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Críticas 103
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
20 de abril de 2007
382 de 453 usuarios han encontrado esta crítica útil
*U S A o thriller convencional*:

1)Hay varios crímenes cercanos en el tiempo y que siguen un mismo patrón.

2)Se busca un asesino.

3)Se encuentra un posible asesino. Se le persigue más o menos dificultosamente hasta atraparlo.

4)Una vez detenido, confiesa todo. Se comprueba y demuestra que fué el quien hizo todo.

FIN.


*MEMORIES OF MURDER u otra joya del deslumbrante Boon Joon Ho*

1)Hay varios crímenes cercanos en el tiempo y que siguen un mismo patrón.

2)Se busca un asesino.

3)Se encuentra un posible asesino. Se le persigue más o menos dificultosamente hasta atraparlo.

4) Una vez detenido, y tras varias palizas e interrogatorios, confiesa todo.

5) Pero él, aunque tiene que serlo, no es el asesino, hay una prueba que no cuadra. Volvemos a empezar.

-3)Se encuentra otro posible asesino. Se le persigue más o menos dificultosamente hasta atraparlo.

-4) Una vez detenido, y tras varias palizas e interrogatorios, confiesa todo.

-5) Pero él, aunque debe serlo, no es el asesino, hay otra prueba que no cuadra. Volvemos a empezar.

--3)Se encuentra otro posible asesino. Se le persigue más o menos dificultosamente hasta atraparlo.

--4) Una vez detenido, y tras varias palizas e interrogatorios, confiesa todo.

--5) Pero él, aunque debería serlo, no es el asesino, vuelve a haber otra prueba que no cuadra. Volvemos a empezar.

----------Bucle repetido hasta llegar a la conclusión necesaria y flagrante ¿Pero acaso hubo en algún momento un asesino? ¿Y una investigación?

Y tras eso nos queda un thriller impresionante, excelentemente bien dirigido con la espectacularidad y mordacidad habitual de su director, escrito con todo lujo de detalles del puro policíaco, que consigue crear unos personajes con alma propia y que finaliza de manera soberbia. ¿Quién diría que la mejor parodia de otra película o género sería un film que por méritos propios está a la altura de las mejoras cintas del mismo?. Tuvo que ser un gran thriller el que se desmontase el thriller por completo, dejando al aire sin pudor todas sus verguenzas y humillando todos sus tópicos, sirviendo así tambien para una crítica brutal a cierta polícia y sus métodos. Cuesta entrar en el juego propuesto por Bong Joon-Ho por lo inesperado del mismo, pero una vez has entrado en él es imposible no disfrutarlo.
15 de enero de 2010
130 de 211 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el éxito (merecido) de la corrosiva y divertida 'Gracias por fumar' parezco haberle perdido del todo el punto a Jason Reitman. Y cuanto más le alaban y más premios recibe menos sentido ni propósito le veo a su cine. En cambio, recuerdo que en su opera prima si ví frescura, mala leche, acidez, ganas de dar un golpe sobre la mesa, fuerzas para cambiar la comedia (o al menos intentarlo) e interés en hacernos pensar (aunque fuera un poco nada más) acerca de este mundo de mierda en el que vivimos. Pero ahí parece se acabó todo. Con la inefable 'Juno' llevó el indie al mainstream de la peor forma posible, convirtió lo freak en convencional abusando de un guión bienintencionado en el peor de los sentidos, repleto de frases hechas de cartón y descompensado en sus momentos dramáticos. Te quedaste agusto, Diablo Cody. No sé, quizá esa Juno no es más que un reflejo del propio Reitman tras las cámaras, obligado a crecer a marchas forzadas tras parecer superar demasiado pronto la figura de su padre, olvidando así la sencillez y la espontaneidad para pasar a tomarse demasiado en serio a si mismo. Y ese es el gran problema de esta, y vamos a decirlo ya, sobrevalorada 'Up in the Air', creer tener una trascendentalidad que no merece.

'Up in the air' se mueve entre la comedia y el drama sin decisión, intentando contentar a todo el mundo constantemente. Muestra un cinismo confortable en el personaje de George Clooney que a estas alturas ya no sorprende ni divierte a nadie, refleja con intenciones poco claras un mundo laboral descarnado (que además aborda con el sospechoso don de la oportunidad y con ciertos requiebros al dramatismo más gratuito) y se refugia en las salidas y los giros fáciles constantemente. Pero todo es, hablando claro, más blando que la mierda de pavo. No hay riesgos en su visión del mundo ni del género, se queda a mitad de camino en todas sus intenciones. El de Clooney no es un personaje memorable ni mucho menos, todo en él es pose, no hay auténtica personalidad, esas dudas y necesidad de centrar la cabeza que le asisten son las que hacen forzar de forma melodramaticamente cutre la trama, desdibujando aún más el personaje. Por no hablar del resto de secundarios (algunos de tan secundarios deberían ser llamados terciarios) que no aportan fuerza ni mucho menos otorgan credibilidad al relato, son de plástico y sin más se amoldan a las pobres intenciones moralizantes del conjunto.

Resulta muy decepcionante que un director joven, al que se le atisba cierto talento, tan pronto ofrezca claros signos de autocomplacencia. Poco o nada resulta creíble en esta historieta, hasta las comedias malas de su padre son más divertidas y todo (desde la insípida puesta en escena y el montaje) da la sensación de estar tan excesivamente calculado para ser un éxito que probablemente ya lo sea. Habrá que darle la enhorabuena a Jason Reitman por su exclusiva tarjeta oro de la academia en forma de Oscar. ¿Es lo que quiere? De seguir así quizá lo logre.
18 de febrero de 2013
99 de 154 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con la spoof comedy cada vez más desgastada y puesta en entredicho, ejemplificado en las estrepitosas Epic-Disaster-Date Movies, el reducido interés que suscita cada nueva entrega de Scary Movie y la reciente salida a DVD de la temible 30 noches de actividad paranormal con el diablo adentro de la chica del dragón tatuado (Craig Moss, 2013), parecía que el sub-género que formularon brillantemente los hermanos Zucker y Jim Abrahams con Airplane estaba enterrado, cuando de pronto surge Movie 43 (2013) para seguir mutando nuestra manera de ver y enfrentarnos a la comedia.

¿Y qué es Movie 43? No hay más que observar su material promocional para hacerse una idea, pero si dejamos atrás los prejuicios, sorprende encontrar una propuesta tan renovadora y a la vez continuadora de un cierto tipo de humor, concretamente la comedia escatológica de los noventa que encabezaron los hermanos Farrelly con Dos tontos muy tontos (1994) o Algo pasa con Mary (1998), aunque todavía va más allá. Precisamente es Peter Farrelly, una de las mentes detrás del proyecto, el que tras ensayar desde el gag sobre las relaciones en pareja en Carta Blanca (2010) o adaptar el slapstick al cine de nuestros días con Los Tres Chiflados (2012), demuestra estar en plena forma creativa juntando a lo peor de cada casa para hacer la comedia más bruta jamás contada. O al menos intentarlo.

La renovación parte de convertir la propia película en una aparente excusa, la búsqueda en internet de una inventada película prohibida. Lo inesperado; que durante esta búsqueda (tan parecida a la que hacemos en youtube una noche de juerga con los amigos, pero que se torna real) surgen restos, pequeñas películas imposibles, irreales, provocadoras y obscenas, llegadas de otro mundo en el que la comedia es capaz de cruzar su límite con la misma naturalidad de una chica que le pide a su novio que le cague encima como prueba de amor. Porque en cierto modo, Movie 43 no se conforma con aglutinar diversos sketchs provocadores, por así llamarlos, sino que en el fondo es realmente una película de ciencia ficción. Parece así, ha llegado el momento de que la comedia tenga que venir del futuro o de otro universo paralelo para conseguir su espacio propio y liberarse. Estas pequeñas películas son las comedias que no habríamos podido ver ni vivir en nuestros tiempos, para las que no estamos preparados, veasé las catastróficas consecuencias de la búsqueda en la ficción y la reaccionaria recepción crítica que está teniendo como locuaz coincidencia.

Volviendo al concepto base, que podríamos denominar speech comedy por su manera de articular un discurso cómico a través de varias piezas de apenas unos minutos, realizadas por múltiples directores con experiencia cómica o sin ella, uno de los más gratos es el debut tras las cámaras de la actriz Elizabeth Banks (también en el film) y su absurda -por tener parte de real- muestra objetiva de la visión masculina sobre la menstruación.

Steven Brill, Brett Ratner, Steve Carr, Bob Odenkirk… ninguno de ellos tendrá una portada en Esquire, pero su aportación conforma una especie de equipo basura formado por directores con mala fama y dejados de lado por la industria. El resultado no será todo lo regular que equivocadamente se exige en estos casos, aunque salvo la fallida parodia del iPod todos vuelan a gran altura. Sin duda los más potentes son los dirigidos por Peter Farrelly (el inicial protagonizado por Hugh Jackman y Kate Winslet, del que por cojones es mejor no adelantar nada, y el de la extraña pareja que forman Halle Berry y Stephen Merchant, que llevan su primera cita algo lejos), capaces de trasladar el estilo de su filmografía a pequeñas e implosivas piezas cargadas de un humor aprensivo y festivo que marca el tono del film: Un alegato a la enseñanza parental en casa (con resultados propios de Todd Solondz), la mejor película de Batman y Robin nunca hecha, dos anuncios que nos romperán el corazón, una historia de superación y racismo en el mundo del baloncesto, etc… Como cierre final, tras los créditos, James Gunn, criado cinematográficamente en la Troma y autor de Slither (2006) y Super (2010), dos radicales y agradecidas anti-películas de género, destruye la comedia romántica con un adorable gatito animado en dos dimensiones que se integra en la imagen real hasta acabar con ella. Todo es posible en la comedia.

Estoy seguro de que Movie 43 habría sido mi película favorita de verla siendo adolescente (si me gusta tanto es porque quizá en parte aún lo sea) y me alegraría que lo fuera también para esta generación. En su día alquilé varias veces Mallrats, Algo pasa con Mary o South Park, las veía una y otra vez, hasta con la grabadora almacenaba sus mejores frases o canciones para volver a escucharlas. Todas eran distintas entre sí, pero estaban unidas por su afán de hacer humor de los tabúes. Y aunque dirigida a una generación de internet y no de cassette, el espíritu sigue siendo el mismo: contracultura en masa para los que encuentran y aceptan el rechazo como parte de su forma de ser.

Crítica publicada en www.revistamagnolia.es
Continúa en spoiler.
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spoiler:
Puesto en perspectiva, parece del todo comprensible la decisión de la distribuidora Planeta en España, que quizás temiendo se difundieran algunas sorpresas del film, pero sobre todo anticipando su incomprensión y mala recepción en internet, pidió a los medios asistentes al pase de prensa guardar silencio hasta el día del estreno. Y este ha llegado, la reacción en su contra poco ha tardado en hacerse notar. Con un 0% de salida en Rotten Tomatoes (va por el 4%), llegando ya a ser considerada la peor película de todos los tiempos y el Ciudadano Kane de lo lamentable, se nos deja claro que Movie 43 no es una comedia inteligente, es zafia, desagradable, tiene un hilo conductor muy pobre y la mayoría de piezas que la componen no tienen gracia. Y tienen tanta razón que para escribir eso quizás no hace falta verla, además de que precisamente provocar esa sensación fuera el objetivo de la película. De las risas que hubo en la sala no se hablará, pero existieron, muchas, y esto me vuelve a llevar a lo injustamente menospreciada que está la comedia en el cine actual. El género más agradecido por el público recibe constantemente la espalda de la platea al salir de la sala, ni siquiera se le da la oportunidad de valorarlo como algo más que una sucesión de estupideces, que también tiene su mérito.

Salvo gratas excepciones, relacionadas con el nombre de Judd Apatow y la infatigable labor del crítico Jordi Costa, editor de un libro imprescindible sobre las mutaciones de la comedia (Una risa nueva) y referente del post-humor entre los medios especializados, la comedia contemporánea no parece ser tomada en serio y cuesta verla merecedora de análisis alguno. Y ya, lo sabemos, es una lástima que uno de los hermanos Farrelly no se cambiara de sexo y se convirtiera en Lena Dunham, que Will Ferrell no sea sobrino de John Ford y que todas las películas y series de este mundo no sean de J.J. Abrams y Christopher Nolan. Aunque tranquilos, a este paso esto último seguro que lo consiguen. Para el resto, no quedará más remedio (ni placer) que seguir buscando en internet la prohibida y oculta madre de todas las comedias. Con Movie 43 sentimos estar muy cerca de encontrarla.
10 de enero de 2012
49 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los cinco primeros minutos de ‘The National Anthem’ (cuyo guión firma el propio Charlie Brooker, creador de Black Mirror) son toda una declaración de intenciones. No hemos visto nada igual, quizás ni estamos preparados, pero no podemos apartar la mirada de la pantalla. La cara de ese primer ministro británico lo dice todo, cada diálogo, cada nueva impresión, hasta su última reacción ante semejante petición terrorista.

¿Y ahora, qué?

Ahora, nosotros. Conforme aumentan las visitas del video en youtube, se produce una carrera contra el crono y la dignidad (la suya y la de todos) en la que las redes sociales demuestran que no se puede ocultar la verdad durante mucho tiempo. Ya nada es privado, todo es público e instantáneo, incluso lo más íntimo y desagradable de uno mismo, sobre todo eso. Presenciamos como la progresiva difusión del video, cual lección de ligar de Salvador Raya, deja al Primer Ministro contra la pared, la peculiar demanda a la que se ve sometido genera una expectante bola de nieve superior a la de cualquier tweet de Bisbal y Alejandro Sanz juntos.

Pero si esto funciona es porque la representación del teatrillo es ejemplar, esa realidad alternativa es creíble hasta el último detalle, parece la nuestra. En el fondo, lo es. Los secuestradores bien podrían ser Anonymous, y mientras en televisión se informa de lo que nos quieren y pueden contar, asistimos a la lucha de la prensa por la exclusiva, vemos al gabinete político tratando de ocultar la noticia, a las fuerzas especiales buscando a los culpables, la íntima reacción al acontecimiento en el matrimonio del Primer Ministro y hasta a la Casa Real haciendo acto de presencia. El impacto es total en apenas unas horas y los culpables no somos otros que nosotros, cómplices del trending topic, verdugos del share, pendientes de una pequeña pantalla que nos va a mostrar el límite que nunca debía cruzar. En lo que, si no se había convertido ya, se convertirá siempre que haya alguien del otro lado deseando verlo. O aunque no quiera y diga que ve los documentales de La 2.

Se enciende la señal. Cuando entra el Primer Ministro caminando frente a la cámara me gustaría pensar que por su cabeza pasa aquella canción de Tachenko, y tarareara: “No tengo escapatoria y no es ningún pretexto. Por mucho que te digan por ahí, me gustas más que el resto.“

¿Y después, qué?
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Después, cerramos los ojos. Los volvemos a abrir con miedo, la conexión ha terminado pero la televisión sigue ahí. No deja de ser solo un montón de cables, no es consciente de sus actos, como tampoco nosotros lo seremos de sus consecuencias. Ahora si, buscamos el mando y la apagamos, pero las imágenes que hemos visto se quedaran en nuestra cabeza. Y aunque parezca que al día siguiente las hemos olvidado, nos habrán cambiado para siempre.
8 de mayo de 2012
50 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 'La vida de nadie' (Eduard Cortés) su protagonista, un inspiradísimo y emocionante José Coronado, hacía creer a su familia que trabajaba en el Banco de España cuando en realidad había perdido su empleo. Vivía engañado (y engañando) por no ser capaz de reconocer su situación, una mentira como la que mantiene el cine español, pendiente de que cada nuevo estreno reviente la taquilla y salve las cuentas de una cinematografía cada vez más pendiente de los números que de cuidar a su cine. Y 'The Pelayos' no nace con otra intención más que la de ser 'Los Vengadores' que salvarán la recaudación. Ya tiene mala idea que su estreno coincida con el del film de Joss Whedon, pero confirma la (equivocada) perspectiva que ha asumido buena parte del cine español a la hora de afrontar y superar esta crisis, parecer de todo menos españoles. Con un reparto de campanillas como principal atractivo, cada uno de sus protagonistas asume el rol de superhéroe del cine patrio, pretendiendo atraer al público a la sala para presenciar una película a la americana basada en la historia real de la de la familia Pelayo, que logró desbancar todo casino al que entraron. Están presentes todos los ingredientes para lograr un éxito. La calculadora no falla, pensaron. Tan solo tuvieron un ligero descuido: olvidarse de hacer una buena película.

Siempre se ha acusado al cine español de hacerse de espaldas al público, de no encontrar historias que se adapten al gusto del espectador y de no saber promocionarse, problemas todos ellos que parece poder solucionar la historia de los Pelayo. Pero tras verla descubrimos que no es suficiente, quizás el más grave de todos los problemas ante los que se encuentra nuestro cine no es la reducción de las subvenciones, el recuperar cierta mala imagen o mejorar la complicadísima distribución de cada estreno; se enfrenta a uno mayor cuando el propio cine español decide dejar de creer en si mismo y se rinde al malentendido cine comercial, un territorio en el que nunca podrá competir en igualdad de condiciones. Quizás por ello, la mejor solución sea dejar de hablar del cine español para hacer cine español, algo que no encontramos en 'The Pelayos' (duele escribir ese The), ni cine, ni español.

Eduard Cortés da palos de ciego y no logra acercarse al tono distendido que pretende, la mezcla de géneros no funciona y su errático acercamiento al cine de casinos logra que la película se vea completamente impostada. Quiere ser una americanada cuando ni sabe ni puede serlo, por lo que el despropósito es general. Yerra al pretender sustentar la premisa tan solo en la fuerza de sus actores, pero de nada sirve un buen reparto si sus personajes saben a chicle (con especial atención a Daniel Brühl y sus poses de tipo duro con sombrero), dando lugar a una colección de actuaciones forzadas de la que es difícil poder salvar alguna, limitándose a ofrecer un pobre e intrascendente recorrido a través del cine de casinos al que la historia de los Pelayo no aporta nada.
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Concluye con un final supuestamente sorprendente que provoca indiferencia por terriblemente tramposo y poco consecuente. La huída hacia delante de un cine que de seguir este camino está en caída libre.
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