Disculpad por usar un término tan grosero y burdo, pero el que ha seguido la serie sabrá entenderlo. Porque en esta serie la "mierda" es la droga, los marrones en que se meten políticos, abogados, sindicalistas, profesores de Instituto, periodistas... y en los que han de meterse los agentes de policía locales de Baltimore, esa ciudad portuaria de la costa Este estadounidiense que termina siendo la auténtica protagonista de la serie.
La descripción sin tapujos de la realidad social en los barrios de Baltimore resulta apabullante y retuerce las conciencias. La forma detalladísima en que se muestra cómo se mueve el mundo de la droga es alucinante, la trama es interesantísima y te engancha sin necesidad de que en cada episodio se resuelva caso tras caso. Los personajes resultan creíbles, son policías imperfectos con problemas en las relaciones familiares, bebedores y que a la mínima trapichean con las horas extras, capos de la droga que regentan tiendas donde arreglan relojes y cuyo hábitat es el barrio, niños capaces de descerrajarle un tiro en la cabeza al más temible de los matones, alcaldes que reciben felaciones en su propio despacho, jefes de policía con dedos intimidadores, y siempre el drama de la droga en familias enteras de padres a hijos.
En fin una serie inolvidable, un gran regalo de mi hija en el día del padre y que hemos devorado juntos en pocos meses.

Me suele gustar empezar el año, y pasar la resaca de la nochevieja, viendo cine. En esta ocasión ha sido una agradable sorpresa el visionado de Trumbo. Deliciosa película, interpretada genialmente Bryan Craston, sobre la conocida historia de a lista negra del cine americano. El reflejo de la época y la mezcla con imágenes documentales es fascinante. Obviamente, para terminar de entenderla y, sobre todo disfrutarla al 100%, hay que tener cierta edad y cultura cinematográfica. Las referencias a las películas, estudios y actores de la época son, para mí, junto a la interpretación citada, el atractivo principal de esta estupendo film.