Producto comercial sin mayores ambiciones que valerse del éxito televisivo de Guillermo Francella, cómico histriónico con una legión de seguidores en la Argentina que resiste de muy mala manera el paso de la TV a la pantalla grande.

La película es una fallida comedia disparatada de trazo un tanto grueso que sólo mejora un poco en los minutos finales.

Como curiosidad apuntar el debut de Lucía Galán (¡sí, la de Pimpinela!) en el cine.

Una pena ver a un actorazo como Patricio Contreras y a una señora actriz como Lucrecia Capello en un proyecto como éste.

Sólo para incondicionales de Francella, un actor que pese a todo, se merecía un guión más ambicioso y un realizador que tuviese, al menos, algunas nociones básicas de lo que es su trabajo.

La debutante Lucrecia Martel retrata con la maestría de una veterana a la Argentina profunda, la que malvive a cientos de kilómetros de Buenos Aires, hundiendo especialmente su bisturí en la burguesía provinciana. Unos seres estancados, que se van pudriendo como el agua de esa piscina que más bien parece una ciénaga...

Lo más destacable es esa caligrafía tan personal de la realizadora que, sin llegar a ser hermética, ni pedante, escapa en todo momento de los convencionalismos del todopoderoso cine comercial.

Una verdadera joya.