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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
19 de octubre de 2013
144 de 180 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer fui a ver "la última de Woody Allen" y me encontré con un film interesantísimo, maravillosamente interpretado, divertido (por momentos) y descarnado (todo el tiempo) en el retrato psicológico de sus personajes y en su crítica a la sociedad. Un drama descomunal, como ningún otro que haya realizado antes este genial director, guionista, actor, escritor y ni se sabe cuántas cosas más.

A pesar de adoptar una perspectiva en las antípodas de la de sus comedias "clásicas", Woody Allen logra como nunca antes en sus dramas (ni siquiera en "Match Point") angustiarnos con la misma inteligencia excelsa con que nos hizo reír en "Hannah y sus hermanas" o "Manhattan".

"Blue Jasmine" es la historia de Jasmine (Cate Blanchett), una mujer perdida en un momento de su vida idílico (para ella) que fue construido sobre humo y al que jamás podrá regresar. Al borde de la locura, se aferra a la única persona que le queda: su hermana Ginger (Sally Hawkins).

No cuento más para no arruinar a quien no haya visto ya el film esa sensación al comienzo, tan lograda, de deambular por una ciudad y unos ambientes extraños a la protagonista. Sólo quiero añadir algo: lo que en mi opinión convierte este film en una verdadera obra de arte es la enorme sinceridad, por muy amarga que sea, que transmite. Pero eso no me queda más remedio que explicarlo en el "spoiler"...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En "Blue Jasmine", Woody Allen expresa como nunca antes una visión profundamente negativa de la sociedad y del género humano. En un primer nivel, la devastación familiar y social provocada por las malas prácticas financieras de Hal: en la crisis económica actual, que causaron personajes siniestros como Madoff (en quien parece inspirarse el personaje interpretado por Alec Baldwin), este retrato intimista de cómo los poderosos trituran a los débiles es cuanto menos inquietante.

Pero es en el plano psicológico, a través de los personajes, en que se refleja mejor la amargura de esta obra. Ni uno solo de ellos (principales y secundarios) se salva de un retrato despiadado:
- Empezando por Jasmine, que sólo denunció las estafas de su marido cuando se enteró de que llevaba años poniéndole los cuernos (incluso había permitido que estafara a su cuñado), sin importarle siquiera cómo su venganza podría afectar a su hijo.
- Siguiendo por Ginger, más amable que su hermana pero que, como le repite continuamente Jasmine, tiene la autoestima por los suelos (a pesar de que su novio es un maltratador potencial, vuelve con él). También tiene una inteligencia emocional de mosquito (cuando regresa Jasmine a casa destrozada tras romper con su prometido está más pendiente del champán que de ella).
- Hal (Alec Baldwin), el marido de Jasmine, un ser despreciable que vive en una permanente huida hacia adelante estafando a todo el mundo y engañando a su mujer;
- el ex-marido de Ginger, un pobre hombre que se dejó estafar por Hal la única vez que consiguió algo de dinero y que, resentido, destruyó su familia y desde entonces no para de dar tumbos;
- Chilly (Bobby Cannavale), el novio de Ginger: un bocazas y un maltratador potencial;
- el segundo novio de Ginger, aparentemente un hombre sensible y cariñoso... que olvidó comentarle que estaba casado;
- el dentista: un friki, acosador y violador potencial;
- el novio pijo de Jasmine, que sólo quiere un florero para acompañarle en su brillante carrera política;
- el hijo de Jasmine: abandona a su madre sin dejar rastro cuando ésta más lo necesita y, cuando se reencuentran años después, la rechaza de nuevo --no sin antes reprocharle la muerte de su padre.

No se salva ni uno: son todos unos seres perdidos, tristes y, frecuentemente, dañinos. Y están tremendamente solos.

Creo que esta amargura no es impostada sino muy sincera: Woody Allen se ha hecho mayor y, como les pasa a tantas personas, se ha vuelto algo misántropo. En el otoño de su vida, le dejaron de hacer gracia esas pequeñas mezquindades de nuestros congéneres, las que llenaron de frases hilarantes sus primeros monólogos y los guiones de sus grandes comedias. Se pasó los últimos años realizando películas escapistas en ciudades europeas, como si alejándose de Nueva York pudiera dejar de sentir esa amargura.

San Francisco parece ser el puerto en el que, por fin, con la misma inteligencia y sensibilidad con que sabe hacer comedias, ha sido capaz de dar rienda suelta a toda su creatividad y contar lo que está sintiendo ahora: que estamos todos solos y perdidos en una sociedad despiadada. No es un mensaje bonito, pero la película es fantástica.
13 de junio de 2013
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil encontrar una película que haya sido más pertinente y que, sin saberlo, pudiera haber tenido un impacto mayor en nuestras vidas que "El día después".

En 1983, cada una de las dos "superpotencias" de la guerra fría (EEUU y URSS) apuntaba a la otra con más de 10 000 cabezas nucleares. La potencia destructora total que amenazaba con erradicar la vida de la faz de la Tierra era millones de veces la de la bomba de Hiroshima. Cuando fue emitido, en noviembre de ese año, 100 millones de telespectadores pudieron hacerse una idea de hasta qué punto el futuro podía ser horroroso si no se ponía fin a la carrera nuclear.

El entonces presidente de EEUU, Ronald Reagan, no fue uno de esos telespectadores; pero la vio en privado en su residencia de Camp David y quedó profundamente impactado por la crudeza de la película. Lo sabemos porque ese día el "halcón" que al llegar a la Casa Blanca había calificado a la URSS como "el Imperio del Mal" anotó en su diario su determinación a "no ver jamás una guerra nuclear". Aunque es difícil saber hasta qué punto influyó esto, es muy posible que ayudara a acelerar las negociaciones iniciadas meses antes y que conducirían a la firma en 1991 del tratado START para la reducción de los arsenales nucleares.

Con las limitaciones de su formato televisivo, "El día después" es un film sólido: aparte del realismo con que logra describir el holocausto nuclear y sus consecuencias, Nicholaas Meyer cuenta con actores excelentes entre los que destacan Jason Robards (un todoterreno que actuó en más de cien películas a lo largo de su carrera) y John Cullum (muy conocido después por su inolvidable papel de Holling Vincoeur, el dueño del bar de "Dr. en Alaska"). Mención especial merece el guión de Edward Hume, tan bien escrito que logra mantener la tensión narrativa a pesar de que las escenas más espectaculares ocurren cuando aún queda una hora para el final de la película.

Un aviso obligado para navegantes: si prefiere dormir a pierna suelta sin pararse a pensar en que aún quedan miles de cabezas nucleares en activo (o si es muy sensible a imágenes desagradables como las que salen en las películas de zombis), mejor no la vea.

Para cualquier otra persona que no se encuentre en las categorías anteriores, una película imprescindible.
31 de enero de 2014
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Segunda enseñanza” narra la historia de Pilar Beltrán, una profesora de historia de bachillerato atormentada por un pasado que no acaba de cerrar, y de las personas del instituto de enseñanza experimental de Oviedo en el que entra a trabajar.

Madre soltera y alcohólica, Pilar tiene que adaptarse a una forma de enseñar basada en la libertad de expresión y en la participación de los alumnos muy diferente de la suya. También tendrá que adaptarse a Jandro, director y alma mater del colegio que, como si de un Robert Owen ochentero se tratara, ha puesto sus ahorros y todas sus energías al servicio de un sueño utópico: proporcionar una enseñanza excelente, no dogmática y que fomente el pensamiento crítico y los valores de la libertad, la igualdad y la tolerancia entre los jóvenes. El sueño, en definitiva, de aquellos docentes de la naciente democracia española que aspiraban a recoger el testigo, aunque fuese a título individual, de la malograda Institución Libre de Enseñanza para comenzar a recuperar el tiempo perdido durante los cuarenta años de dictadura franquista.

A lo largo de los capítulos Pilar va haciendo frente a sus problemas del presente y del pasado al tiempo que se muestra, a través de pequeñas historias relacionadas con el colegio, los conflictos generacionales y los tabúes y trabas al desarrollo personal tan presentes en la sociedad española de entonces. No elude Ana Diosdado en su soberbio guión temas tan espinosos para la época (¡algunos también hoy día!) como el adulterio, la homosexualidad, el aborto o la adicción (de adultos y menores) a las drogas. En este aspecto, además de entretenida, la serie es un documento sociológico de gran interés.

Viendo los capítulos de “Segunda enseñanza”, es inevitable sentir pena por el empobrecimiento del debate educativo actual en España. Ya ni siquiera se discute si se puede alcanzar la excelencia sin fomentar la competitividad, o si es lícito hacer negocio con la educación de los jóvenes. Mucho menos acerca de cómo fomentar el pensamiento crítico al mismo tiempo que el respeto y la tolerancia --la escena del debate acerca del significado de la navidad entre un cura de izquierdas y un alumno agnóstico hoy sería simplemente impensable. Tanto, como lo es un aula repleta de chicos y chicas escuchando atentamente, y en silencio, una conferencia sobre… sexualidad.

En definitiva, una serie muy interesante y de gran calidad, a pesar del bajo presupuesto con que fue rodada, prácticamente de serie B. A destacar el espléndido reparto, encabezado por un Juan Diego impresionante en su papel de Jandro y por un siempre excelente Héctor Alterio, y apoyado por unos secundarios de lujo (Carlos Larrañaga borda su papel de parado de larga duración) y por unos jovencísimos Jorge Sanz, Amparo Larrañaga, Aitana Sánchez Gijón, Javier Bardem, Maribel Verdú, Gabino Diego, Silvia Marsó… que pronto comenzarían a escribir sus propias líneas en la historia del cine español.
24 de marzo de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si, como dice Mark Cousins en su "Historia del cine: una odisea", el cine es el arte de recrear y transmitir sentimientos, quizas ésta no sea una película tan mala como me ha parecido a mí. Porque, si de lo que se trataba era de recrear el estado de soberano aburrimiento de un astronauta abandonado a su suerte en la Estación Espacial Internacional, el director de este bodrio lo ha logrado con creces. Quien busque una película de ciencia ficción, encontrará una mala imitación de 2001. Quien se conforme con un poco de entretenimiento, que se prepare para una tortura aún mayor porque el guión es flojísimo, la dirección pésima y, además, tendrá que soportar al mismo actor, hablando solo, durante el 90% del metraje. Lo único que se salva es la fotografía, que es de bastante calidad, aunque tampoco es muy original que digamos porque es la típica de cualquier catálogo industrial o anuncio corporativo de una multinacional.
8 de octubre de 2013
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de ver un peliculón que me atrevo a decir pasará a la historia como la primera vez (con el permiso de Avatar) que un autor aprovecha toda la capacidad de la tecnología de filmación en 3D para contar algo nuevo, importante y hermoso que, sin esa tecnología, no hubiera sido posible contar.

El argumento es sencillo: los integrantes de una misión de un transbordador espacial en la órbita terrestre sufren un accidente inesperado y catastrófico que les obliga a luchar por su supervivencia. Nada parece indicar que de un planteamiento tan poco original pueda nacer una gran obra cinematográfica y, sin embargo, Alfonso Cuarón lo logra.

Porque la epopeya de la lucha por la supervivencia del Comandante Kowalsky y la Dra. Stone (interpretados brillantemente por George Clooney y Sandra Bulock, respectivamente) no es más que una excusa para sumergirnos en un asombroso viaje sensorial hacia la ingravidez.
Sin exagerar, al acabar de ver "Gravity" uno se da cuenta de que, realmente, ha estado experimentando una cierta sensación de ingravidez. Pero ¿cómo lo consigue?

Fundamentalmente, gracias a la genial dirección de Alfonso Cuarón que, sin dejar de tomarse algunas licencias para mantener la tensión narrativa, prescinde, de manera selectiva, de ciertos topicazos del género y utiliza la tecnología de filmación en 3D con gran inteligencia.

A esto hay que sumarle la extraordinaria fotografía de Emmanuel Lubezki, que nos muestra unas bellísimas imágenes del planeta Tierra desde el espacio (huracanes y auroras boreales incluidas) y también cuidadísimos detalles de los objetos pequeños que nos permiten sentir consistencias, temperaturas, texturas...

Al final del viaje, es imposible no pararse a pensar en la fragilidad de la vida en el inmenso vacío del espacio, y en la enorme suerte que tenemos de poder disfrutar de la gravedad y belleza del pequeño planeta azul que habitamos.

Para explicar mejor todo esto hay que adelantar detalles que arruinarían la visualización del film a quien no lo haya visto ya, así que sigo más abajo en el "spoiler".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Desde el primer momento de la primera escena la cámara nos hace flotar en el espacio como si fuéramos un astronauta más de la tripulación. Alfonso Cuarón no se molesta en presentarnos (como en tantas películas de desastres espaciales) el resto de la tripulación, o sus familiares en la Tierra, para ir preparando y amplificar el dramatismo de la escena en que todos ellos perecen víctimas de la lluvia de basura espacial. Como tampoco se molesta en mostrarnos el personal de tierra de la NASA, que apenas es una voz lejana que avisa de la catástrofe inminente en los momentos iniciales de la tragedia.

Combina la omisión de esos detalles accesorios con un uso muy personal de la filmación en 3D, y lo hace con una clara intención: mantener al espectador flotando en el espacio durante hora y media, hacernos asistir a una coreografía tridimensional que termina por envolvernos, por hacernos parte de ella.

Solo nos damos cuenta de hasta qué punto el director ha conseguido que experimentemos la ausencia de gravedad cuando, en la escena final, la Dra. Stone, exhausta, alcanza por fin la orilla de la playa. Es entonces cuando descubrimos que, como ella, no podemos levantarnos, que debemos arrastrarnos por la arena y tambalearnos hasta, por fin, pisar con decisión la tierra firme. Sólo entonces sentimos todo el peso de su increible hazaña... ¡y el de la gravedad!

Si el Cine con mayúsculas es el arte de combinar la tecnología audiovisual existente con la capacidad interpretativa de los actores para transmitir sensaciones al público, "Gravity" es Cine con mayúsculas. No se la pierdan (¡en 3D!).
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