Este pedazo de actor, Jacques Villeret, interpretaba de forma magistral sus personajes, que siendo cómicos como parece a primera vista tienen una fase en la que te convencen de que la vida es así de sencilla y absurda. Acto seguido cuando ya estás totalmente identificado con esa clase de vida, te demuestra que también es un drama con bastantes dificultades. En fín, una forma agradable de filosofar sobre las personas.

Después de ver esta preciosa película realmente te sientes afortunado de vivir y te anima a intentar ser un poco mejor persona. Hasta los "malos" son buenos en esta maravillosa historia.
Las interpretaciones de Gamblín, Dussollier, Serrault y del difunto Villeret son tan entrañables que te hacen envidiar su amistad y admirar la honestidad y la humildad con la que estos personajes viven.

Sin caer en la sobreinterpretación en ningún momento los tres personajes protagonistas muestran una "pluma" impresionante, es decir, bordan su papel. Si a todo esto le añadimos un vestuario maravilloso y una banda sonora elegida a la medida descubrimos esta gran comedia en la que a veces se roza el drama aunque siempre con buen humor y mucha dignidad.

Con una sencillez absoluta y una presentación de los personajes totalmente surrealista la película va tomando rumbo hacia la crudeza de la guerra y con una elegancia exquisita encandila al espectador. La ternura de sus personajes protagonistas es otro de los alicientes para disfrutar de esta obra de Kusturica.

Es imposible definir algo que supera lo insuperable. Después de un libro magistral se rueda una de las películas más importantes de la historia del cine (El Padrino) y dos años más tarde aparece el resto de la historia relatada en la obra de Mario Puzzo y rompe con todos los esquemas, es más, creó que es mejor que la primera parte aunque esto sea mucho decir.
Nunca un libro ha sido tan bien llevado al cine.