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10
8 de diciembre de 2005
8 de diciembre de 2005
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
No estamos ante la típica película de misterio. Eso lo sabremos desde el principio. No existe una palpitante fotografía. No hay una banda sonora de chirriantes melodías. No hay personajes caricaturizados, ni extractos del film noir. No hay elementos a los que agarrarnos para decir que esta película es una más.
El aburrimiento matrimonial es el detonante de una espiral de encuentros y desencuentros con la incógnita que resulta tan estimulante como original. ¿Por qué dudar de un encantador vecino? Porque no es normal que abandone su apartamento de madrugada. La instigación marujil de Diane Keaton comienza como un juego para el espectador, convirtiéndose en el esqueleto de la película, que sin embargo nos retrata las desilusiones y baches comunes en un matrimonio. Las dudas acerca del futuro en común, las preguntas sobre las costumbres de pareja y su repetitiva pesadez o cómo un misterio cercano puede elevar nuestra simple curiosidad a un nivel de audacia nunca sospechado son las vértebras de la historia. El cadáver exquisito de la señora House sobrevuela la trama constantemente.
Interpretaciones desternillantes y conmovedoras, una historia intrigante, personajes perfilados al milímetro y un final que se clava en la retina convierten una idea aparentemente disparatada en una exótica mezcla de géneros que Woody Allen hace suyos con maestría. Diane Keaton inmensa, Woody Allen como siempre, y aparte de un genial Alan Alda y un villano más que interesante (Jerry Adler) está Angelica Huston con su cara de sota salvando la situación. Inolvidable.
El aburrimiento matrimonial es el detonante de una espiral de encuentros y desencuentros con la incógnita que resulta tan estimulante como original. ¿Por qué dudar de un encantador vecino? Porque no es normal que abandone su apartamento de madrugada. La instigación marujil de Diane Keaton comienza como un juego para el espectador, convirtiéndose en el esqueleto de la película, que sin embargo nos retrata las desilusiones y baches comunes en un matrimonio. Las dudas acerca del futuro en común, las preguntas sobre las costumbres de pareja y su repetitiva pesadez o cómo un misterio cercano puede elevar nuestra simple curiosidad a un nivel de audacia nunca sospechado son las vértebras de la historia. El cadáver exquisito de la señora House sobrevuela la trama constantemente.
Interpretaciones desternillantes y conmovedoras, una historia intrigante, personajes perfilados al milímetro y un final que se clava en la retina convierten una idea aparentemente disparatada en una exótica mezcla de géneros que Woody Allen hace suyos con maestría. Diane Keaton inmensa, Woody Allen como siempre, y aparte de un genial Alan Alda y un villano más que interesante (Jerry Adler) está Angelica Huston con su cara de sota salvando la situación. Inolvidable.

5.4
38,837
8
29 de agosto de 2006
29 de agosto de 2006
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando se anuncia una película de Shyamalan, es inevitable que acontezca cierto revuelo entre todos aquellos que disfrutamos del cine de terror. Con sus historias se ha destacado como un artista del misterio y el sobresalto trabajado y concienzudo, de la mímesis entre lo que nos asusta y lo que nos conmueve. Por eso, cada vez que crea una película, pensamos que vamos a pasarlo fatal como un día lo pasamos fatal con El sexto sentido. Tal vez se deba más a que escasean los directores capaces de articular relatos terroríficos que se aparten del cliché, y la sola idea de algo bien hecho hace que se nos derrita la boca. Pero eso no es culpa de Shyamalan. Tal vez se deba a que la promoción de sus películas, al menos en nuestro país, nos remite a un cine de sobresaltos continuos y gritos acelerados. Pero eso, no es culpa de Shyamalan. Shyamalan no tiene la culpa de hacer películas hermosas. Ni de alejarse de lo que se espera de él para crear cuentos tan atípicos y hermosos como el de esta ninfa moderna. Sí es cierto que tal vez el guión sea una locura, y que resulte muy difícil creerse por completo la historia dado que vivimos en un mundo cuyo horror nos tiene demasiado atrapados, y en el que lo mágico ya no parece una válvula de escape, sino algo cuyo disfrute parece tener la misión de hacernos sentir culpables. Pero esto tampoco es culpa de Shyamalan.
Pocos directores se atreverían a realizar una fábula tan rebuscada, tan completa. Una suerte de leyenda en la que no falta de nada, en la que los giros de guión son cómodos, en la que la casualidad, como solo puede ocurrir en el cine fantástico queda justificada por la propia naturaleza de lo sobrenatural y lo mágico. Y resulta que es un placer dejarse llevar por una película cuyo disfrute ha de ir ligado al abandono parcial por parte del espectador hacia lo que se le cuenta, adentrándonos en el oscuro punto clave que resulta ser un bloque de apartamentos de lo más normal, ateniéndonos sin rechistar a un mundo que se nos presenta como mágico dentro de lo mundano. Dejar que los sentidos jueguen con las imágenes y los sonidos que percibimos, con las reglas que impone la película sobre la realidad. Personajes que surgen del anodino coleteo de lo ordinario para verse afrentados como parte imprescindible de algo extraordinario. Humor, sarcasmo, algo de terror, un diseño impecable. Y como no podía se menos, esperanza, luz, algo a lo que Shyamalan nos tiene acostumbrados, una visión tan terrible como esperanzadora de lo que el hombre es y lo que es capaz de hacer cuando consigue creer en algo, dogmas aparte.
Esto, la maravilla de ver que alguien puede descomponer la realidad en añicos y después reconstruirla a su antojo, el inmenso de placer de sentir que no esta todo visto, que alguien arriesga incluso cuando pierde cosas en la apuesta, incluso cuando erra, este goce extraño que volvemos a sentir de nuevo en una sala de cine, esto, esto sí es culpa de Shyamalan. Una vez más, es su culpa...
Pocos directores se atreverían a realizar una fábula tan rebuscada, tan completa. Una suerte de leyenda en la que no falta de nada, en la que los giros de guión son cómodos, en la que la casualidad, como solo puede ocurrir en el cine fantástico queda justificada por la propia naturaleza de lo sobrenatural y lo mágico. Y resulta que es un placer dejarse llevar por una película cuyo disfrute ha de ir ligado al abandono parcial por parte del espectador hacia lo que se le cuenta, adentrándonos en el oscuro punto clave que resulta ser un bloque de apartamentos de lo más normal, ateniéndonos sin rechistar a un mundo que se nos presenta como mágico dentro de lo mundano. Dejar que los sentidos jueguen con las imágenes y los sonidos que percibimos, con las reglas que impone la película sobre la realidad. Personajes que surgen del anodino coleteo de lo ordinario para verse afrentados como parte imprescindible de algo extraordinario. Humor, sarcasmo, algo de terror, un diseño impecable. Y como no podía se menos, esperanza, luz, algo a lo que Shyamalan nos tiene acostumbrados, una visión tan terrible como esperanzadora de lo que el hombre es y lo que es capaz de hacer cuando consigue creer en algo, dogmas aparte.
Esto, la maravilla de ver que alguien puede descomponer la realidad en añicos y después reconstruirla a su antojo, el inmenso de placer de sentir que no esta todo visto, que alguien arriesga incluso cuando pierde cosas en la apuesta, incluso cuando erra, este goce extraño que volvemos a sentir de nuevo en una sala de cine, esto, esto sí es culpa de Shyamalan. Una vez más, es su culpa...
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