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Críticas 55
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
28 de octubre de 2012
40 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás el ritmo de la película pueda desconcertar un poco al inicio, hasta que uno se acostumbra a los tiempos de Östlund (los tiempos de él no son los de otros realizadores). La cámara fija en un ámbito o paisaje estático, con los protagonistas entrando o saliendo de escena son una constante, para dejar paso a instantes de vacío. No es ociosa esta aparente lentitud. Va encrespando el climax de lo que en definitiva a ser la desembocadura del final.
Retrata la sociedad tradicional sueca, inflexiblemente respetuosa del orden, la ley y el respeto a los conciudadanos, cuando va advirtiendo en la actualidad que extraños a su medio (para el caso los inmigrantes) no lo hacen, y entonces queda inerme y desconcertada. No hay reacción ante los avallasamientos, el delito y hasta la humillación personal ante lo desconocido, lo no inculcado. Por eso creo que el director ha puesto el dedo en la llaga en un asunto tan sensible como la invasión migratoria en los países donde reina el "estado de bienestar". Éste se ve alterado y conmovido con respuestas de resentimiento y violencia por quienes no pueden acceder al sistema. Como contrapartida entonces, se mueven libremente ante la insólita indiferencia o el temor de una sociedad que hasta esas injustas incursiones se manejaba conforme a su propia y sólida conciencia y desconoce cuándo y como articular la defensa de sus bienes y derechos. No es un filme racista. Es un retrato de lo que está ocurriendo en la realidad de los países centrales europeos. Cada espectador debe sacar sus propias conclusiones y tomar partido por quienes intentan reaccionar bajo el posible repudio de otros ciudadanos que sostienen principios teóricos contrarios a la propia existencia de su forma de vida o por quienes son presuntamente vulnerables. En este desconcierto, hasta las autoridades que debieran restablecer el orden y la paz social llegan a adoptar actitudes injustas para sus propios coterráneos. Sólido film que mueve a la meditación y luego al debate.
20 de junio de 2016
29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un año donde las ideas parecen flaquear, donde ningún premio hizo conmocionar al público, descubro, aunque quizás tardíamente (se estrenó en 2015, aunque llegó luego a las carteleras de varios países) esta verdadera joyita en forma de thriller, con todo lo que este término quiere significar (película de suspenso o misterio, que provoca una fuerte tensión emocional en el espectador). Veo que los críticos profesionales han sido impiadosos con el film, que no ha tenido más que nominaciones secundarias en ciertos festivales internacionales , y sinceramente, ello me parece injusto. Por suerte veo que varias de las críticas de los amigos de este sitio la han reivindicado y en algunos casos hasta considerado (quizás con alguna exageración) una obra maestra.
"Remember" no deja resquicios para ser cuestionada. Atrapa desde su inicio, las actuaciones son brillantes, de verdaderos profesionales veteranos. Un destaque mayúsculo para un grande: Christopher Plummer, con una máscara oscilante entre la ternura y la severidad, que nos engaña hasta los últimos minutos de la película, apoyado por un guión sin fisuras, por más que hayan querido encontrárselas los críticos impiadosos antes referidos. Casting impecable de viejos maestros de la actuación: el ya mencionado Plummer -destaque aparte- asistido por un convincente Martin Landau, una aparición fugaz de otro monstruo como Bruno Ganz, quien debió a mi entender haber cubierto el papel del procurado "Rudy Kurlander" en lugar de Jürgen Prochnow, pues su maquillaje excesivo de geronte desdibuja un tanto la credibilidad del personaje.
Gran dirección de Atom Egoyan, alcanzando los puntos de la recordada "Ararat" y una atrapante narrativa de Benjamin August (por fortuna reconocida en los Screens Awards canadienses y los críticos del Vancouver Film Awards Circle), aun cuando, como se lo ha cuestionado, torne inverosímil su relato en cuanto all desplazamiento de Plummer por el territorio de EE.UU. sin ningún tipo de cuestionamiento (de ser así, este detalle resulta irrelevante)
Mi consejo es que la vean, que se dejen llevar por la preocupante fragilidad de un anciano en su degradación mental, lo que de por sí ya nos mantiene en vilo desde el inicio, hasta llegar a la revelación de una grand finale que los dejará boquiabiertos.
2 de abril de 2018
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
No creo que pueda agregar mucho más a las acertadas críticas que han hecho ya otros diez usuarios y que lo dicen todo, como por ejemplo la de Javi Rojo, agregando datos inéditos sobre la vida de ese gran actor que fue Harry Dean Stanton.
Sólo voy a decir que se ha despedido con una obra que parece pequeña pero que su contenido e interpretaciones la tornan gigantesca. Ese es el testamento de Stanton, rostro duro pero con perceptibles pizcas de sorna e ironía, que hemos podido disfrutar desde antiguo en producciones de excelencia, casi siempre en segundo plano y sin las estridencias del ego.
Creo que la película no está dirigida para el gran público que quizás busca divertimento a la medida de lo que hoy nos ofrece la cinematografía norteamericana. Muchos pueden argüir que les resultó tediosa, pues engañosamente nos sumerge en un paisaje árido insinúandonos que México está muy cerca de un lugar donde aparentemente no pasa nada. En ese horizonte, repetido en todo el desarrollo luego de cortes en negro, se nos presenta el desvencijado Lucky, quien con profundidad filosófica confiesa "tengo miedo", pues percibe, con la sabiduría que dan los años, el ocaso de su existencia. El resto de los personajes, encarnados muchos de ellos por amigos en la vida real de Stanton, conforman un marco ideal para que este tremendo intérprete dé rienda a sus conmovedoras y profundas reflexiones que nos ponen los pelos de punta, sin dejar de incluir la inesperada entonación de "Volver, volver" acompañado improvisadamente por una orquesta de mariachis, que llega a conmover hasta las lágrimas.
No puedo dejar de destacar también al director Lynch, quien con una maestría resaltable lleva adelante su opera prima, cuando estaba destinado solo a asumir uno de los roles secundarios.
Por eso, "chapeau", actor con mayúsculas. Nos quedará el legado de tu arte, no reconocido (como es de costumbre con los grandes artistas) por los Globos de Oro ni los Oscar, y también tu escena de despedida para indicarnos que la vida es un largo camino que debe ser enfrentado en su final con una sonrisa.
19 de enero de 2025
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es mi propósito aburrir con reseñas histórico-jurídicas. Sólo para iniciar este comentario creí necesario aludir al concepto básico del Estado que, como es mayoritariamente sabido, se trata de una organización política milenaria de instituciones burocráticas estables, por medio de las cuales ejerce el monopolio de la fuerza aplicado a una población dentro de límites territoriales preestablecidos. Hoy el Estado –Nación es la forma predominante a la que están sometidas las personas.

Creo que en esta sucinta definición están encerradas dos referencias claves para aplicar a la idea que pretende transmitir esta formidable serie estrenada hace escasos días por un servicio de streaming: el monopolio de la fuerza aplicado a una población y el sometimiento de las personas a esta forma de organización, dentro de la cual transcurren las vidas de los humanos. El Estado, para sobrevivir, requiere preservar necesariamente el orden público y de este modo asegurar una pacífica convivencia donde puedan ejercerse los derechos y obligaciones de los ciudadanos, preestablecidos también en un previo contrato social. Cuando esos límites del orden público se sobrepasan de un lado o quieren ser mantenidos inconmovibles en el otro, se produce la inveterada confrontación originadora del cortocircuito que va a afectar de modo dañoso a ambas partes en pugna (los sometidos y los encomendados para utilizar la fuerza).
Esa es la esencia que en síntesis alimenta la línea argumental de esta narración llevada adelante magistralmente por sus realizadores y basada en la novela homónima del autor italiano Carlo Bonini.

La sigla “ACAB” (All cops are bastard). que resulta ser el verdadero nombre del film, resume la motivación de un antiguo conflicto entre manifestantes que protestan por las calles del mundo y quienes tienen el encargo de reprimir los desbordes de ese descontento. Se trata de una proclama ya extendida globalmente -aunque en muchos lugares pueda ignorarse su significado- que, tal como lo retrata la trama, las multitudes indignadas corean utilizando la melodía de la conocida canción infantil francesa “Allouette”: Todos los policías son unos bastardos, aunque este último adjetivo suele trocarse por sinónimos de mayor intensidad ofensiva, conforme el tiempo y lugar donde se la entone.

Todo este confrontamiento tiende generalmente a escalar hasta generar una debacle que deja consecuencias lastimosas en uno y otro bando. En la película serial se conforma esa situación nacida de las agresiones que van in crescendo hasta llegar a los desbordes motivados, en este caso, por los abusos de la fuerza ilegítima y la que es autorizada oficialmente.
La base de la historia tiene como antecedente una película con el mismo título, del realizador Stefano Sollima del año 2012. No estoy en condiciones de asegurar si esta nueva versión -presumo que corregida y aumentada- es una exacta remake de la anterior, pero curiosamente, uno de los personajes principales, el policía Mazinga, es encarnado por el mismo actor Marco Giallini en ambas versiones.

La serie actual, que engañosamente puede inducir en sus tres primeros capítulos a la creencia de que vamos a asistir al relato continuo y monótono de los operativos de una brigada urbana antidisturbios, se va agigantando a partir de allí por el dinámico guión y la firme dirección de Michele Alhaique, laureado en su país, quien, con una gran maestría de ritmo persistente no lo deja decaer en ningún pasaje y además demuestra su excelente tarea en la conducción actoral. Muestra de ello, y además de por sus propias cualidades, sobresalen las interpretaciones del cuarteto principal (el ya mencionado Giallini (Mazinga), Adriano Giannini (Nobili) , Valentina Bellè (Marta) y Perluigi Gigante (Salvatore). Alhaique se ha decidido por unos planos prolongados donde las expresiones de éstos cobran una magnitud y esfuerzo interpretativo inusitado. En especial Giannini, Bellè y Gigante brindan una master class para exhibirnos cómo el rostro y especialmente los ojos de los actores pueden hablarnos de fuertes sentimientos y emociones contenidos que no requieren complemento de palabras. Quizás no haga justicia con el resto del elenco, especialmente con la niña que interpreta a la hija de Marta, cuyo nombre artístico no he podido detectar y con todos los demás que han aportado la cuota teatral de excelencia que requería el argumento.

Párrafo aparte merece la música incidental y la selección de temas italianos clásicos e intensos que agregan un gran dramatismo emocional a la trama. Especialmente la vertiginosidad que en una escena fundamental aporta la conmovedora canción “E non andar piú via” del recordado Lucio Dalla.

En cuanto a la narrativa, como antes adelanté, va in crescendo en su transcurso y deja expuestas en carne viva las divisiones sociales, la venganza, la problemática migratoria europea, los prejuicios y la tirria sobre personas que tienen que llevar a cabo una tarea ingrata que se ha bautizado como abuso de la represión, pero que padecen por igual las injusticias del sistema y el repudio del cuerpo social propiamente dicho. Si bien la comunión corporativista y el sentido exagerado de la lealtad pueden conducir a silenciar un hecho aberrante, ninguna autoridad ni órgano superior del cuerpo policial reivindica el padecimiento del efectivo que queda condenado de por vida a trasladarse en una silla de ruedas a raíz de la violencia del “bando contrario”. La sociedad, como en muchas partes de este mundo, está hoy parcializada en un lado u otro de una ancha grieta nacida de la inconcebible incomprensión humana.
24 de septiembre de 2012
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los años 60' el apogeo del cine europeo oscureció al hollywoodense. La diferencia con la actualidad es que las producciones norteamericanas se negaban a sucumbir ante la competencia y siguieron redoblando la apuesta.
De allí resurgieron, hasta que en nuestros días se va produciendo otra vez el fenómeno pero sin esa misma reacción. Elena es una muestra de cómo los europeos se han aggiornado y hoy nos muestran historias universales que trascienden su ámbito geográfico. Antes asistíamos a relatos que quizás eran lejanos a nuestras costumbres e idiosincrasias y ahora han "globalizado" la descripción de las grandezas y miserias humanas. Todo lo que muestra Elena, una pequeña y gran producción -valga la paradoja- puede ocurrir en cualquier parte del mundo. Gran manejo del director y unas interpretaciones de antología por la totalidad del elenco. Zvyaginstsev coloca al espectador ante una historia a la que pudo haber asistidido en la vida real. La talla de la actriz Nadezhda Markina puede medirse desde su resignada amargura enfrentando una rutina que debe cumplir para hacer sobrevivir a su familia directa, marginal y desidiosa y a su vez desempeñarse como esposa ¿o sierva? de un hombre con posición social elevada a quien supuestamente, como ella lo dice en un pasaje, ama. Es discutible si este sentimiento es real o forzado. Una mujer sumergida en disyuntivas que la llevan a decisiones extremas, es el principal pivote de una película para meditar con gusto amargo. El dilatado comienzo en un plano mostrando las ramas de un árbol, uno o dos cuervos y una ventana no es ocioso. Nos anticipa que comenzará a desarrollarse una historia engañosamente chata que va a irse profundizando paulatinamente y nos atrapará sin esfuerzos para luego hacernos reflexionar hasta el cimbronazo. El director supo escudriñar, con pocos trazos y gran maestría, el alma y las tendencias de sus personajes sin perderse en la tentación del detalle sobreabundante. Esto es cine, y renueva la esperanza de un fresco renacer y permanencia del séptimo arte, escapando de la mediocridad con que la que se ha conformado Hollywood.
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