Visualmente impactante pero completamente incoherente con respecto al universo alien. El guion sólo funciona en la medida en que el espectador no se pregunte qué está viendo.

En su comentario sobre Alien, Ridley Scott prometió que algún día explicaría el origen de los space-jokeys y, por ende, de la nave extraterrestre encontrada, especie de bombardero que arroja huevos-alien. Pues bien, después de ver la película uno llega a la conclusión de que la nave extraterrestre de la película original y la que aparece en Prometheus deben ser distintas, porque las piezas no encajan. No aclara nada y contradice lo establecido previamente.

Terror nulo y poco suspense. Algunas escenas son de risa de puro esperpento. En cuanto a los actores, la mayoría son olvidables (como los de Alien 3). El tráiler puede ser engañoso.

No conozco los detalles de la creación de esta película. Según tengo entendido, existía un primer guion aparentemente no muy original pero coherente. Con el presupuesto que han quemado podrían haber hecho dos películas explicando el origen de la sociedad extraterrestre y su relación depredador-presa con los aliens (aparentemente una raza antigua, quizás creada por ingeniería genética). Desgraciadamente, el resultado final, después de una re-escritura a fondo, se centra únicamente en efectos visuales y un poco de acción sin sentido.

La película puede resumirse en un conjunto de monólogos y entrevistas que quizá estén justificados por tratarse de un documental en curso, pero que ralentizan el desarrollo de una historia vacía (pues no hay nada que contar) y llegan a cansar. Apenas asusta, únicamente en momentos puntuales, y la tensión que pueda acumularse desaparece rápidamente con las entrevistas.

Lo que más rechazo me produce es, sin embargo, el uso desvergonzado que se hace de la película para llegar a un minoritario sector de la sociedad. Cine al servicio del nacionalismo.

En primer lugar, desilusiona que en una ciudad donde se hunde un barrio entero y no se da ni una sola explicación, donde está prohibido enseñar o rotular un cartel en castellano y la corrupción campea a sus anchas, la protagonista no tenga nada más que hacer que grabar a unos bomberos rescatando viejecitas.

Por otra parte resulta evidente la asociación que se hace entre el bloqueo del edificio y la policía nacional (el “estado español”). Extraña la ausencia de policía autonómica. Si yo fuese malpensado, diría que este estado de cuarentena que impide a la gente escapar del horror que están viendo (controlado desde dentro por un policía nacional), simboliza la “represión”. Parece ser que esto es lo único que escandaliza a la periodista.

El mensaje es claro: La culpa la tiene “Madrit”, por supuesto, y tampoco podría faltar la iglesia. El detonante de todo es un experimento fallido supuestamente realizado por un científico loco de Madrid al servicio del Vaticano. Moraleja: La iglesia fabrica zombies. Nosotros, los que hemos visionado la cinta, somos testigos de ello.

No puedo estar más decepcionado con una película sumamente hipócrita que no aporta nada nuevo. Mucha más relevancia tendría un documental (este sí real) sobre el Carmelo.