Pese a los tremendos esfuerzos de Steve Carell por mantener a flote la historia, la verdad es que resulta un buen somnífero, capaz incluso de inducir a la más profunda de las hipnosis. Personalmente opino que podrían haber exprimido más el tema del fin del mundo que, pese a enfocarlo de una manera original, creo que cae demasiado fácilmente en el pastelismo amoroso. La película va perdiendo ritmo a medida que pasan los largos minutos, haciéndote desear que caiga de una vez el maldito meteorito.

Un espectacular Gregory Peck y una guapísima Audrey Hepburn nos ofrecen un clásico muy divertido que rebosa de la inocencia artificial de una época marcada por los conflictos. A pesar de ser una película de casi sesenta años, es fresca y risueña, con unos gags muy logrados y una historia enternecedora. Los protagonistas consiguen hacerte olvidar los problemas del día a día durante un buen rato, sumergiéndote en una romántica Roma llena de diversiones furtivas y con un final inesperado. En definitiva, imprescindible para una tarde lluviosa de domingo junto a un chocolate caliente, una mantita y buena compañía.