Creo que la temporada de premios de este año, por razones obvias, ha sido bastante floja. Para empezar, nadie tenía mucho interés en estos Oscars y, cuando llegaron, reconozco que no había visto ni cinco películas contadas. Sin embargo, ya había una que llevaba sonando desde su lanzamiento, y era esta. 'Nomadland', la epopeya, el drama del capitalismo en estado puro. La historia de una mujer que debería estar en casa, tranquila, disfrutando de su pensión de jubilada tras toda una vida dejándose la piel en trabajos precarios y que, tras el completo desmantelamiento de su pueblo, tiene que vivir en una furgoneta cochambrosa y viajar por todo Estados Unidos en busca de trabajo aún más precario.
La premisa es potente, potentísima de hecho, para hacer una crítica al sistema en el que nos condenamos a vivir. Un sistema capitalista, basado en la acumulación, donde la gente joven apenas encuentra trabajo, donde se paga una miseria y donde el futuro siempre es incierto. Una sociedad donde lo tenemos todo, tenemos más que nuestros antepasados, y somos la generación que más antidepresivos y ansiolíticos consume.
¿Qué está fallando? 'Nomadland' tenía una bala perfecta para contestar a esa pregunta desde la crítica social y, en lugar de eso, ha decidido convertir la historia de esta pobre gente (porque, admitámoslo, nadie querría ser ellos), en una feel good movie basada en el 'yo soy así no porque el capitalismo me haya dejado en la calle, sino porque soy un alma libre'. Mentiras y más mentiras.
'Nomadland' es una historia de sufrimiento, sí, pero que no reparte culpa entre los implicados. Que muestra la pobreza, pero no juzga a quienes la provocan y que no se plantea nada más allá de lo que estás viendo. Una oportunidad desperdiciada.