Normalmente la acción descerebrada de la serie fast and furious se excusa por lo entretenido de la propuesta. En este caso ni siquiera hay propuesta. La película se asemeja a un trailer fan made, un pastiche de escenas inconexas que bien podrían haberse extraído de cualquier otra película y tratado de cohesionar con el simple añadido de la música. Las reapariciones de personajes son innecesarias, y las incorporaciones completamente insulsas. Estrafalaria, ridícula y lo peor de todo, aburrida.

Toda la película es un desastre que te hace sufrir a la espera de que algo la enderece, pero eso no llega a ocurrir nunca. Parece que la directora odiase la película original de 1999 y estuviese decidida a burlarse de ella de la forma más cruel, haciendo una cuarta entrega que parece una parodia de sus predecesoras. Apunta continuamente durante la primera media hora en direcciones que se perfilan como  prometedoras, un ejercicio atrevido de metacine, para acabar mostrándose como un festival de pirotecnia barata y aburrida, con escenas que resultan embarazosas de ver. El tufo a crossover entre la televisiva Sense8 y Matrix es la puntilla definitiva para que la película acabe por resultar un bodrio con formas de telefilm  desesperante del que lo único salvable es el recuerdo nostálgico de lo que supuso en la ciencia ficción la pareja Neo-Trinity.

Un comedor compulsivo de Doritos que extrañamente conserva los abdominales es enviado al futuro a luchar contra una raza alienígena e intentar regresar siendo mejor hijo y padre de familia.
El mayor error de la película es mencionar a Will Smith quién, con su estilo socarrón, habría sido un mejor protagonista para una película con un tono general demasiado serio y pretendidamente dramático para lo descerebrado del contenido. Si se visiona con el cerebro en punto muerto puede hasta disfrutarse.