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7.0
23,118
10
16 de marzo de 2016
16 de marzo de 2016
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Justamente son unos guantes una de las claves de la película. Cómo no. Unos guantes que protegen las manos, los dedos, el tacto. Y es que se trata de una película que se basa en el tacto, las caricias. El tacto y la mirada. Y el olfato; casi podemos oler el perfume de Carol desde nuestra butaca. También el oído es importante, y no solo por la excelente música, pues escuchar las voces de Cate y Rooney en versión original no tiene precio. Y por último, el gusto. El gusto de haber visto una obra maestra con uno de los mejores finales que recuerdo.
Al principio de la película podemos apreciar la diferencia que puede existir en la forma de tocar. Por un lado está la caricia que pone los pelos de punta con solo reposar una mano en el hombro y por el otro contemplamos unas frías palmaditas en la espalda. Y a partir de ahí la película nos arrastra a sentir. Sentir a través de las miradas de las protagonistas. Impresionante actuación de las dos pues, en cada plano que sus miradas se encuentran, se percibe el amor en estado puro. Y es que podríamos estar hablando de una de las películas más románticas de todos los tiempos, eso sí, sin caer en el exceso de edulcorante. Es una obra sobria en la que no sobra ni falta un plano.
Pero además de desprender amor, la película nos enseña la dificultad de amar a alguien de tu mismo sexo. Los cuestionamientos de la sociedad, las leyes en contra, y lo que es más triste, comprendemos que 60 años más tarde las cosas no han cambiado tanto.
Es una película claramente feminista, pues el protagonismo es de ellas. Muy simbólica una frase de Carol cuando Harge le habla de la esposa de un amigo y ella le dice el nombre de la mujer, otorgándole su merecido protagonismo. Tal vez por detalles como este no ha sido nominada a mejor película en los Oscar.
Al principio de la película podemos apreciar la diferencia que puede existir en la forma de tocar. Por un lado está la caricia que pone los pelos de punta con solo reposar una mano en el hombro y por el otro contemplamos unas frías palmaditas en la espalda. Y a partir de ahí la película nos arrastra a sentir. Sentir a través de las miradas de las protagonistas. Impresionante actuación de las dos pues, en cada plano que sus miradas se encuentran, se percibe el amor en estado puro. Y es que podríamos estar hablando de una de las películas más románticas de todos los tiempos, eso sí, sin caer en el exceso de edulcorante. Es una obra sobria en la que no sobra ni falta un plano.
Pero además de desprender amor, la película nos enseña la dificultad de amar a alguien de tu mismo sexo. Los cuestionamientos de la sociedad, las leyes en contra, y lo que es más triste, comprendemos que 60 años más tarde las cosas no han cambiado tanto.
Es una película claramente feminista, pues el protagonismo es de ellas. Muy simbólica una frase de Carol cuando Harge le habla de la esposa de un amigo y ella le dice el nombre de la mujer, otorgándole su merecido protagonismo. Tal vez por detalles como este no ha sido nominada a mejor película en los Oscar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Pero la película guarda muchos más símbolos.
En una de las escenas en que Carol, cansada, se hecha en la cama del hotel, observamos frente a la cama las maletas apiladas de menor a mayor en forma de escalera. Y esa escalera parece indicarle a la joven protagonista el camino a tomar...
También es muy metafórico el encuentro con el comerciante cuando Therese va a por el hielo. Cuando esta se va, el chico deja caer la tapa de la cubitera, y así, esta parece transformarse en un cepo en el que atrapar a las dos mujeres.
Por último, destacar la escena final. Mientras Therese busca a Carol, pasan ante ella una multitud de hombres con trajes oscuros...y como un milagro entre tanto gris, divisamos a Carol, con un traje beige y una sonrisa espectacular. Sonrisa que quedará eternamente en la retina de los que hayan disfrutado de la película. Simplemente un regalo para los sentidos.
En una de las escenas en que Carol, cansada, se hecha en la cama del hotel, observamos frente a la cama las maletas apiladas de menor a mayor en forma de escalera. Y esa escalera parece indicarle a la joven protagonista el camino a tomar...
También es muy metafórico el encuentro con el comerciante cuando Therese va a por el hielo. Cuando esta se va, el chico deja caer la tapa de la cubitera, y así, esta parece transformarse en un cepo en el que atrapar a las dos mujeres.
Por último, destacar la escena final. Mientras Therese busca a Carol, pasan ante ella una multitud de hombres con trajes oscuros...y como un milagro entre tanto gris, divisamos a Carol, con un traje beige y una sonrisa espectacular. Sonrisa que quedará eternamente en la retina de los que hayan disfrutado de la película. Simplemente un regalo para los sentidos.
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