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7.1
77,380
10
28 de julio de 2013
28 de julio de 2013
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Los sueños verdaderamente importantes son los que tienes cuando estás despierto, ya que cuando duermes no los controlas. A mí me gusta sumergirme en un mundo onírico que yo he construido o descubierto; un mundo que yo elijo”, afirma David Lynch. Mulholland Drive no es simplemente una de las obras más controvertidas del cine, sino que además el tiempo no la termina de ubicar en su sitio. Sin duda alguna, la película da cuenta de que uno se encuentra ante otra magnífica obra del creador de Twin Peaks, David Lynch. Curiosamente, la idea de la historia de Mulholland Drive surgió cuando su serie de televisión todavía estaba al aire. La serie hubiese continuado con una tercera temporada con el personaje de Audrey Horne en el papel del personaje de Naomi Watts. Es remarcable, de esta forma, la cantidad de similitudes entre ambas obras: el enfrentamiento de la luz y la sombra, la sensación constante de incomodidad, el suspenso, los múltiples enigmas, la música de los 50´, los personajes asimétricos e irreales, los raros mafiosos, el sexo, el erotismo, el surrealismo, la temática del Doppleganger, las cuestiones de identidad y los personajes simbólicos. Además, no se ha de olvidar el juego que compone la siniestra música de Angelo Badalamenti, quien, tras trabajar como pianista y acompañante de cantantes como Shirly Bassey, y en alguna que otra película, se puede considerar que su auténtica entrada en el mundo del cine fue gracias a David Lynch en “Blue Velvet”, iniciando así una larga colaboración que se prolonga hasta hoy. La música de Badalamenti se caracteriza por sus lánguidas y sinuosas melodías así como sus múltiples aproximaciones al jazz.
David Lynch ha definido a Mulholland Drive como una historia extremadamente lineal que se divide en tres bloques: “1º- Se encontró dentro de un misterio perfecto. 2º- Una triste ilusión. 3º- Amor”. Tomada de los sitios más recónditos del universo onírico, la obra resulta ser un delirio, que paradójicamente pareciera ser sumamente coherente. Como resultado, se encuentra abierta a todo tipo de interpretaciones y a generar ambigüedad.
Lynch se encuentra fuertemente influenciado por artistas tales como René Magritte, Marcel Duchamp, Francis Bacon, Edward Hopper, Billy Wilder, Karl Freund, Stanley Cortez, etc. En primer lugar, la introducción de una simbología, al estilo de Magritte, hace presencia en las obras del director. En segundo lugar, de Duchamp se observan las escenas ambivalentes, cuyo significado parece inalcanzable. En tercer lugar, por parte de Bacon aparecen las imágenes de carne y cigarrillos, junto con el contraste entre colores. En cuarto lugar, por parte de Hopper se observan las desoladoras imágenes, serenas y perfectamente compuestas, en las que el vacío adquiere una importancia fundamental; como es el caso de “The Straight Story”. En quinto lugar, las fotografías de Freund en Metrópolis y de Stanley Cortez en “Night of the Hunter” muestran aquel aspecto siniestro de pesadilla. En sexto lugar, respecto de Billy Wilder, se ha de destacar la gran influencia que significa “Sunset Boulevard”, de la cual Lynch toma numerosas ideas en lo que respecta a la puesta en escena y la composición de personajes.
La filmografía de Lynch comprende una introspección, más que hacia la revelación de la verdad, hacia las paradojas que plantea el hábitat del absurdo, donde personajes inconexos interactúan en busca de su propia identidad.
Al presentar una psicodélica superposición de parejas bailando al ritmo del foxtrot que termina en desdoblarse en siluetas, o en la actuación en el Club del Silencio, donde “todo está grabado, no hay banda” ya se deja en claro la constancia con la que la película hará fuerte presencia de su incertidumbre. Será hasta difícil valorar la película en su totalidad debido a que no es tarea fácil dar a luz a una interpretación concisa de todos los elementos en cuestión. No obstante, elementos tales como el interior de un teatro y la luz que acompaña al mundo de ilusiones de la protagonista como antítesis a los tonos oscuros del mundo de su compañera están milimétricamente calculados, haciendo posible una óptima representación visual en cada uno de los estados o niveles oníricos.
No obstante, estos elementos no deberán ser calificados según la forma en que son presentados en la secuencia de la trama pero sí en la forma que ocupan en la génesis de la obra. El origen de Mulholland Drive se encuentra en el desdoblamiento de la realidad, donde universos múltiples son presentados fatal y silenciosamente.
En una época donde el arte, en términos generales, ofrece obras que generalmente se agotan luego de la primera o segunda lectura, contemplar Mulholland Drive es sumergirse en un mundo, posiblemente el más perfectamente onírico, sensual, extraño y atractivo que haya construido jamás David Lynch. Sumergirse y nadar en un mundo al ritmo cadente de su atmósfera: más triste y melancólica que nunca, romántica y hermosamente extraña, bizarra y horriblemente enigmática, divertida y violentamente ilógica. Mulholland Drive es el inicio de una ruptura con cualquier categorización intrínseca de la actividad humana.
David Lynch ha definido a Mulholland Drive como una historia extremadamente lineal que se divide en tres bloques: “1º- Se encontró dentro de un misterio perfecto. 2º- Una triste ilusión. 3º- Amor”. Tomada de los sitios más recónditos del universo onírico, la obra resulta ser un delirio, que paradójicamente pareciera ser sumamente coherente. Como resultado, se encuentra abierta a todo tipo de interpretaciones y a generar ambigüedad.
Lynch se encuentra fuertemente influenciado por artistas tales como René Magritte, Marcel Duchamp, Francis Bacon, Edward Hopper, Billy Wilder, Karl Freund, Stanley Cortez, etc. En primer lugar, la introducción de una simbología, al estilo de Magritte, hace presencia en las obras del director. En segundo lugar, de Duchamp se observan las escenas ambivalentes, cuyo significado parece inalcanzable. En tercer lugar, por parte de Bacon aparecen las imágenes de carne y cigarrillos, junto con el contraste entre colores. En cuarto lugar, por parte de Hopper se observan las desoladoras imágenes, serenas y perfectamente compuestas, en las que el vacío adquiere una importancia fundamental; como es el caso de “The Straight Story”. En quinto lugar, las fotografías de Freund en Metrópolis y de Stanley Cortez en “Night of the Hunter” muestran aquel aspecto siniestro de pesadilla. En sexto lugar, respecto de Billy Wilder, se ha de destacar la gran influencia que significa “Sunset Boulevard”, de la cual Lynch toma numerosas ideas en lo que respecta a la puesta en escena y la composición de personajes.
La filmografía de Lynch comprende una introspección, más que hacia la revelación de la verdad, hacia las paradojas que plantea el hábitat del absurdo, donde personajes inconexos interactúan en busca de su propia identidad.
Al presentar una psicodélica superposición de parejas bailando al ritmo del foxtrot que termina en desdoblarse en siluetas, o en la actuación en el Club del Silencio, donde “todo está grabado, no hay banda” ya se deja en claro la constancia con la que la película hará fuerte presencia de su incertidumbre. Será hasta difícil valorar la película en su totalidad debido a que no es tarea fácil dar a luz a una interpretación concisa de todos los elementos en cuestión. No obstante, elementos tales como el interior de un teatro y la luz que acompaña al mundo de ilusiones de la protagonista como antítesis a los tonos oscuros del mundo de su compañera están milimétricamente calculados, haciendo posible una óptima representación visual en cada uno de los estados o niveles oníricos.
No obstante, estos elementos no deberán ser calificados según la forma en que son presentados en la secuencia de la trama pero sí en la forma que ocupan en la génesis de la obra. El origen de Mulholland Drive se encuentra en el desdoblamiento de la realidad, donde universos múltiples son presentados fatal y silenciosamente.
En una época donde el arte, en términos generales, ofrece obras que generalmente se agotan luego de la primera o segunda lectura, contemplar Mulholland Drive es sumergirse en un mundo, posiblemente el más perfectamente onírico, sensual, extraño y atractivo que haya construido jamás David Lynch. Sumergirse y nadar en un mundo al ritmo cadente de su atmósfera: más triste y melancólica que nunca, romántica y hermosamente extraña, bizarra y horriblemente enigmática, divertida y violentamente ilógica. Mulholland Drive es el inicio de una ruptura con cualquier categorización intrínseca de la actividad humana.
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