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6.0
5,991
1
27 de enero de 2025
27 de enero de 2025
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que me sorprende es ver las diferencias de opinión que hay entre la crítica profesional y la crítica popular, la que refleja los verdaderos gustos y opiniones de los que no cobramos por ellas.
Es una película que cierne en torno a una idea que una noche de amigos con dos botellas de buen whisky podrían considerar el descubrimiento de la esencia de la vida: Nos vamos a divorciar y lo queremos celebrar. Menuda gilipollez, aunque se le quiera dar una pátina cultureta, incluido el oráculo, D. Fernando Trueba, que toma papel importante en la película.
Que no! Que no pasa nada! No tiene historia que contar, es sosa, aburrida. Es –permítaseme- una vacuidad vacía. Ni siquiera el recurso de incluir en el argumento el rodaje de la propia película. Eso ya lo vi magistralmente en la serie “aquí no hay quien viva”. Que me parece bien usarlo; pero no tan sosamente.
Ah! Y eso que acude al cameo de los protagonistas de "Los Años Nuevos", que no tiene nada que ver. Eso si es calidad y acierto!
Por cierto, la diferencia entre los críticos profesionales y el público llano sólo la puedo entender en que criticar a algún elemento Trueba puede tener consecuencias…Y, al final, hay que comer todos los días.
Es una película que cierne en torno a una idea que una noche de amigos con dos botellas de buen whisky podrían considerar el descubrimiento de la esencia de la vida: Nos vamos a divorciar y lo queremos celebrar. Menuda gilipollez, aunque se le quiera dar una pátina cultureta, incluido el oráculo, D. Fernando Trueba, que toma papel importante en la película.
Que no! Que no pasa nada! No tiene historia que contar, es sosa, aburrida. Es –permítaseme- una vacuidad vacía. Ni siquiera el recurso de incluir en el argumento el rodaje de la propia película. Eso ya lo vi magistralmente en la serie “aquí no hay quien viva”. Que me parece bien usarlo; pero no tan sosamente.
Ah! Y eso que acude al cameo de los protagonistas de "Los Años Nuevos", que no tiene nada que ver. Eso si es calidad y acierto!
Por cierto, la diferencia entre los críticos profesionales y el público llano sólo la puedo entender en que criticar a algún elemento Trueba puede tener consecuencias…Y, al final, hay que comer todos los días.

7.1
19,913
9
24 de enero de 2025
24 de enero de 2025
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 47
Conmovedora y profundamente actual, El 47 es un relato ejemplarizante de la migración interna en la España de los años 50 y 60. Marcel Barrena, con su precisa dirección, ofrece una obra que no solo retrata con sensibilidad una historia pasada, sino que interpela directamente al espectador contemporáneo. La película pone el foco en esas familias que, expulsadas de sus tierras natales por la pobreza (“Fuimos expulsados por Extremadura”, lamenta el protagonista), emprendieron un camino de sacrificio hacia las grandes ciudades como Madrid o Barcelona, en busca de un sitio que les sería negado por el egoísmo y la indiferencia del establishment de esas mismas urbes.
La narrativa de El 47 denuncia de manera contundente la insensibilidad de unas ciudades que prosperaron gracias al esfuerzo invisible de los migrantes, pero que les dieron la espalda cuando estos clamaron por un lugar digno en el que vivir. La lucha vecinal que se retrata, inspirada en hechos reales como los de Torre Baró en Barcelona o la "Memoria Vinculante" de Orcasitas en Madrid, constituye el corazón de esta historia: una resistencia colectiva que se alzó contra la injusticia y el abandono.
La interpretación de Eduard Fernández como Manolo Vita, el conductor del autobús, es magistral. Fernández dota a su personaje de una humanidad tan palpable que cada gesto y cada mirada se convierten en un testimonio de la lucha por la dignidad. El resto del elenco también brilla por su autenticidad, sin un solo ademán fuera de lugar, logrando una química que eleva la verosimilitud del relato.
Uno de los mayores aciertos de Barrena es mantener la vigencia del mensaje. Aunque la historia se sitúa hace casi medio siglo, el paralelismo con la actualidad es inevitable. Las grandes ciudades siguen creciendo, extendiéndose hacia los extrarradios donde miles de familias se ven obligadas a asentarse en barrios que carecen de servicios esenciales. Hoy, barrios como El Cañaveral en Madrid –con más de 23.000 vecinos– se enfrentan al mismo abandono institucional, reclamando centros educativos, transporte público, sanidad y otras necesidades básicas que les permitan vivir con la dignidad que merecen.
El 47 no solo es una lección de historia, sino también un espejo de nuestra realidad presente. La película subraya que, aunque las profesiones hayan cambiado –hoy los migrantes pueden ser informáticos, ingenieros o profesores–, la lucha sigue siendo la misma: el derecho a una vida digna. Y es precisamente en ese eco de resistencia donde radica su fuerza emotiva y su importancia social. Una obra estupenda para entender cómo el pasado persiste, y cómo la dignidad de las personas no debe dejarse nunca a la decisión o no decisión de los gobernantes.
Conmovedora y profundamente actual, El 47 es un relato ejemplarizante de la migración interna en la España de los años 50 y 60. Marcel Barrena, con su precisa dirección, ofrece una obra que no solo retrata con sensibilidad una historia pasada, sino que interpela directamente al espectador contemporáneo. La película pone el foco en esas familias que, expulsadas de sus tierras natales por la pobreza (“Fuimos expulsados por Extremadura”, lamenta el protagonista), emprendieron un camino de sacrificio hacia las grandes ciudades como Madrid o Barcelona, en busca de un sitio que les sería negado por el egoísmo y la indiferencia del establishment de esas mismas urbes.
La narrativa de El 47 denuncia de manera contundente la insensibilidad de unas ciudades que prosperaron gracias al esfuerzo invisible de los migrantes, pero que les dieron la espalda cuando estos clamaron por un lugar digno en el que vivir. La lucha vecinal que se retrata, inspirada en hechos reales como los de Torre Baró en Barcelona o la "Memoria Vinculante" de Orcasitas en Madrid, constituye el corazón de esta historia: una resistencia colectiva que se alzó contra la injusticia y el abandono.
La interpretación de Eduard Fernández como Manolo Vita, el conductor del autobús, es magistral. Fernández dota a su personaje de una humanidad tan palpable que cada gesto y cada mirada se convierten en un testimonio de la lucha por la dignidad. El resto del elenco también brilla por su autenticidad, sin un solo ademán fuera de lugar, logrando una química que eleva la verosimilitud del relato.
Uno de los mayores aciertos de Barrena es mantener la vigencia del mensaje. Aunque la historia se sitúa hace casi medio siglo, el paralelismo con la actualidad es inevitable. Las grandes ciudades siguen creciendo, extendiéndose hacia los extrarradios donde miles de familias se ven obligadas a asentarse en barrios que carecen de servicios esenciales. Hoy, barrios como El Cañaveral en Madrid –con más de 23.000 vecinos– se enfrentan al mismo abandono institucional, reclamando centros educativos, transporte público, sanidad y otras necesidades básicas que les permitan vivir con la dignidad que merecen.
El 47 no solo es una lección de historia, sino también un espejo de nuestra realidad presente. La película subraya que, aunque las profesiones hayan cambiado –hoy los migrantes pueden ser informáticos, ingenieros o profesores–, la lucha sigue siendo la misma: el derecho a una vida digna. Y es precisamente en ese eco de resistencia donde radica su fuerza emotiva y su importancia social. Una obra estupenda para entender cómo el pasado persiste, y cómo la dignidad de las personas no debe dejarse nunca a la decisión o no decisión de los gobernantes.
9
6 de enero de 2025
6 de enero de 2025
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La serie Los Años Nuevos se presenta como una obra audiovisual que trasciende las expectativas de una narrativa convencional, logrando una experiencia inmersiva profundamente humana y conmovedora. Con un formato de diez capítulos, esta creación logra capturar una década completa en la vida de sus protagonistas, Ana y Óscar, desde los 30 hasta los 40 años. Cada capítulo es un reflejo de cómo las circunstancias y decisiones, propias y externas, moldean nuestras vidas.
Una narrativa honesta y poética
El guion se destaca por su autenticidad y capacidad para captar al espectador. Los diálogos no sólo son fluidos y verosímiles, sino que revelan capas emocionales que enriquecen la trama. La dirección de Rodrigo Sorogoyen es impecable, combinando elegancia visual con un enfoque profundamente humano, logrando escenas que, por su realismo, se sienten casi palpables.
La serie no teme explorar los matices más complejos de la existencia: las contradicciones, los errores y la vulnerabilidad de sus personajes. Este enfoque, lejos de idealizar a los protagonistas, los hace profundamente reales. Ana y Óscar (Iria del Río y Francesco Carril) no son héroes perfectos; son seres humanos moldeados por el amor, el dolor, la incertidumbre y las circunstancias.
Actuaciones magistrales
El corazón de Los Años Nuevos son las interpretaciones de sus actores principales, Ana y Óscar, quienes entregan actuaciones que combinan sutileza y fuerza emocional. Su química en pantalla es tangible desde el primer encuentro, especialmente en esa noche de Año Nuevo en la que se conocen y comparten una conexión que trasciende lo físico. La escena de intimidad mencionada es un ejemplo perfecto de cómo retratar el amor sexual con realismo, elegancia y sensibilidad. Lejos de ser un mero recurso narrativo, esta escena destaca por su mensaje de entendimiento y mutua empatía, dejando una lección que trasciende lo meramente romántico.
Poesía y humanidad
Más allá de su narrativa, la serie roza lo poético. La cinematografía, el uso del tiempo y el espacio, y la profundidad emocional transmiten una sensación de conexión con lo universal. Cada episodio se siente como un poema visual que habla de las emociones humanas en todas sus formas: el amor, la pérdida, la lealtad, la pasión y la inevitabilidad del cambio.
En este sentido,Los Años Nuevos es una exploración de la vida misma, con sus luces y sombras, que captura la esencia de lo imperfecto y lo efímero. Como espectadores, somos testigos de los momentos más íntimos de los personajes, y su vulnerabilidad nos invita a reflexionar sobre nuestras propias experiencias y emociones. Se nos presentan varios ejemplos de LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER (Kundera).
Conclusión
Los Años Nuevos no es sólo una serie; es una obra que invita a sentir, reflexionar y vivir junto a sus protagonistas. A través de su dirección brillante, actuaciones sinceras y una narrativa llena de humanidad, la serie logra ser una experiencia inmersiva que queda en el corazón del espectador. Es un recordatorio de que, en el tránsito de la vida, somos tanto nuestros propios constructores como víctimas de las circunstancias, y en ese equilibrio radica la belleza de lo humano.
Una narrativa honesta y poética
El guion se destaca por su autenticidad y capacidad para captar al espectador. Los diálogos no sólo son fluidos y verosímiles, sino que revelan capas emocionales que enriquecen la trama. La dirección de Rodrigo Sorogoyen es impecable, combinando elegancia visual con un enfoque profundamente humano, logrando escenas que, por su realismo, se sienten casi palpables.
La serie no teme explorar los matices más complejos de la existencia: las contradicciones, los errores y la vulnerabilidad de sus personajes. Este enfoque, lejos de idealizar a los protagonistas, los hace profundamente reales. Ana y Óscar (Iria del Río y Francesco Carril) no son héroes perfectos; son seres humanos moldeados por el amor, el dolor, la incertidumbre y las circunstancias.
Actuaciones magistrales
El corazón de Los Años Nuevos son las interpretaciones de sus actores principales, Ana y Óscar, quienes entregan actuaciones que combinan sutileza y fuerza emocional. Su química en pantalla es tangible desde el primer encuentro, especialmente en esa noche de Año Nuevo en la que se conocen y comparten una conexión que trasciende lo físico. La escena de intimidad mencionada es un ejemplo perfecto de cómo retratar el amor sexual con realismo, elegancia y sensibilidad. Lejos de ser un mero recurso narrativo, esta escena destaca por su mensaje de entendimiento y mutua empatía, dejando una lección que trasciende lo meramente romántico.
Poesía y humanidad
Más allá de su narrativa, la serie roza lo poético. La cinematografía, el uso del tiempo y el espacio, y la profundidad emocional transmiten una sensación de conexión con lo universal. Cada episodio se siente como un poema visual que habla de las emociones humanas en todas sus formas: el amor, la pérdida, la lealtad, la pasión y la inevitabilidad del cambio.
En este sentido,Los Años Nuevos es una exploración de la vida misma, con sus luces y sombras, que captura la esencia de lo imperfecto y lo efímero. Como espectadores, somos testigos de los momentos más íntimos de los personajes, y su vulnerabilidad nos invita a reflexionar sobre nuestras propias experiencias y emociones. Se nos presentan varios ejemplos de LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER (Kundera).
Conclusión
Los Años Nuevos no es sólo una serie; es una obra que invita a sentir, reflexionar y vivir junto a sus protagonistas. A través de su dirección brillante, actuaciones sinceras y una narrativa llena de humanidad, la serie logra ser una experiencia inmersiva que queda en el corazón del espectador. Es un recordatorio de que, en el tránsito de la vida, somos tanto nuestros propios constructores como víctimas de las circunstancias, y en ese equilibrio radica la belleza de lo humano.
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