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7.6
90,736
1
23 de enero de 2013
23 de enero de 2013
23 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debido a que mi crítica excede de los seis mil caracteres, la dividiré en dos.
Hay veces en la vida en las que te topas con algo tan rotundo, tan inabarcable, tan sumamente increíble, que las palabras no te salen de la boca, te quedas perplejo y con una mirada estúpida. Eso es precisamente lo que me ocurre con “Drácula de Bram Stoker”: es tan mala, tan bochornosa, tan insultante, tan patética, que simplemente no sé por dónde empezar a despiezar semejante crimen contra el cine de vampiros y contra el padre de todos ellos, Drácula.
Comencemos con lo que se supone que tiene que ser: una película. Bien, pues digamos que lo más amable que se puede sacar de ella es que tiene un ritmo deleznable. Al pobre espectador le engañan con una imágenes iniciales de Constantinopla y de Vlad Tepes, que ni por asomo llegan a advertirle de lo que por desgracia está a punto de tener que soportar durante dos horas interminables. Lo que la mayoría suele sacar a colación como puntos fuertes de esta... cosa, son los decorados, el vestuario, etc., etc. Pues bien, me parece que, aunque sea con un poco de retraso, muchos tendrían que enterarse de una vez por todas que vestuario/decorado/fondo/maquillaje no es igual a peli buena. Ni por asomo.
Los elementos necesarios para hacer digno y memorable a un largometraje son guión, montaje y actores; sin embargo, existen demasiadas personas que simplemente condenan obras por tener presupuestos limitados o carencia de medios debido a su época de rodaje. No olvidemos que el cine es hijo del teatro, y que sobre el escenario de un teatro no está más que el actor defendiendo a capa y espada la obra, su arte, frente al público, que no va a haber ningún truco digital que le salve ni le excuse.
Hay veces en la vida en las que te topas con algo tan rotundo, tan inabarcable, tan sumamente increíble, que las palabras no te salen de la boca, te quedas perplejo y con una mirada estúpida. Eso es precisamente lo que me ocurre con “Drácula de Bram Stoker”: es tan mala, tan bochornosa, tan insultante, tan patética, que simplemente no sé por dónde empezar a despiezar semejante crimen contra el cine de vampiros y contra el padre de todos ellos, Drácula.
Comencemos con lo que se supone que tiene que ser: una película. Bien, pues digamos que lo más amable que se puede sacar de ella es que tiene un ritmo deleznable. Al pobre espectador le engañan con una imágenes iniciales de Constantinopla y de Vlad Tepes, que ni por asomo llegan a advertirle de lo que por desgracia está a punto de tener que soportar durante dos horas interminables. Lo que la mayoría suele sacar a colación como puntos fuertes de esta... cosa, son los decorados, el vestuario, etc., etc. Pues bien, me parece que, aunque sea con un poco de retraso, muchos tendrían que enterarse de una vez por todas que vestuario/decorado/fondo/maquillaje no es igual a peli buena. Ni por asomo.
Los elementos necesarios para hacer digno y memorable a un largometraje son guión, montaje y actores; sin embargo, existen demasiadas personas que simplemente condenan obras por tener presupuestos limitados o carencia de medios debido a su época de rodaje. No olvidemos que el cine es hijo del teatro, y que sobre el escenario de un teatro no está más que el actor defendiendo a capa y espada la obra, su arte, frente al público, que no va a haber ningún truco digital que le salve ni le excuse.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Sigamos por el tema que más me duele: la denominación “de Bram Stoker”, esa puñalada trapera a la obra maestra del irlandés. Si Drácula era, es, una lucha contra el mal, romanticismo decimonónico del más sutil y terrorífico, aquí todo se reduce a una crítica contra el fanatismo religioso. A ver, si no, qué quieren que saquemos cuando el grupito va a Carfax y empieza a quemar ataúdes en una pira gigantesca, todo bajo el radical crucifijo de Van Helsing (tufillo a Santa Inquisición), o cuando al final éste suelta esa perla de: “nos hemos convertido en locos de Dios”. Ah, claro, perdona; que sí, hombre, que alimentarse de sangre no es una monstruosidad, es tan sólo una opción de vida más, y si tú no estás dispuesto a dejarme vivir de esa forma, pues eres un monstruo y un fanático intolerante. Eso por no hablar de la historia de no-amor entre la petarda de la Ryder y el del título; señores, que en el libro este bicho, este demonio, es el violador metafórico de la señora Harker, no su Edward Cullen personal (otro que tal baila).
La adaptación que se hizo de los personajes no pudo ser más pésima. El Conde pasa de ser una amenaza sobrenatural, temible y falta escrúpulos a ser un John Lennon victoriano emo; sí, como suena. Y otra cosa referente a la caracterización: si pretenden que un tío dé miedo, por favor, que no me lo pongan con dos ensaimadas en la cabeza, que me da la risilla floja. El pobre de Jonathan Harker es aquí el cerito a la izquierda con horchata en vez de sangre en las venas, aparte del cornudo de turno; me resulta gracioso cómo al final deja que su fiel y devota esposa se vaya a pasar los últimos momentos de vida del mostruo en compañía de éste, sin olvidar que pocos segundos antes le había apuntado con un rifle para impedir que le hiciesen daño a su “príncipe”. Cualquier marido comprensivo lo entendería; lástima que en Inglaterra no tuvieran en aquel entonces divorcio, el que le hubiese caído a madam Mina habría sido del tamaño del Deméter.
*sigo mi crítica en mi otra cuenta: ness_01*
La adaptación que se hizo de los personajes no pudo ser más pésima. El Conde pasa de ser una amenaza sobrenatural, temible y falta escrúpulos a ser un John Lennon victoriano emo; sí, como suena. Y otra cosa referente a la caracterización: si pretenden que un tío dé miedo, por favor, que no me lo pongan con dos ensaimadas en la cabeza, que me da la risilla floja. El pobre de Jonathan Harker es aquí el cerito a la izquierda con horchata en vez de sangre en las venas, aparte del cornudo de turno; me resulta gracioso cómo al final deja que su fiel y devota esposa se vaya a pasar los últimos momentos de vida del mostruo en compañía de éste, sin olvidar que pocos segundos antes le había apuntado con un rifle para impedir que le hiciesen daño a su “príncipe”. Cualquier marido comprensivo lo entendería; lástima que en Inglaterra no tuvieran en aquel entonces divorcio, el que le hubiese caído a madam Mina habría sido del tamaño del Deméter.
*sigo mi crítica en mi otra cuenta: ness_01*

6.8
130,062
1
29 de noviembre de 2011
29 de noviembre de 2011
11 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con el paso de los años, sigue pareciéndome incomprensible cómo semejante esperpento pudo lanzar a la fama a un "director" mediocre y cateto.
Antes de haberla visto por primera vez, siempre vi a "Moulin Rouge" como el filme de culto que todo el mundo conocía y adoraba pero que yo todavía, por circunstancias de la vida, no había visionado. Por ello me decidí a terminar con esa situación una noche en la que la emitieron en Antena 3 (todo un acierto para ellos, nótese la ironía). Pude soportar unos quince minutos antes de llegar a la conclusión de que, o bien mis gustos eran muy especiales, o bien medio planeta necesitaba revisarse la vista. Huelga decir que no conseguí terminarla, pues mi salud física y mental peligraba seriamente.
El hecho de que pudiese llegar al final de la película, tiempo después, no se debió ni mucho menos a un cambio de opinión, sino a pura cabezonería: si iba a despotricar contra ese engendro, al menos tendría que verla entera.
"Moulin Rouge" se caracteriza por estar dirigida a un público adolescente, ignorante de un pasado glorioso en el género del musical, y cuanto menos, sentimentaloide. Cuando veo a Nicole Kidman interpretar a un personaje histriónico, vulgar y bochornoso (¿qué son esos espasmos fingiendo placer? X_x) me cuesta creer que sea la misma actriz protagonista de "Los Otros"; el "malo" está sacado directamente del género de la opereta, totalmente maniqueo, arquetípico y plano, sin posible redención alguna. Ewan McGregor aburre y empalaga con sus berrinches sobre el amor verdadero, no por el contenido de éstos, sino por la forma en que lo hace: infantiloide, empalagosa y cansina. El grupo de amigos secundarios son una verdadera panda de payasos que hace que recordemos con nostalgia y cariño a los personajes cómicos de Disney más pesados.
Lo único que podría tener un ligero pase son los decorados, tan barrocos, dorados y rojos, que pretenden envolver al espectador en un mundo de romanticismo donde todo es posible, pero cuando van unidos al resto de elementos, el resultado es la pesadez y embriaguez, cuando no la sensación de burla para con el público.
Como punto final, recomiendo a los aficionados al musical que vean películas que sí valen la pena ver, como "West Side Story" (el mejor musical jamás hecho), "Hello Dolly", "Siete Novias para Siete Hermanos", "Brigadoon", "Cantando bajo la Lluvia", "Cabaret", "Los Caballeros las Prefieren Rubias" o "El Mago de Oz", por decir algunos.
Antes de haberla visto por primera vez, siempre vi a "Moulin Rouge" como el filme de culto que todo el mundo conocía y adoraba pero que yo todavía, por circunstancias de la vida, no había visionado. Por ello me decidí a terminar con esa situación una noche en la que la emitieron en Antena 3 (todo un acierto para ellos, nótese la ironía). Pude soportar unos quince minutos antes de llegar a la conclusión de que, o bien mis gustos eran muy especiales, o bien medio planeta necesitaba revisarse la vista. Huelga decir que no conseguí terminarla, pues mi salud física y mental peligraba seriamente.
El hecho de que pudiese llegar al final de la película, tiempo después, no se debió ni mucho menos a un cambio de opinión, sino a pura cabezonería: si iba a despotricar contra ese engendro, al menos tendría que verla entera.
"Moulin Rouge" se caracteriza por estar dirigida a un público adolescente, ignorante de un pasado glorioso en el género del musical, y cuanto menos, sentimentaloide. Cuando veo a Nicole Kidman interpretar a un personaje histriónico, vulgar y bochornoso (¿qué son esos espasmos fingiendo placer? X_x) me cuesta creer que sea la misma actriz protagonista de "Los Otros"; el "malo" está sacado directamente del género de la opereta, totalmente maniqueo, arquetípico y plano, sin posible redención alguna. Ewan McGregor aburre y empalaga con sus berrinches sobre el amor verdadero, no por el contenido de éstos, sino por la forma en que lo hace: infantiloide, empalagosa y cansina. El grupo de amigos secundarios son una verdadera panda de payasos que hace que recordemos con nostalgia y cariño a los personajes cómicos de Disney más pesados.
Lo único que podría tener un ligero pase son los decorados, tan barrocos, dorados y rojos, que pretenden envolver al espectador en un mundo de romanticismo donde todo es posible, pero cuando van unidos al resto de elementos, el resultado es la pesadez y embriaguez, cuando no la sensación de burla para con el público.
Como punto final, recomiendo a los aficionados al musical que vean películas que sí valen la pena ver, como "West Side Story" (el mejor musical jamás hecho), "Hello Dolly", "Siete Novias para Siete Hermanos", "Brigadoon", "Cantando bajo la Lluvia", "Cabaret", "Los Caballeros las Prefieren Rubias" o "El Mago de Oz", por decir algunos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo que más me duele es que todo el mundo ponga a esta película por las nubes, cuando es un vulgar y asqueroso plagio de una auténtica obra maestra del cine: "Margarita Gautier", "Camille", "la Dama de las Camelias" son varios títulos por los que se conoce a esa delicia protagonizada por Greta Garbo, "la divina"; cortesana de lujo que se enamora de gran hombre pero sin muchos posibles, y que está en pugna con otro pretendiente adinerado pero de pocos escrúpulos, terminando todo en un fingido rechazo hacia el verdadero amor y la muerte de la heroína. ¡Ved más cine de calidad, coño!
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