Tras finalizar el visionado de "El Padrino", uno se queda con la sensación de haber contemplado un extenso alarde de estilo más que una película propiamente dicha. El film de Coppola se recrea en una atmósfera épico-trágica ciertamente muy singular, pero adolece de algo consistente tras un tono ténebre y una banda sonora tan insistente que resulta cargante.

Los personajes no dejan de ser los clásicos clichés mafiosos, el sabio consejero, el despiadado ejecutor, el jóven irreflexivo, el cobarde, el capo venerable. Ninguno de ellos experimenta evolución ni cambio reseñable desde la irregular -por excesivamente larga y cargada de detalles prescindibles- presentación, que es pese a todo de lo poco rescatable de la película argumentalmente. Tan sólo el protagonista, sufre una risible y repentina transformación. De nuevo molesta el hecho de que los responsables de la obra prefieran concentrar sus esfuerzos en la puesta en escena y la creación de un tono y universo personales y descuiden el desarrollo de la historia, que avanza mediante giros de guión efectistas e inverosímiles.

Como inverosímil resulta un argumento totalmente ilógico, en el que tras el arranque y presentación, un supuestamente poderoso imperio del crimen es derribado con insultante facilididad y rapidez. Tampoco existe conexión coherente entre el tempo del film y el tiempo de la historia, gran ejemplo de ello todo el tramo final, sin duda muy precipitado. Los intérpretes apenas transmiten y demuestran poca fe en dicha historia, más preocupados por aparentar talento que por dotar de alma a los personajes, valga de ejemplo el personaje de Marlon Brando, del que sabemos que tiene clase, principios y mala salud desde los 5 minutos de metraje, y de ahí no pasa. Proporciona satisfacción facilona e inmediata a aquellos que disfrutan de actuaciones soberbias y exhibicionistas, con aquello de la improvisación y la interactuación con el entorno, sin embargo el actor fracasa, o ni siquiera lo intenta, en el momento de mostrar emociones y hacer creíble al Don. Y es que, repito, la profundidad brilla por su ausencia en "El Padrino", maquillado esto por el lujo de la fotografía y los decorados, que suponen el único punto de interés de la cinta.

Sin duda el valor de "El Padrino" es meramente visual, supone un envoltorio brillante para un paquete vacío. Debido a su fama y eficacia estética, parte reconocible de la cultura popular, funciona como método de acercamiento al cine, pero más alla de eso poco o nada aporta. Interpretaciones superficiales, caracteres inanes, ritmo irregular, guión deshilachado y absurdo. Destacable también un arranque que podría servir como guía básica, muy básica, del mundo de la mafia, del que al término de la obra, nada nuevo e interesante conocemos, pues ésta se empeña en no penetrar más alla de la superficie y dejarnos con ganas de comprender el sistema, mentalidad, motivaciones y quehaceres mafiosos. Gracias a dios para ello existen otras obras.