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7
12 de octubre de 2024
12 de octubre de 2024
12 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El nuevo thriller de ciencia ficción Caddo Lake, producido por M. Night Shyamalan y protagonizado por Dylan O'Brien, se presenta como una propuesta cautivadora que combina una premisa intrigante con una atmósfera envolvente.
Desde su inicio, la película logra captar la atención del espectador, manteniendo un ritmo absorbente durante su primera mitad, esencial para la efectividad del giro final. A pesar de la confusión inicial acerca de lo que realmente está ocurriendo, la curiosidad se convierte en el motor que impulsa la narrativa, generando un profundo sentido de intriga que se sostiene hasta que los secretos comienzan a desvelarse.
Uno de los puntos fuertes de Caddo Lake son sus actuaciones. Dylan O'Brien ofrece una interpretación convincente que refleja la complejidad de su personaje, complementada por la destacada actuación de Eliza Scanlen, cuya sutileza aporta una capa adicional de profundidad emocional. El resto del elenco también se destaca, contribuyendo a crear un ambiente creíble y cargado de tensión.
Caddo Lake merece una calificación notable, no solo por su calidad intrínseca, sino también porque se distingue en un panorama cinematográfico donde las propuestas en plataformas de streaming suelen ser poco memorables.
Un aspecto que podría haber enriquecido la experiencia sería un mayor desarrollo de los personajes secundarios. La película insinúa historias que merecen ser exploradas con más profundidad, lo que podría haber proporcionado un contexto más rico y satisfactorio para la trama y sus giros, cargándola de una mayor resonancia emocional.
En resumen, es una propuesta intrigante que logra destacar en el género y mantiene al espectador enganchado hasta el final. Su originalidad, atmósfera y actuaciones sólidas la convierten en una opción altamente recomendable para quienes buscan un thriller de ciencia ficción fresco y estimulante.
Desde su inicio, la película logra captar la atención del espectador, manteniendo un ritmo absorbente durante su primera mitad, esencial para la efectividad del giro final. A pesar de la confusión inicial acerca de lo que realmente está ocurriendo, la curiosidad se convierte en el motor que impulsa la narrativa, generando un profundo sentido de intriga que se sostiene hasta que los secretos comienzan a desvelarse.
Uno de los puntos fuertes de Caddo Lake son sus actuaciones. Dylan O'Brien ofrece una interpretación convincente que refleja la complejidad de su personaje, complementada por la destacada actuación de Eliza Scanlen, cuya sutileza aporta una capa adicional de profundidad emocional. El resto del elenco también se destaca, contribuyendo a crear un ambiente creíble y cargado de tensión.
Caddo Lake merece una calificación notable, no solo por su calidad intrínseca, sino también porque se distingue en un panorama cinematográfico donde las propuestas en plataformas de streaming suelen ser poco memorables.
Un aspecto que podría haber enriquecido la experiencia sería un mayor desarrollo de los personajes secundarios. La película insinúa historias que merecen ser exploradas con más profundidad, lo que podría haber proporcionado un contexto más rico y satisfactorio para la trama y sus giros, cargándola de una mayor resonancia emocional.
En resumen, es una propuesta intrigante que logra destacar en el género y mantiene al espectador enganchado hasta el final. Su originalidad, atmósfera y actuaciones sólidas la convierten en una opción altamente recomendable para quienes buscan un thriller de ciencia ficción fresco y estimulante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Para los aficionados a los viajes en el tiempo y las narrativas complejas, como los seguidores de Dark, Caddo Lake resulta gratificante, aunque deja la sensación de que hay mucho más por desentrañar. La muerte de Paris, sin reunirse con su hija, puede resultar insatisfactoria para muchos, ya que se esperaba un desenlace más intrincado y emocionalmente resonante, en lugar de uno tan "sencillo".

5.7
20,458
2
9 de diciembre de 2024
9 de diciembre de 2024
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las expectativas para Gladiador II no eran especialmente altas. Sabíamos que la primera entrega, del año 2000, había cerrado su historia de manera concluyente y que la dirección de Ridley Scott ha experimentado un evidente declive en los últimos años. No obstante, con un elenco prometedor y un presupuesto considerable, uno podría haber esperado al menos una película de acción decente, aunque nunca alcanzase la altura de su predecesora. Sin embargo, lo que se presenta en esta secuela no solo no logra aportar nada al legado de Gladiador, sino que termina por desmerecerlo de manera lamentable.
En primer lugar, el guion se siente como un refrito carente de originalidad, plagado de incoherencias y situaciones que desafían la lógica. La historia, que intenta evocar la épica de la lucha de Máximo por la justicia, no solo no consigue emular la intensidad emocional de la original, sino que acaba cayendo en la parodia. Los personajes, que en la primera película tenían una complejidad admirable, son reducidos a meros clichés. El guion es, en definitiva, una sombra de lo que pudo haber sido, y se queda corto en todos los aspectos fundamentales.
El elenco es uno de los mayores desperdicios de la película. Paul Mescal cuenta con presencia física, pero su personaje carece de profundidad. Pedro Pascal, pese a su carisma, tiene un papel anecdótico. Barry Keoghan, como el inestable Emperador Geta, y Joseph Quinn, como su hermano Caracalla, logran actuaciones sólidas, especialmente Quinn, pero sus personajes están mal escritos y tienen poco tiempo en pantalla. Connie Nielsen es reducida a un rol superficial e incoherente y Denzel Washington ofrece una actuación sin sorpresas, similar a personajes anteriores por mucho que el público insista en elogiarlo, no vale brillar porque los demás hagan sombra.
Si bien el diseño visual en la primera película era notablemente realista, Gladiador II se ve ahogada por el abuso del CGI y los efectos digitales. Las secuencias de acción, lejos de transmitir el realismo visceral de las batallas de la primera entrega, parecen sacadas de un videojuego con efectos que resultan poco convincentes y artificiales.
El montaje es otro de los puntos débiles de la película. Las transiciones entre escenas son torpes y desajustadas, lo que crea un ritmo errático y desconcertante. Las secuencias clave de la película, que deberían ser las más tensas y emocionantes, están tan mal ensambladas que es difícil entender lo que está ocurriendo, o, lo que es peor, por qué debería importarnos.
En cuanto a la banda sonora, Hans Zimmer logró con la original un acompañamiento épico que es inseparable de la experiencia de Gladiador. Aquí, la música pasa desapercibida, ya que se abusa mezclando la BSO original en momentos emotivos y flashbacks. Este recurso, lejos de enriquecer la película, parece un intento desesperado por evocar emociones que el guion y la dirección no logran transmitir.
Si bien la película logra mantenerse a flote durante la primera hora gracias a secuencias de acción que, aunque mediocres, cumplen su función, a partir de la mitad del metraje se hace difícil de soportar. La historia se desmorona, el ritmo se vuelve insostenible y el final resulta ridículo, con escenas gore insertadas de manera forzada que no hacen más que desentonar con la narración, que ya de por sí carece de sentido.
En resumen, Gladiador II es un ejemplo claro de lo que ocurre cuando se intenta explotar una obra maestra sin el debido respeto ni la calidad necesaria. Ni el talento de su elenco ni el legado de la película original logran salvar una secuela que se siente vacía, artificial y profundamente decepcionante.
Una secuela innecesaria que nunca debió existir.
En primer lugar, el guion se siente como un refrito carente de originalidad, plagado de incoherencias y situaciones que desafían la lógica. La historia, que intenta evocar la épica de la lucha de Máximo por la justicia, no solo no consigue emular la intensidad emocional de la original, sino que acaba cayendo en la parodia. Los personajes, que en la primera película tenían una complejidad admirable, son reducidos a meros clichés. El guion es, en definitiva, una sombra de lo que pudo haber sido, y se queda corto en todos los aspectos fundamentales.
El elenco es uno de los mayores desperdicios de la película. Paul Mescal cuenta con presencia física, pero su personaje carece de profundidad. Pedro Pascal, pese a su carisma, tiene un papel anecdótico. Barry Keoghan, como el inestable Emperador Geta, y Joseph Quinn, como su hermano Caracalla, logran actuaciones sólidas, especialmente Quinn, pero sus personajes están mal escritos y tienen poco tiempo en pantalla. Connie Nielsen es reducida a un rol superficial e incoherente y Denzel Washington ofrece una actuación sin sorpresas, similar a personajes anteriores por mucho que el público insista en elogiarlo, no vale brillar porque los demás hagan sombra.
Si bien el diseño visual en la primera película era notablemente realista, Gladiador II se ve ahogada por el abuso del CGI y los efectos digitales. Las secuencias de acción, lejos de transmitir el realismo visceral de las batallas de la primera entrega, parecen sacadas de un videojuego con efectos que resultan poco convincentes y artificiales.
El montaje es otro de los puntos débiles de la película. Las transiciones entre escenas son torpes y desajustadas, lo que crea un ritmo errático y desconcertante. Las secuencias clave de la película, que deberían ser las más tensas y emocionantes, están tan mal ensambladas que es difícil entender lo que está ocurriendo, o, lo que es peor, por qué debería importarnos.
En cuanto a la banda sonora, Hans Zimmer logró con la original un acompañamiento épico que es inseparable de la experiencia de Gladiador. Aquí, la música pasa desapercibida, ya que se abusa mezclando la BSO original en momentos emotivos y flashbacks. Este recurso, lejos de enriquecer la película, parece un intento desesperado por evocar emociones que el guion y la dirección no logran transmitir.
Si bien la película logra mantenerse a flote durante la primera hora gracias a secuencias de acción que, aunque mediocres, cumplen su función, a partir de la mitad del metraje se hace difícil de soportar. La historia se desmorona, el ritmo se vuelve insostenible y el final resulta ridículo, con escenas gore insertadas de manera forzada que no hacen más que desentonar con la narración, que ya de por sí carece de sentido.
En resumen, Gladiador II es un ejemplo claro de lo que ocurre cuando se intenta explotar una obra maestra sin el debido respeto ni la calidad necesaria. Ni el talento de su elenco ni el legado de la película original logran salvar una secuela que se siente vacía, artificial y profundamente decepcionante.
Una secuela innecesaria que nunca debió existir.
9
13 de octubre de 2024
13 de octubre de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva película de Andrew Haigh, All of Us Strangers, se erige como una obra exquisita que captura la esencia de la conexión humana, el amor y la identidad. Con una dirección y fotografía absolutamente deslumbrantes, la película no solo cautiva a través de sus imágenes, sino que también ofrece un guion meticulosamente elaborado que invita al espectador a sumergirse en su narrativa.
Las actuaciones de Andrew Scott y Paul Mescal son simplemente sublimes. Scott, como el protagonista, transmite una vulnerabilidad y profundidad emocional que resuena en cada escena, mientras que Mescal aporta una complejidad a su personaje que enriquece el relato. Juntos, crean una química palpable que envuelve desde el primer momento, haciendo que cada conversación y cada mirada se sienta genuina y necesaria. No hay lugar para lo forzado; cada interacción fluye con una naturalidad asombrosa.
La exploración de la infancia del personaje principal, interpretado por Scott, junto a sus padres, es un viaje por sus miedos, traumas y la complejidad de su orientación sexual. La película aborda temas de identidad, pertenencia y la búsqueda de conexión humana en medio de la soledad. Cada diálogo se convierte en un tesoro, y las pistas que se ofrecen a lo largo del film culminan en un final que resulta inusual pero hermoso.
Esta historia de amor, singular pero bellísima, examina la complejidad de la experiencia gay a través de las generaciones, así como las dinámicas familiares y la diferencia de edad entre los personajes, temas que se desarrollan con delicadeza.
La música, especialmente la canción final, proporciona un cierre emotivo que resuena en el alma. Haigh logra crear un ambiente sonoro que complementa perfectamente las imágenes, elevando la experiencia cinematográfica a un nuevo nivel.
Respecto al final [spoiler]
All of Us Strangers se destaca como una de las mejores películas recientes. Su estética está sumamente cuidada, y cada elemento de la producción contribuye a crear una atmósfera que invita a la contemplación. Esta joya cinematográfica merece ser revisitada, no solo para captar los detalles que pueden haberse pasado por alto, sino también para disfrutar de la rica carga emocional que ofrece. Un film que permanece en la mente del espectador mucho después de que se enciendan las luces.
Las actuaciones de Andrew Scott y Paul Mescal son simplemente sublimes. Scott, como el protagonista, transmite una vulnerabilidad y profundidad emocional que resuena en cada escena, mientras que Mescal aporta una complejidad a su personaje que enriquece el relato. Juntos, crean una química palpable que envuelve desde el primer momento, haciendo que cada conversación y cada mirada se sienta genuina y necesaria. No hay lugar para lo forzado; cada interacción fluye con una naturalidad asombrosa.
La exploración de la infancia del personaje principal, interpretado por Scott, junto a sus padres, es un viaje por sus miedos, traumas y la complejidad de su orientación sexual. La película aborda temas de identidad, pertenencia y la búsqueda de conexión humana en medio de la soledad. Cada diálogo se convierte en un tesoro, y las pistas que se ofrecen a lo largo del film culminan en un final que resulta inusual pero hermoso.
Esta historia de amor, singular pero bellísima, examina la complejidad de la experiencia gay a través de las generaciones, así como las dinámicas familiares y la diferencia de edad entre los personajes, temas que se desarrollan con delicadeza.
La música, especialmente la canción final, proporciona un cierre emotivo que resuena en el alma. Haigh logra crear un ambiente sonoro que complementa perfectamente las imágenes, elevando la experiencia cinematográfica a un nuevo nivel.
Respecto al final [spoiler]
All of Us Strangers se destaca como una de las mejores películas recientes. Su estética está sumamente cuidada, y cada elemento de la producción contribuye a crear una atmósfera que invita a la contemplación. Esta joya cinematográfica merece ser revisitada, no solo para captar los detalles que pueden haberse pasado por alto, sino también para disfrutar de la rica carga emocional que ofrece. Un film que permanece en la mente del espectador mucho después de que se enciendan las luces.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Respecto al giro final aunque se ofrecen pistas sobre el desenlace, sigue siendo sorprendente y doloroso como una puñalada. La ambigüedad del final, abierto a múltiples interpretaciones, plantea inquietantes preguntas: ¿El protagonista también está muerto? ¿Enfermo? ¿O simplemente tiene la capacidad de ver fantasmas? Lejos de resultar exasperante, esta incertidumbre es brillante, permitiendo al espectador tomar decisiones y reflexionar sobre la naturaleza de la existencia y el amor.
Miniserie

7.6
8,405
5
13 de octubre de 2024
13 de octubre de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La adaptación televisiva de Normal People, basada en la novela homónima de Sally Rooney, ha sido aclamada por su atmósfera intimista y sus actuaciones, especialmente la de Paul Mescal, quien logra una interpretación matizada de Connell. Mescal aporta autenticidad a un personaje que, de otro modo, quedaría atrapado en los laberintos de un guion que no termina de aprovechar del todo su talento. Pese a la química evidente entre él y Daisy Edgar-Jones en el papel de Marianne, la historia parece obstinada en mantenerlos distanciados, generando conflictos que a menudo se sienten impuestos y que responden más a las intenciones de la autora que a las verdaderas necesidades de los personajes.
La serie pretende explorar temas contemporáneos como la inmadurez emocional, los problemas de salud mental y las relaciones tóxicas. Sin embargo, se queda corta a la hora de desarrollar estos aspectos. Las dificultades en la comunicación y las decisiones erráticas de ambos personajes, que los alejan de manera constante, no parecen justificarse por la trama o por sus propias circunstancias.
Aunque Connell y Marianne se presentan como personas inteligentes y emocionalmente complejas, sus acciones sugieren lo contrario, atrapándolos en un ciclo de malentendidos y silencios. Apenas hay momentos de sinceridad, y las conversaciones profundas que deberían llevar a ambos a confrontar sus propios traumas y deseos quedan relegadas a frases que intentan sonar trascendentales pero se quedan en la superficie.
La narrativa se sustenta en un vaivén de encuentros y desencuentros que, lejos de crear una tensión significativa, acaban por agotar al espectador. Cada obstáculo entre ellos se siente como una imposición externa, algo que parece creado por la autora para prolongar un conflicto que en realidad podría resolverse con una conversación honesta que nunca tiene lugar.
Por otro lado, los personajes secundarios y el contexto familiar de Marianne y Connell quedan apenas esbozados, cuando podrían haber sido una excelente vía para dar peso y dimensión al relato. Las tensiones familiares de Marianne y los propios problemas de Connell se abordan de forma superficial, esto les quita relevancia a las motivaciones de los personajes y hace que los conflictos se sientan menos auténticos.
La abundancia de escenas de sexo, cuidadas visualmente y bien interpretadas, resulta, en muchos casos, excesiva. La atracción entre los protagonistas queda clara desde el principio, pero el uso recurrente de estas escenas termina por desviar la atención de otros aspectos más interesantes de la relación, como la intimidad emocional y las dificultades que atraviesan. No es una cuestión de conservadurismo, sino de equilibrio narrativo: en lugar de reforzar el vínculo entre ambos, la repetición parece casi ornamental y le resta peso al relato.
El formato de 12 episodios se extiende innecesariamente para una historia que bien podría haberse contado en una película de dos horas, y el ritmo lento tiende a diluir la tensión que debería sostener la trama. La serie, que aspira a ofrecer una visión introspectiva y poética sobre una relación compleja, pierde frescura y se convierte, en muchos momentos, en una sucesión de problemas sin resolución.
Normal People se presenta como una reflexión sobre el amor en la era moderna, pero el manejo forzado de los conflictos lastran el relato con demasiados silencios y decisiones inexplicables pareciendo más interesada en perpetuar el sufrimiento emocional que en ofrecer una reflexión auténtica sobre el amor y la vulnerabilidad.
La serie pretende explorar temas contemporáneos como la inmadurez emocional, los problemas de salud mental y las relaciones tóxicas. Sin embargo, se queda corta a la hora de desarrollar estos aspectos. Las dificultades en la comunicación y las decisiones erráticas de ambos personajes, que los alejan de manera constante, no parecen justificarse por la trama o por sus propias circunstancias.
Aunque Connell y Marianne se presentan como personas inteligentes y emocionalmente complejas, sus acciones sugieren lo contrario, atrapándolos en un ciclo de malentendidos y silencios. Apenas hay momentos de sinceridad, y las conversaciones profundas que deberían llevar a ambos a confrontar sus propios traumas y deseos quedan relegadas a frases que intentan sonar trascendentales pero se quedan en la superficie.
La narrativa se sustenta en un vaivén de encuentros y desencuentros que, lejos de crear una tensión significativa, acaban por agotar al espectador. Cada obstáculo entre ellos se siente como una imposición externa, algo que parece creado por la autora para prolongar un conflicto que en realidad podría resolverse con una conversación honesta que nunca tiene lugar.
Por otro lado, los personajes secundarios y el contexto familiar de Marianne y Connell quedan apenas esbozados, cuando podrían haber sido una excelente vía para dar peso y dimensión al relato. Las tensiones familiares de Marianne y los propios problemas de Connell se abordan de forma superficial, esto les quita relevancia a las motivaciones de los personajes y hace que los conflictos se sientan menos auténticos.
La abundancia de escenas de sexo, cuidadas visualmente y bien interpretadas, resulta, en muchos casos, excesiva. La atracción entre los protagonistas queda clara desde el principio, pero el uso recurrente de estas escenas termina por desviar la atención de otros aspectos más interesantes de la relación, como la intimidad emocional y las dificultades que atraviesan. No es una cuestión de conservadurismo, sino de equilibrio narrativo: en lugar de reforzar el vínculo entre ambos, la repetición parece casi ornamental y le resta peso al relato.
El formato de 12 episodios se extiende innecesariamente para una historia que bien podría haberse contado en una película de dos horas, y el ritmo lento tiende a diluir la tensión que debería sostener la trama. La serie, que aspira a ofrecer una visión introspectiva y poética sobre una relación compleja, pierde frescura y se convierte, en muchos momentos, en una sucesión de problemas sin resolución.
Normal People se presenta como una reflexión sobre el amor en la era moderna, pero el manejo forzado de los conflictos lastran el relato con demasiados silencios y decisiones inexplicables pareciendo más interesada en perpetuar el sufrimiento emocional que en ofrecer una reflexión auténtica sobre el amor y la vulnerabilidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final de Normal People llega como una bofetada para quienes han seguido con atención la complicada relación entre Marianne y Connell. Después de doce capítulos que prometen una profunda exploración emocional, la conclusión se siente como una imposición más de la autora que una evolución natural de los personajes. Si bien algunos pueden interpretar que Marianne se elige a sí misma, su decisión de separarse de Connell, quien ya ha dejado claro que la elige a ella por encima de su futuro en Nueva York, resulta incomprensible.
Es ella quien sugiere que él se vaya, pero esto plantea serias preguntas sobre sus verdaderas motivaciones. ¿Por qué querría estar sola cuando han superado tantas dificultades juntos? Aunque la narrativa insinúa que busca darle confianza en su futuro, esta acción parece más un capricho autoral que una elección sensata para ambos.
No se puede creer que Connell quiera separarse de Marianne solo por un curso en Nueva York. La relación entre ellos ha alcanzado un nivel de intimidad y madurez que podría hacer viable una relación a distancia. Tras todo lo que han enfrentado y superado, una separación por un año debería considerarse un desafío, pero no un drama inevitable y abocado a una posible ruptura.
Marianne y Connell parecen regresar a la casilla de salida en su relación después de todo, generado un bucle infinito inverosímil.
Es ella quien sugiere que él se vaya, pero esto plantea serias preguntas sobre sus verdaderas motivaciones. ¿Por qué querría estar sola cuando han superado tantas dificultades juntos? Aunque la narrativa insinúa que busca darle confianza en su futuro, esta acción parece más un capricho autoral que una elección sensata para ambos.
No se puede creer que Connell quiera separarse de Marianne solo por un curso en Nueva York. La relación entre ellos ha alcanzado un nivel de intimidad y madurez que podría hacer viable una relación a distancia. Tras todo lo que han enfrentado y superado, una separación por un año debería considerarse un desafío, pero no un drama inevitable y abocado a una posible ruptura.
Marianne y Connell parecen regresar a la casilla de salida en su relación después de todo, generado un bucle infinito inverosímil.

6.4
8,383
4
12 de octubre de 2024
12 de octubre de 2024
8 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bajo Terapia se presenta como una adaptación de la popular obra teatral homónima, con la intención de explorar las complejidades de las relaciones de pareja y arrojar luz sobre la violencia de género. Sin embargo, a pesar de contar con un elenco atractivo y un trasfondo que podría resultar fascinante, la película se convierte en un claro ejemplo de un “quiero y no puedo”.
La dirección intenta generar tensión a través de movimientos de cámara y zooms, pero en lugar de sumergir al espectador en la narrativa, logra desconectarlo con un diálogo reiterativo. El espacio cerrado, que en teoría podría haber contribuido a crear una atmósfera claustrofóbica y tensa, se siente desaprovechado. Los personajes se mueven y acomodan de maneras poco naturales, lo que merma la credibilidad de la trama.
La premisa de un grupo de desconocidos atrapados en una sala, siguiendo instrucciones a través de sobres, es un concepto trillado que no logra despertar la curiosidad deseada. El guion intenta profundizar en los conflictos emocionales de las parejas, pero se encuentra atrapado en diálogos redundantes y carentes de creatividad que, lejos de ser reveladores, resultan repetitivos y convierten la película en una matraca que abruma al espectador.
El humor, que podría haber servido como un alivio y un soplo de aire fresco, brilla por su ausencia y, cuando aparece, se siente forzado. Elementos como la corneta, que intentan introducir un toque cómico, resultan ineficaces y mal ejecutados. Un momento particularmente desconcertante es la escena en la que el personaje de Marta, visiblemente ebria, comienza a hablar gallego de forma inesperada; lo que debería ser cómico se convierte en una incomodidad que distrae de la trama.
A pesar de las limitaciones del guion, Malena Alterio se destaca con una interpretación sólida. Fele Martínez, quien repite su papel de la obra, junto al resto del elenco, oscilan entre lo correcto y lo regular, especialmente en el caso de Alexandra Jiménez, cuya actuación parece anclada en un arquetipo que no le aporta novedad a su carrera. La falta de química entre las parejas es palpable en pantalla, restando fuerza a las emociones que la historia intenta transmitir.
En conclusión, Bajo Terapia es una propuesta con un potencial significativo que se ve frustrada por una ejecución deficiente en diversos niveles. Lo que podría haber sido un viaje emocional y reflexivo se convierte en una experiencia cargante y olvidable, dejando al espectador con la sensación de que se ha perdido una valiosa oportunidad de explorar temas profundos y complejos.
La dirección intenta generar tensión a través de movimientos de cámara y zooms, pero en lugar de sumergir al espectador en la narrativa, logra desconectarlo con un diálogo reiterativo. El espacio cerrado, que en teoría podría haber contribuido a crear una atmósfera claustrofóbica y tensa, se siente desaprovechado. Los personajes se mueven y acomodan de maneras poco naturales, lo que merma la credibilidad de la trama.
La premisa de un grupo de desconocidos atrapados en una sala, siguiendo instrucciones a través de sobres, es un concepto trillado que no logra despertar la curiosidad deseada. El guion intenta profundizar en los conflictos emocionales de las parejas, pero se encuentra atrapado en diálogos redundantes y carentes de creatividad que, lejos de ser reveladores, resultan repetitivos y convierten la película en una matraca que abruma al espectador.
El humor, que podría haber servido como un alivio y un soplo de aire fresco, brilla por su ausencia y, cuando aparece, se siente forzado. Elementos como la corneta, que intentan introducir un toque cómico, resultan ineficaces y mal ejecutados. Un momento particularmente desconcertante es la escena en la que el personaje de Marta, visiblemente ebria, comienza a hablar gallego de forma inesperada; lo que debería ser cómico se convierte en una incomodidad que distrae de la trama.
A pesar de las limitaciones del guion, Malena Alterio se destaca con una interpretación sólida. Fele Martínez, quien repite su papel de la obra, junto al resto del elenco, oscilan entre lo correcto y lo regular, especialmente en el caso de Alexandra Jiménez, cuya actuación parece anclada en un arquetipo que no le aporta novedad a su carrera. La falta de química entre las parejas es palpable en pantalla, restando fuerza a las emociones que la historia intenta transmitir.
En conclusión, Bajo Terapia es una propuesta con un potencial significativo que se ve frustrada por una ejecución deficiente en diversos niveles. Lo que podría haber sido un viaje emocional y reflexivo se convierte en una experiencia cargante y olvidable, dejando al espectador con la sensación de que se ha perdido una valiosa oportunidad de explorar temas profundos y complejos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El giro final que debería haber sido un clímax revelador, se vuelve predecible, ya que, aunque la resolución no sigue un camino convencional, se siente influenciado por la inercia de otras películas del género que dejan claro que no todos se marcharán por la puerta al finalizar la sesión sin más.
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