charles Manson, epítome del mal, proviene de una familia completamente desestructurada, y esa falta de apego emocional es lo que hace que repita, ya como padre, los mismos errores que otros cometieron con él. Es el eterno círculo vicioso del joven inocente perseguido por los demonios que se convierte en ese mismo demonio; un sociópata al borde del colapso que, no obstante, aún goza de un atisbo de humanidad. La catarsis es posible, dice Yoshitaro Nomura. Tan solo hace falta enfrentar a la bestia con su propia maldad.
Cuando una amante con la que tuvo tres hijos, y a la que lleva manteniendo en la distancia durante años, se presenta en su imprenta y le deja a los retoños para que cuide de ellos, Sokichi se ve abocado a una situación desesperada. Su esposa Oume, egoísta y malvada, quiere acabar con ellos. Hasta urde un plan para envenenarlos con cianuro. Él los quiere, pero como no ha aprendido a establecer vínculos emocionales si no son a través del sufrimiento, no es capaz de desarrollar apego hacia los pequeños y se deja influenciar por su pareja. La pobreza y el egoísmo se convierten en los asesinos de la inocencia.
La película cuenta con excelentes interpretaciones por parte de Ken Ogata y Shima Iwahista y unos planos en espacios naturales sublimes, como aquella escena en la que padre e hijo viajan a los acantilados frente a una deslumbrante puesta de sol. Acompañada de una melancólica banda sonora de Yasushi Akutagawa (compositor de 'Gate of Hell') y de un endiablado humor negro salpicado de momentos de extrema dureza (la escena en la que Oume casi asfixia al bebé al darle de comer, o la del zoo y los bollos de mantequilla), 'El demonio' constituye una de esas pequeñas joyas olvidadas de finales de los 70 que merece la pena reivindicar.
Los azotes de la soledad, del desarraigo, del desamor, lo han llevado a desarrollar una personalidad sumisa, neurótica y desprovista de afecto hacia los demás. Tampoco se quiere a sí mismo. Su madre murió joven; a su padre nunca lo conoció. Pasó infinitas veces por las manos de un tornasol de familiares que nunca lo quisieron hasta que, ya mayor, su tío le dio una oportunidad en una imprenta. Pero lo timó y lo dejó en la estocada.
Hoy perpetúa su trágico porvenir al frente de aquel negocio, que lleva junto a su esposa. Y, a pesar de ser, según él, "el mejor litógrafo de Japón", aquel que tantas veces ha pulido las piedras hasta tener "los dedos suaves", es un fracasado. Como persona, como marido, como amante y, por supuesto, como padre de tres criaturas a las que no sabe cuidar.
Como Charles Manson, epítome del mal, proviene de una familia completamente desestructurada, y esa falta de apego emocional es lo que hace que repita, ya como padre, los mismos errores que otros cometieron con él. Es el eterno círculo vicioso del joven inocente perseguido por los demonios que se convierte en ese mismo demonio; un sociópata al borde del colapso que, no obstante, aún goza de un atisbo de humanidad. La catarsis es posible, dice Yoshitaro Nomura. Tan solo hace falta enfrentar a la bestia con su propia maldad.
Cuando una amante con la que tuvo tres hijos, y a la que lleva manteniendo en la distancia durante años, se presenta en su imprenta y le deja a los retoños para que cuide de ellos, Sokichi se ve abocado a una situación desesperada. Su esposa Oume, egoísta y malvada, quiere acabar con ellos. Hasta urde un plan para envenenarlos con cianuro. Él los quiere, pero como no ha aprendido a establecer vínculos emocionales si no son a través del sufrimiento, no es capaz de desarrollar apego hacia los pequeños y se deja influenciar por su pareja. La pobreza y el egoísmo se convierten en los asesinos de la inocencia.
La película cuenta con excelentes interpretaciones por parte de Ken Ogata y Shima Iwahista y unos planos en espacios naturales sublimes, como aquella escena en la que padre e hijo viajan a los acantilados frente a una deslumbrante puesta de sol. Acompañada de una melancólica banda sonora de Yasushi Akutagawa (compositor de 'Gate of Hell') y de un endiablado humor negro salpicado de momentos de extrema dureza (la escena en la que Oume casi asfixia al bebé al darle de comer, o la del zoo y los bollos de mantequilla), 'El demonio' constituye una de esas pequeñas joyas olvidadas de finales de los 70 que merece la pena reivindicar.
Más sobre DavidGMaciejewski
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here