En Inglaterra, Dickens, en Francia, Balzac y me atrevo a decir que en España, un poco más tarde, Galdós. Son los grandes cronistas del siglo XIX. Los que nos cuentan la historia en minúscula. La que no aparece en los libros de texto pero que muestra realmente lo que pasaba en su tiempo. Y el mejor ejemplo lo tenemos aquí, de manera gloriosa. Adaptación de la novela homónima de Balzac la película es grandiosa, suntuosa, majestuosa. Relata la vida y andanzas de Lucien de Rubempré, un joven poeta de provincias que intenta triunfar en la Francia de Napoleón II.
Amor romántico, libertinaje cortesano, el nacimiento del “periodismo”, intrigas, pasiones, bailes, corpiños, teatro, todo en una superproducción con un presupuesto colosal que se refleja en un casting magnífico y una dirección artística sobresaliente. Como buen clásico, describe perfectamente a la sociedad actual. El año pasado se llevó siete premios César incluido el de mejor película. Allez la France.

Cuando una historia es tan abrumadora, los hechos tan reprobables y heroicos en su contestación puede parecer que hacer una gran película resulta muy fácil. En absoluto. Y ejemplos tenemos, y muchos. Aquí el resultado es sobresaliente. El fiscal Strassera tuvo la valentía de acusar, sin dejar de recibir presiones y amenazas, a los militares argentinos que consintieron la tortura, el asesinato y la represión feroz, clandestina y cobarde contra miles de personas durante la dictadura. Ricardo Darín incuestionable, la dirección sublime de Mitre consigue que sea una película que provoca rabia y dolor pero al mismo tiempo en la que no falta el humor. Como buena película de juicios además es muy entretenida. No os la perdáis. Ojalá en España hubiéramos tenido un juicio así basado en tres pilares: reparación, justicia y memoria. Nunca más.