Un personaje anónimo que sobrevive en un mundo desértico descubre que la Fuerza es poderosa en él (ella) y que a través de su alianza con un nuevo grupo de compañeros (y Halcón Milenario) inicia una aventura en la que acabará con una Estrella de la Muerte enfrentándose al lado oscuro de esa misma Fuerza que acaba de descubrir. Cuando Disney compró Lucasfilm pudo ahorrarse dinero. Bastaba con volver a rodar el Episodio IV con marionetas y ya está. ¿Para qué hacer una nueva película que es igual que la vieja película?

No se parece. Es la misma Estrella de la Muerte, la tercera en cuatro filmes, que se puede explotar haciendo cuatro disparos en un punto clave. Una obra de ingeniería tan maravillosamente diseñada que se niega a resolver un problema estructural tan grave que impide que dure ni una semana en funcionamiento. Está claro que los comisionistas del Imperio se embolsan mucho dinero en cada reconstrucción. La pena de El despertar de la fuerza es que no es una secuela. Es más de lo mismo, y lo que no es igual, acaba por ser previsible. Bien rodada, grandes efectos especiales, mucho homenaje, pero narrativamente es una tomadura de pelo. Y finalmente, lo más triste es que los lazos familiares que se avecinan también parecen más que obvios. Una película para quienes son tan desconocedores (por edad o intelecto) como para no haber visto las seis anteriores. Crítica completa en 3trilogia.com