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SerieAnimación

6.5
53,344
Animación
7
29 de noviembre de 2013
29 de noviembre de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si lo pienso con calma, creo que esta serie me jodió la infancia.
Yo estaba apuntado al equipo de fútbol de mi barrio, con el que no ganaba ni a las chapas, pero moral no me faltaba. Todas las semanas iba unas cuantas veces a entrenar, practicaba mis lanzamientos a puerta con una obstinación casi psicótica, esperando que por lo menos de chiripa me saliera un tiro del tigre o algo así, y me mataba a correr en los partidos hasta acabar echando el bazo a los cinco minutos y pensando "si Julian Ross podía, yo también".
Ahora todos sabemos que es una serie que desafía toda lógica, pero eso un niño ni se lo plantea. Da igual que sepas que los campos de fútbol no ocupan cuartos enteros de la superficie planetaria, que aquello que decía Roberto de que había que tirar en cuanto vieras la portería era una patraña, porque en realidad las porterías se ven desde cualquier parte del terreno de juego, o que mientras saltabas a rematar un córner de cabeza no te daba tiempo a repasar mentalmente aquellos tiempos en los que ibas por la acera dando patadas a tu pelota marca "mikasa" y tu padre te gritaba "¡Niño! ¡No juegues por ahí que te va a pillar un coche!" (hablaré de ello en el spoiler).
Pero vayamos al grano:
Esto va de un chico al que llamamos Oliver Atom (pero que en realidad se llama Tsubasa), que es un poco mezcla de Djalminha, Juninho Pernambucano y Gareth Bale, pero en niño; y de sus progresos en las categorías inferiores de la liga japonesa (país de gran tradición balompédica). Entre las visicitudes del joven talento (y los momentos más memorables de la serie) está su eterna lucha con un gitano de su barrio que tampoco la tocaba mal, porque se iba a entrenar a una playa solitaria con un señor mayor con problemas de alcoholismo.
Y el argumento no es lo más desconcertante...
Yo estaba apuntado al equipo de fútbol de mi barrio, con el que no ganaba ni a las chapas, pero moral no me faltaba. Todas las semanas iba unas cuantas veces a entrenar, practicaba mis lanzamientos a puerta con una obstinación casi psicótica, esperando que por lo menos de chiripa me saliera un tiro del tigre o algo así, y me mataba a correr en los partidos hasta acabar echando el bazo a los cinco minutos y pensando "si Julian Ross podía, yo también".
Ahora todos sabemos que es una serie que desafía toda lógica, pero eso un niño ni se lo plantea. Da igual que sepas que los campos de fútbol no ocupan cuartos enteros de la superficie planetaria, que aquello que decía Roberto de que había que tirar en cuanto vieras la portería era una patraña, porque en realidad las porterías se ven desde cualquier parte del terreno de juego, o que mientras saltabas a rematar un córner de cabeza no te daba tiempo a repasar mentalmente aquellos tiempos en los que ibas por la acera dando patadas a tu pelota marca "mikasa" y tu padre te gritaba "¡Niño! ¡No juegues por ahí que te va a pillar un coche!" (hablaré de ello en el spoiler).
Pero vayamos al grano:
Esto va de un chico al que llamamos Oliver Atom (pero que en realidad se llama Tsubasa), que es un poco mezcla de Djalminha, Juninho Pernambucano y Gareth Bale, pero en niño; y de sus progresos en las categorías inferiores de la liga japonesa (país de gran tradición balompédica). Entre las visicitudes del joven talento (y los momentos más memorables de la serie) está su eterna lucha con un gitano de su barrio que tampoco la tocaba mal, porque se iba a entrenar a una playa solitaria con un señor mayor con problemas de alcoholismo.
Y el argumento no es lo más desconcertante...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo interesante de toda la serie es que, aunque de pequeño lo flipas, si te la encuentras de mayor te das cuenta de que, efectivamente, el señor Hiroyoshi Mitsunobu no tiene ni puta idea ni de qué forma tiene un balón. ¿Por qué? Pues no sé, será por...
- Planteamiento táctico: Si en esta serie hay un contraataque, menos el portero suben todos (y a veces si el portero es Benji o Ed Warner también suben). Y los contrarios, cuando ven al que lleva la pelota van todos en tromba, tirándose en segada todos a la vez desde todas las direcciones posibles. Ve esto Mourinho y le da un síncope.
- Estrategia a balón parado: Aquí es casi obligatorio hablar de los gemelos Derrick (que no sé cómo se llamaban en realidad) y su catapulta infernal. Ves a un tío encaramarse encima de su hermano y pegar un salto hasta la altura de las tribunas para rematar un centro, y dices "¡cómo mola!", mientras el tío que cuelga el balón está viviendo un auténtico drama, porque... ¿qué pasa si el centro le sale pasado?
- Las propias leyes de la física: Para qué decir más...
Como conclusión, se rumorea que al final de toda la serie Oliver/Tsubasa era un pobre parapléjico que lo había soñado todo después de ser atropellado por un camión en el primer capítulo por ir dando por culo con la pelotita por la calle... final que sería más bien una puñalada a las entrañas del niño que aún vive en mi interior. No obstante, en esa hebra que separa la realidad de la leyenda urbana es donde radicaría la diferencia entre el drama realista vivido en la mente de un joven, y la entrañable y gran experiencia lisérgica que supuso para mí pasarme las tardes flipándome con "Oliver y Benji".
- Planteamiento táctico: Si en esta serie hay un contraataque, menos el portero suben todos (y a veces si el portero es Benji o Ed Warner también suben). Y los contrarios, cuando ven al que lleva la pelota van todos en tromba, tirándose en segada todos a la vez desde todas las direcciones posibles. Ve esto Mourinho y le da un síncope.
- Estrategia a balón parado: Aquí es casi obligatorio hablar de los gemelos Derrick (que no sé cómo se llamaban en realidad) y su catapulta infernal. Ves a un tío encaramarse encima de su hermano y pegar un salto hasta la altura de las tribunas para rematar un centro, y dices "¡cómo mola!", mientras el tío que cuelga el balón está viviendo un auténtico drama, porque... ¿qué pasa si el centro le sale pasado?
- Las propias leyes de la física: Para qué decir más...
Como conclusión, se rumorea que al final de toda la serie Oliver/Tsubasa era un pobre parapléjico que lo había soñado todo después de ser atropellado por un camión en el primer capítulo por ir dando por culo con la pelotita por la calle... final que sería más bien una puñalada a las entrañas del niño que aún vive en mi interior. No obstante, en esa hebra que separa la realidad de la leyenda urbana es donde radicaría la diferencia entre el drama realista vivido en la mente de un joven, y la entrañable y gran experiencia lisérgica que supuso para mí pasarme las tardes flipándome con "Oliver y Benji".
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