Después de verla en el cine en su momento, volví a verla. Sigo pensando que se agradece que hoy en día aun se puedan ver películas que valgan la pena y ésta es una de ellas.

La ambientación de la época me pareció excelente, bastante cuidadosa y detallista, ya sea en las esculturas policromadas, vestimenta, edificios de gran belleza y la mezcla de las distintas culturas existentes dentro de un marco político, religioso y social convulso.

Los planos se alejan de lo convencional, especialmente en los que la cámara sobrevuela el foco de la acción mientras que la ignorancia, la terquedad y la fe ciega son partícipes de la destrucción del saber antiguo, con un salvajismo analfabeto latente. En este preciso momento, la cámara nos aleja de ello mostrándonos la pequeñez de la humanidad delante la grandeza del mundo que nos rodea, el conocimiento y la ciencia. Es un buen contraste (a pesar que los que tenía al lado decían que los planos a lo “Google Earth” les mareaban y les aburrían).

La interpretación de Rachel Weisz es brillante y las divagaciones científicas de su personaje Hypatia son magníficas, disfruté mucho escuchándolas y para nada se me hizo pesado, ya me hubiese encantado ir a su preestreno en Cannes. Dentro de una sociedad convulsa como la de entonces se agradece que alguien se cuestione el mundo y lo que le rodea, cuando cada vez las creencias se van preestableciendo y todo lo que se exceda o se oponga a lo reglado es violentamente despreciado y negado. La filosofa Hypatia es un atisbo de razón poco antes del advenimiento del Cristianismo y al Oscurantismo de la Edad Media, en el que el libre pensamiento se cercenó de tal modo que hubo un retroceso y estancamiento científico. Cuanto daño hizo la fe ciega y la ignorancia (y cuanto daño sigue haciendo).

Sin embargo, con la Iglesia puede verse algo imparcial, ya que su visión es más crítica y no objetiva con los hechos históricos. Aun así, la película se puede ver.