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Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
1
15 de diciembre de 2019
60 de 106 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más allá de lo terrible de un guión plagado de diálogos artificiales y lugares comunes, más allá de lo terrible de actuaciones que, en varios personajes, rayan lo caricaturesco, esta película un producto propagandístico de primer orden. La película se disfraza de thriller político crítico con el programa de tortura llevado a cabo por la CIA entre los años 2001 y 2008, pero nada más lejos de la realidad. Si no estamos atentos, este bochorno producido por Jeff Bezos nos saca brillo al cerebro de tres formas distintas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
(1) La película nos hace creer que el programa de tortura (al que refieren, eufemísticamente, como Enhanced Interrogation Program) no fue sino una desgraciada mancha en la historia de una CIA cuya misión, a pesar de los pesares, fue siempre la de proteger la seguridad nacional. Quizás la tortura fue una extralimitación llevada a cabo en unos años de psicosis generalizada después del 11-S. De risa. Cualquiera que sepa un mínimo acerca de la historia de la CIA sabe que la tortura, los crímenes, el racismo, o los abusos fascistoides forman la pura esencia de la agencia, y no una excepción.
(2) A lo largo de la película, Dan Jones (Adam Driver) se ve tentado en varias ocasiones de tomar atajos para publicar el informe sobre la tortura de la CIA, pero ante esa opción siempre opta por seguir el "camino de la legalidad." Snowden es mencionado en dos ocasiones, por la senadora Diane Feinstein y por el reportero del NYTimes, y la película sale en un momento en el que la figura del whistleblower ha adquirido nueva relevancia política en los USA. Durante los años de Obama, Snowden, Manning y Assange destaparon escándalos y abusos de la NSA, el Pentágono y el ejército, similares a los que retrata esta película. Pero aquí el mensaje es claro. En los USA nos gustan los chivatazos, pero siempre que se hagan por el camino de la legalidad, por cauces internos, y sin inmiscuir al público o a la prensa. Snowden es tachado de traidor a la patria por la senadora Feinstein. Jones es elevado a héroe nacional por el mismo personaje. La moraleja es clara.
(3) Lo peor de la película es que nos hace creer que, de nuevo, las prácticas terroristas y abusivas perpetradas por el gobierno de Bush y Cheney fueron una terrible excepción, y que el Senado (el pueblo americano) y el gobierno de Obama (su salvador) navegaron con tesón e inteligencia política los turbulentos cauces de las agencias de inteligencia, las tensiones políticas, y la legalidad, para acabar condenando la tortura de la CIA. Obama desarrolló un programa más criminal si cabe, el de los drones, que se menciona de pasada en la película (se mencionan de hecho unas 10 bajas civiles de una forma tan casual que debería helarnos la sangre).
En fin. Terrible, terrible, terrible. Parece que está muy bien hecha. Parece que es una película crítica. Pero que no nos engañen. Esto es pura propaganda.
17 de febrero de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este texto está escrito por un fanático de Haneke, cualquier parecido con el rigor es pura coincidencia.

¿Qué demonios pasa en Austria? ¿Acaso es casual que Sigmund Freud, Michael Haneke y el monstruo de Amstetten sean compatriotas?

Quizás no de Amstetten, pero desde luego hay algo de Freud en el cine de Haneke, en cuya temática uno distingue alusiones al subconsciente, la sexualidad reprimida o el tabú. Licenciado en Psicología, Filosofía y Drama, Michael Haneke (1942) saltó a la gran pantalla después de años dedicándose a la crítica, al teatro y a la televisión, con su primer film Der siebente Kontinent, en 1989. Se le ha descrito como el “cineasta de la violencia”, aunque
sería más acertado llamarle el “retratista de la contención”. En última instancia sus filmes giran en torno a personajes contenidos, habitantes de mundos contenidos, cuyos avatares suelen están marcados por una educación exquisita (férrea, quizás), marcos morales muy denidos y un orden establecido inviolable. Retratista preciso, Haneke escoge la herramienta precisa: el plano fijo. En sus películas, el plano fijo es una metáfora de cierta sociedad burguesa europea, moderada y cohibida, pero también dominada y reprimida. Metáfora también de lo que ocurre fuera de campo, fuera de ese rectangulito fijo, símbolo estático de la rectitud social; fuera,
donde dominan los monstruos, donde existe el horror. Haneke nos muestra, con sobriedad claustrofóbica, que fuera del plano fijo late el horror banal de la violencia de Benny’s Video (1992) y Funny Games (1997), o el horror de la injusticia social de Code Inconnu (2000) y Caché (2005), o del mismo nazismo en Das Weisse Band (2009).

Si uno revisita El vídeo de Benny hoy cree estar ante la obra de un visionario o un genio. Se nos muestra un presente proto-distópico, dominado por las pantallas y el exceso de imágenes explícitas; donde las fronteras entre lo real y lo representado se desdibujan. Son las temáticas que veinte años más tarde fascinan al gran público de la mano de series televisivas como Black Mirror (Charlie Brooker, 2011).

La historia de Benny es la de un adolescente obsesionado con el vídeo e insensibilizado ante el impacto de las imágenes que ve. Su habitación está colmada por cintas, cámaras y monitores. Su ventana es, literalmente, una pantalla –vive con las persianas bajadas y ve el exterior en un monitor a través de una cámara–. Incluso monitoriza su habitación permanentemente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un fin de semana cualquiera, con sus padres ausentes, Benny invita a una chica a casa y comete un crimen horrendo. La cámara de la habitación de Benny no lo registra: el asesinato queda fuera de campo. A su vez, la cámara de Haneke no encuadra la habitación, si no que (plano jo mediante) nos muestra la pantalla de televisión. La secuencia del crimen es una advertencia clara: el horror se da fuera de campo.

En un tiempo dominado por lo pornográfico y lo explícito, donde, en palabras de Rivette, el horror forma parte de nuestro paisaje mental, parece que Haneke ha sabido dar con la tecla: el
horror no se puede enseñar, no se puede ver; pero sabemos que está ahí, latente.

Haneke (y Benny) es capaz de abocarnos a ese abismo con un arma peligrosa: una cámara.
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