Es una historia que tiene como gran protagonista a la pasión, al amor por lo que se hace. Nos conduce por diversas situaciones y sensaciones que tal vez tengan la intención de hacernos concluir que la felicidad está en qué tanto disfrutamos la cotidianidad y lo orgullosos que estamos de ella.

La película es toda experiencia sensorial y emotiva. Visualmente logra adentrarnos en un París en el que todo está exaltado, pero sin embargo, no deja que éste caiga en la ficción, sino que nos cautive con cada escena y nos contextualice correctamente. Si bien el argumento no es el más interesante, y puede que no sea del gusto de todas las personas, para los amantes del cine es toda una historia conmovedora, ya que no sólo nos muestra una parte fundamental de la historia de éste arte sino también el porqué y por quién está donde está.

Nos muestra la pasión desinteresada de hacer lo que se ama y las grandes cosas que surgen de lo anterior. Quizás lo más duro que nos muestre la película es el cómo una persona se le es arrebata su esencia, su orgullo, su dignidad y felicidad si se le arrebata su pasión.

Contextualizando al cine, nos muestra porqué y por quién está donde está, y es gracias a esas personas que encuentran en éste arte una forma de ser, de vivir y de transmitir, personas que llevan su amor al mismo sin interés, y más en una época como la de película en la que el cine era más amor que dinero. Realmente conmueve el ver cómo todos esos sentimientos que nos transmite una pantalla primero fueron sentidos por quiénes los hicieron posibles.

Nos muestra la esencia del cine, un arte como consecuencia del querer hacerlo y no por el objetivo de llegar a serlo.