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Documental

6.0
282
6
11 de abril de 2022
11 de abril de 2022
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho se ha escrito y contado sobre la relación de los Beatles con la India, tanto que es difícil añadir algo nuevo a lo ya dicho. El documental The Beatles y la India, estrenado ahora en cines, al menos lo intenta. Aporta sobretodo imágenes actuales de los lugares que frecuentaron los de Liverpool en su estancia a finales de los sesenta, así como testimonios de personas que se cruzaron con ellos. Ese es quizás el valor más importante de la cinta del autor y periodista político indio Ajoy Bose.
Por otra parte, el documental carece de las canciones de los Beatles al no poseer los derechos de las mismas y eso juega en su contra. Por muy conocidas que sean estas canciones, resulta extraño que se nombren pero no se oigan.
Si algo aparta de nuevo este documental es poder ver entre otras cosas la enorme influencia que el paso de los Beatles dejaron en muchos grupos locales. Los lugares por dónde transitaron sirven hoy como atracción para turistas. En especial el ashram donde se alojaron para recibir las enseñanzas de Maharishi Mahesh Yogi.
Sin duda, aparte de Harrison, quien mejor aprovechó su tiempo en India fue John Lennon. Llegó con una fuerte adicción a las drogas y terminó mucho más relajado gracias a la meditación. Además, aprovechó su tiempo allí para componer canciones como Dear Prudence, dedicada a la hermana de Mia Farrow, quien también había viajado junto con el cuarteto. Otros que también acompañaron a los Beatles en su aventura oriental, fueron Mike Love de los Beach Boys y Donovan, aunque su presencia en el documental es prácticamente nula.
Por otra parte, el documental carece de las canciones de los Beatles al no poseer los derechos de las mismas y eso juega en su contra. Por muy conocidas que sean estas canciones, resulta extraño que se nombren pero no se oigan.
Si algo aparta de nuevo este documental es poder ver entre otras cosas la enorme influencia que el paso de los Beatles dejaron en muchos grupos locales. Los lugares por dónde transitaron sirven hoy como atracción para turistas. En especial el ashram donde se alojaron para recibir las enseñanzas de Maharishi Mahesh Yogi.
Sin duda, aparte de Harrison, quien mejor aprovechó su tiempo en India fue John Lennon. Llegó con una fuerte adicción a las drogas y terminó mucho más relajado gracias a la meditación. Además, aprovechó su tiempo allí para componer canciones como Dear Prudence, dedicada a la hermana de Mia Farrow, quien también había viajado junto con el cuarteto. Otros que también acompañaron a los Beatles en su aventura oriental, fueron Mike Love de los Beach Boys y Donovan, aunque su presencia en el documental es prácticamente nula.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo que comenzó de forma idílica se fue volviendo poco a poco más oscuro cuando se descubrió que el Maharishi además de acostarse con muchas de sus discípulas, utilizaba la imagen de los Beatles para promocionar la suya. La relación termino de forma abrupta y Lennon aprovechó para componer una canción como Sexie Sadie cargada de mala uva hacia el gurú.
El final de la cinta muestra sin embargo que al final de sus días los Beatles se reconciliaron con el Yogi. Sobretodo Harrison y posteriormente también McCartney. Realmente resulta curioso y hasta entrañable ver la imágenes de un Maharishi ya abuelete.
El final de la cinta muestra sin embargo que al final de sus días los Beatles se reconciliaron con el Yogi. Sobretodo Harrison y posteriormente también McCartney. Realmente resulta curioso y hasta entrañable ver la imágenes de un Maharishi ya abuelete.
Documental

7.3
1,643
8
2 de octubre de 2022
2 de octubre de 2022
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la decepción que supuso una película menor como Stardust, los fans de Bowie esperábamos que apareciera la película que una estrella de su grandeza se merecía. Y por fin ha llegado, no en forma de biopic, sino como algo mejor, una experiencia inmersiva visual y auditiva.
El director Brett Morgen ha tenido acceso a cientos de horas de material inédito para mostrarnos lo que todo seguidor en el fondo espera ver de su ídolo, tener acceso privilegiado a los instantes más íntimos de su vida. Sin seguir una estructura del todo lineal, a través de las imágenes vamos pasando de una etapa a otra de la carrera musical cambiante de un artista andrógino, en un momento en el que no era tan fácil serlo.
Este viaje no tiene mapa y si no se tienen unas nociones básicas sobre la vida de Bowie, es fácil perderse ya que no hay un contexto biográfico que de cierta explicación al torrente de imágenes que estamos viendo. Tan solo unas pinceladas familiares sobre su madre o su hermano Terry, cuya tragedia psíquica es fundamental para entender a David Jones. Sin apenas un prólogo inicial, a los pocos minutos ya aparece en pantalla la imagen de su personaje más icónico, Ziggy Stardust, obviando como llega a convertirse en dicho personaje. Lo mismo ocurre al principio de los noventa, donde no hay ninguna referencia a Tin Machine, un grupo que aunque denostado por algunos, sin cuya creación es difícil entender su renacer artístico tras el baño de masas que supusieron los años ochenta.
El principal valor de este documental frente a otros ya existentes del autor de Starman, es contar con la propia narración del cantante. Son sus palabras las que sirven de hilo conductor para explicarse a sí mismo en cada cambio al que asistimos. Las voces están sacadas de fragmentos de entrevistas realizadas a lo largo del tiempo, pero que puestas todas juntas intentan dar un sentido más o menos narrativo a la cinta. Al igual que ocurría en la surrealista película de Spike Jonze Cómo ser John Malkovich, aquí podemos ser Bowie por un día o al menos durante los 135 minutos que dura Moonage Daydream.
No importa mucho que algunas imagenes ya las hayamos visto en otros documentales, aquí vuelven a cobrar vida junto al resto de fotogramas no visto anteriormente. Algunas escenas pueden resultar algo dañinas para la vista, pues se juega mucho con el montaje rápido y se abusa quizás de la cantidad de referencias culturales que van desde Buñuel hasta Bergman. El frenesí visual alcanza su cenit en su etapa en Los Ángeles, donde la cocaína formaba parte de su dieta diaria.
Sin duda es el tipo de puzzle que a Bowie le hubiera gustado y que seguro también gustará a sus fans y quizás gané algunos adeptos más para la causa. Si algo se aprende después de su proyección es que la vida es un viaje en el que hay que saber adaptarse a los cambios y no quedarse quieto en ningún lugar.
El director Brett Morgen ha tenido acceso a cientos de horas de material inédito para mostrarnos lo que todo seguidor en el fondo espera ver de su ídolo, tener acceso privilegiado a los instantes más íntimos de su vida. Sin seguir una estructura del todo lineal, a través de las imágenes vamos pasando de una etapa a otra de la carrera musical cambiante de un artista andrógino, en un momento en el que no era tan fácil serlo.
Este viaje no tiene mapa y si no se tienen unas nociones básicas sobre la vida de Bowie, es fácil perderse ya que no hay un contexto biográfico que de cierta explicación al torrente de imágenes que estamos viendo. Tan solo unas pinceladas familiares sobre su madre o su hermano Terry, cuya tragedia psíquica es fundamental para entender a David Jones. Sin apenas un prólogo inicial, a los pocos minutos ya aparece en pantalla la imagen de su personaje más icónico, Ziggy Stardust, obviando como llega a convertirse en dicho personaje. Lo mismo ocurre al principio de los noventa, donde no hay ninguna referencia a Tin Machine, un grupo que aunque denostado por algunos, sin cuya creación es difícil entender su renacer artístico tras el baño de masas que supusieron los años ochenta.
El principal valor de este documental frente a otros ya existentes del autor de Starman, es contar con la propia narración del cantante. Son sus palabras las que sirven de hilo conductor para explicarse a sí mismo en cada cambio al que asistimos. Las voces están sacadas de fragmentos de entrevistas realizadas a lo largo del tiempo, pero que puestas todas juntas intentan dar un sentido más o menos narrativo a la cinta. Al igual que ocurría en la surrealista película de Spike Jonze Cómo ser John Malkovich, aquí podemos ser Bowie por un día o al menos durante los 135 minutos que dura Moonage Daydream.
No importa mucho que algunas imagenes ya las hayamos visto en otros documentales, aquí vuelven a cobrar vida junto al resto de fotogramas no visto anteriormente. Algunas escenas pueden resultar algo dañinas para la vista, pues se juega mucho con el montaje rápido y se abusa quizás de la cantidad de referencias culturales que van desde Buñuel hasta Bergman. El frenesí visual alcanza su cenit en su etapa en Los Ángeles, donde la cocaína formaba parte de su dieta diaria.
Sin duda es el tipo de puzzle que a Bowie le hubiera gustado y que seguro también gustará a sus fans y quizás gané algunos adeptos más para la causa. Si algo se aprende después de su proyección es que la vida es un viaje en el que hay que saber adaptarse a los cambios y no quedarse quieto en ningún lugar.
6
5 de febrero de 2022
5 de febrero de 2022
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de leer las críticas y de ver el trailer realmente me esperaba algo peor. Pero siendo honestos es verdad que la película se deja ver. Bien es cierto que al no poder usar las canciones de Bowie pierde algo de fuerza, ya le ocurrió lo mismo a Velvet Goldmine.
La película esta más cerca del cine indie que de una superproducción al estilo "Bohemian Rhapsody" o "Rocketman". Y eso no es necesariamente malo, pues se centra en un momento concreto de la carrera del artista, en el que todavía no se ha definido como tal y esta buscando su lugar en el mundo del espectáculo. Por otro lado, quizás ahonda demasiado en las dudas existenciales de Bowie, y aunque es cierto que estuvo muy obsesionado con la tragedia de su hermano Terry, la película incide demasiado en este aspecto, mostrando a un Bowie demasiado inseguro de sí mismo.
Tiene momentos brillantes como el homenaje inicial a 2001 y otros que parecen más bien un telefilm y esa irregularidad es la que lastra una película cuyo director tiene clara la historia que quiere contar pero que no acaba de plasmarla del todo visualmente.
Johnny Flynn hace una buena personificación del personaje y en momentos resulta realmente creíble. Lástima que no le acompañe una mejor puesta en escena.
En definitiva, una película para los amantes de la historias pequeñas sin grandes alardes espectaculares.
La película esta más cerca del cine indie que de una superproducción al estilo "Bohemian Rhapsody" o "Rocketman". Y eso no es necesariamente malo, pues se centra en un momento concreto de la carrera del artista, en el que todavía no se ha definido como tal y esta buscando su lugar en el mundo del espectáculo. Por otro lado, quizás ahonda demasiado en las dudas existenciales de Bowie, y aunque es cierto que estuvo muy obsesionado con la tragedia de su hermano Terry, la película incide demasiado en este aspecto, mostrando a un Bowie demasiado inseguro de sí mismo.
Tiene momentos brillantes como el homenaje inicial a 2001 y otros que parecen más bien un telefilm y esa irregularidad es la que lastra una película cuyo director tiene clara la historia que quiere contar pero que no acaba de plasmarla del todo visualmente.
Johnny Flynn hace una buena personificación del personaje y en momentos resulta realmente creíble. Lástima que no le acompañe una mejor puesta en escena.
En definitiva, una película para los amantes de la historias pequeñas sin grandes alardes espectaculares.

7.0
48,411
6
8 de octubre de 2017
8 de octubre de 2017
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ridley Scott acertó cuando depositó toda su confianza en Denis Villeneuve, uno de los directores actuales más interesantes, para rodar la continuación de su obra maestra. Sabedor de que no podía contentar a una generación anclada en el pasado, Villeneuve no recurre a la nostalgia sino que aporta su propia visión y por momentos el resultado es grandioso con notables aportaciones: esos hologramas, la inolvidable Joy (aunque medio robada de Her). Pero a pesar de que la ambientación es impecable, y el estilo visual idéntico a su predecesora. Adolece de su poesía y queda lastrada por un metraje excesivo y una trama que se pierde en absurdas relaciones paterno-filiales.
Aunque en algunos momentos también se puede echar de menos a Vangelis, Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch salen airosos con una banda sonora que mantiene la tensión narrativa. Por otra parte, la aportación de Harrison Ford o Edward James Olmos es meramente testimonial, sin embargo. Y el final intenta crear una empatía con los fans de la original que no consigue y se queda en un quiero y no puedo.
Aunque en algunos momentos también se puede echar de menos a Vangelis, Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch salen airosos con una banda sonora que mantiene la tensión narrativa. Por otra parte, la aportación de Harrison Ford o Edward James Olmos es meramente testimonial, sin embargo. Y el final intenta crear una empatía con los fans de la original que no consigue y se queda en un quiero y no puedo.

6.8
23,118
7
27 de junio de 2022
27 de junio de 2022
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bigger than life es el título de una película estaudounidense estrenada en 1956 y que bien podría servir para definir la vida de Elvis. Y es que los cuarenta y dos años de existencia de Elvis Aaron Presley fueron excesivos en todos los aspectos. Por eso, para narrar su historia no se puede hacer de forma convencional, se necesita a un director tan barroco como Baz Luhrmann, con un estilo tan personal que es amado por muchos y odiado por otros tantos.
El director de Moulin Rouge llevaba desde 2013 sin rodar una película, tiempo que ha dedicado a poner en pie este biopic sobre el rey del rock. Una cinta que pese a que por momentos parezca un gran videoclip alargado, sigue el esquema clásico en el que se nos muestra un héroe y un villano. Papel este último reservado para el coronel Tom Parker, personaje bastante oscuro, interpretado magistralmente por Tom Hanks. Parker fue tan responsable del éxito de Elvis como de su caída a los infiernos. Su relación es la base de la cinta, pues como si de una marioneta se tratara, va llevando a su pupilo de un lugar a otro a su propia conveniencia, desde mandarlo a Hollywood a rodar películas lamentables mientras el mundo cambiaba a su alrededor, hasta impedirle actuar en el extranjero.
Cualquiera que busque realismo en la película de Luhrmann no lo va a encontrar, para eso mejor ver un documental tan estupendo como Elvis Presley: buscador incansable de 2018. Ni tan siquiera Austin Butler, el actor que da vida a Elvis, se parece físicamente, pero tampoco es algo que llegue a importar demasiado gracias a su más que solvente interpretación. Pero aquí importa más la leyenda, el mito que la persona que se escondía detrás, que no era más que un juguete roto en manos de hienas comiendo su trozo del pastel.
Como en muchos otros biopics, se maquillan un poco los momentos más oscuros de un artista que tenía cierta ingenuidad infantil que lo llevó a ser manejado pese a la rebeldía inicial que fascinó a toda una generación. Desgraciadamente los nacidos en la era de internet no pueden llegar a comprender lo que supuso la llegada de alguien visto casi como un alienígena para la conservadora sociedad americana de los cincuenta.
El director de Moulin Rouge llevaba desde 2013 sin rodar una película, tiempo que ha dedicado a poner en pie este biopic sobre el rey del rock. Una cinta que pese a que por momentos parezca un gran videoclip alargado, sigue el esquema clásico en el que se nos muestra un héroe y un villano. Papel este último reservado para el coronel Tom Parker, personaje bastante oscuro, interpretado magistralmente por Tom Hanks. Parker fue tan responsable del éxito de Elvis como de su caída a los infiernos. Su relación es la base de la cinta, pues como si de una marioneta se tratara, va llevando a su pupilo de un lugar a otro a su propia conveniencia, desde mandarlo a Hollywood a rodar películas lamentables mientras el mundo cambiaba a su alrededor, hasta impedirle actuar en el extranjero.
Cualquiera que busque realismo en la película de Luhrmann no lo va a encontrar, para eso mejor ver un documental tan estupendo como Elvis Presley: buscador incansable de 2018. Ni tan siquiera Austin Butler, el actor que da vida a Elvis, se parece físicamente, pero tampoco es algo que llegue a importar demasiado gracias a su más que solvente interpretación. Pero aquí importa más la leyenda, el mito que la persona que se escondía detrás, que no era más que un juguete roto en manos de hienas comiendo su trozo del pastel.
Como en muchos otros biopics, se maquillan un poco los momentos más oscuros de un artista que tenía cierta ingenuidad infantil que lo llevó a ser manejado pese a la rebeldía inicial que fascinó a toda una generación. Desgraciadamente los nacidos en la era de internet no pueden llegar a comprender lo que supuso la llegada de alguien visto casi como un alienígena para la conservadora sociedad americana de los cincuenta.
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