Stanley es un gallito, machista, temperamental e inestable. Junto con Stella representan fielmente a ese tipo de pareja dentro de una relación machista, tóxica y abusiva. Él monta en cólera a la mínima cuando no se hacen las cosas como él quiere, se le contesta o se le lleva la contraria y llega al punto de agredir físicamente a Stella, hecho deplorable en sí mismo, que para más inri se encuentra embarazada. Luego le suplica perdón, le implora que no le deje nunca e intenta arreglar el estropicio mostrando su lado más amable. Stella le justifica, se lo perdona todo, vuelve a sus brazos y nos quedamos todos a cuadros. Por desgracia, ¿cuántas veces hemos visto esto en la vida real?.

Por otra parte tenemos a una insoportable Blanche, con aires de superioridad, de familia acomodada venida a menos y que trata a todos como sus sirvientes, eso sí, con una amabilidad y modales exquisitos. Blanche lo ha perdido todo y no tiene otra opción más que quedarse con su hermana a la que, muchas veces, en lugar de agradecer su hospitalidad y su ayuda, critica que se mezcle con esa gente a la que ella considera ruda e inferior. Obviamente, la melindrosa Blanche, no soporta a su ordinario y violento cuñado.

A Stanley no le cuadran las historias de su cuñada y poco a poco se va revelando toda la verdad sobre Blanche, de la cual es notable la evolución de su salud mental desde el inicio del filme hasta el final donde ya su mente confunde realidad y fantasía.

Si algo es cierto, es que las hermanas realmente se quieren y se cuidan y preocupan la una de la otra. Quizá a las dos les hubiese ido un poco mejor si Stella hubiese hecho caso al consejo de Blanche y se hubiese alejado de Stanley desde el principio.