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MiniserieDocumental

6.6
395
6
13 de octubre de 2021
13 de octubre de 2021
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me tropecé con Colonia Dignidad que la recomendaba Netflix. No soy mucho de mirar las producciones de Netflix, pero me dije: a ver que pasa...Y la verdad que me dejó un sabor raro. El tema es interesante ya que toca el tema de las sectas, en este caso en Chile.
Como se va organizando este lugar por este supuesto "padre", o guía, es en parte lo que lleva gran parte de la serie: aunque luego de instalado la colonia, el secuaz genera vínculos con la dictadura de Pinochet. Y es ahí dónde para mí vienen los problemas con el documental porque comienzan a quedar hilos por la mitad. Es una serie que quiere abarcar mucho en poco tiempo, y termina quedando un pastiche de situaciones. Schafer es de lo que trata, y como terminó sus días, pero en el medio hubo muchas personas que aparecen en el documental y el film apura la trama.
Si me parece muy interesante que hay una bitácora de material audiovisual de los propios colonos que registra la vida en el lugar. Vuelve el documental hacía el interior de la vida de la comunidad para mostrarnos ese aire irrespirable que vivían las victimas de ese monstruo que fue Paui Schafer.
Y puse el título entre signos de preguntas porque no hay un final para esa tragedia. Es sólo Paul Schafer el único que llevó tales actos? El documental para cerrar con el encarcelamiento del acusado, pero hay más situaciones inconclusas que no han sido tratados. ¿Cuántas personas más han sido parte de esos actos?
Como se va organizando este lugar por este supuesto "padre", o guía, es en parte lo que lleva gran parte de la serie: aunque luego de instalado la colonia, el secuaz genera vínculos con la dictadura de Pinochet. Y es ahí dónde para mí vienen los problemas con el documental porque comienzan a quedar hilos por la mitad. Es una serie que quiere abarcar mucho en poco tiempo, y termina quedando un pastiche de situaciones. Schafer es de lo que trata, y como terminó sus días, pero en el medio hubo muchas personas que aparecen en el documental y el film apura la trama.
Si me parece muy interesante que hay una bitácora de material audiovisual de los propios colonos que registra la vida en el lugar. Vuelve el documental hacía el interior de la vida de la comunidad para mostrarnos ese aire irrespirable que vivían las victimas de ese monstruo que fue Paui Schafer.
Y puse el título entre signos de preguntas porque no hay un final para esa tragedia. Es sólo Paul Schafer el único que llevó tales actos? El documental para cerrar con el encarcelamiento del acusado, pero hay más situaciones inconclusas que no han sido tratados. ¿Cuántas personas más han sido parte de esos actos?

7.4
425
7
19 de noviembre de 2021
19 de noviembre de 2021
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la segunda película que veo de Tanaka. Lo más distinguido de la película me pareció que está en las interpretaciones de los actores; como ocurre también la ópera prima de Tanaka, Carta de amor con grandes actuaciones de Masayuki Mori, Yoshiko Kuga. Tanaka fue una exponente del cine japonés de los años 30, 40 como actriz y luego como cineasta. Musa del director Mizoguchi que supo relucir su trabajo actoral por fuera del tipo de actuación doméstica japonesa.
Tanaka sobresalió en la actuación e impuso una mirada particular detrás de cámara. En la segunda película que llevó al cine, La luna se levanta, bajo el guión de Ozu, Tanaka describe mediante una mirada personal, casi podríamos decir que corriendose del argumento de Ozu y poniendo el acento en la liberación sexual femenina antes del matrimonio. Esa soltura de los cuerpos que se ven en detalle en las actuaciones de las hermanas, sobre todo de la menor. Este tipo de interpretaciones no eran comunes en Japón por aquellos años. Y esto está dado por la democratización que hubo luego de la segunda guerra mundial. Hay una nueva figura de la mujer mucho más liberada, pero que Tanaka remarca en la película que la tradición y costumbre japonesas se siguen manteniendo. Eso lo podemos notar en el personaje de la hermana mayor que sigue al lado de su padre quien quiere seguir quedándose en la pequeña ciudad y que sus hijas se vayan a la urbe como es Tokio. Tokio es el futuro plasmado entre las oposiciones de la ciudad y el campo.
La luna se levanta gira en torno a un drama romántico entre personajes que se desean pero para ello deben abandonar el pasado, signo de todo lo han sido durante años. El paso de dejar por amor las tradiciones familiares es la caracterización que pone en foco Tanaka en el film. Setsuko sigue a Shoji, para casarse y tener una nueva vida, pero eso le deparará ser una mujer de su casa. O sea que casarse y vivir en la gran ciudad deriva de nuevo en lo en la retórica tradicional. Este mundo de drama familiar está bien conllevado por la estética impregnada por Tanaka. Cartas de amor tiene una fuerza mucho más particular que este segundo film, pero debo destacar que el trabajo de las actrices tiene matices muy interesantes en cómo salen de posiciones pasivas a llevar y decidir sobre sus propios deseos.
Tanaka sobresalió en la actuación e impuso una mirada particular detrás de cámara. En la segunda película que llevó al cine, La luna se levanta, bajo el guión de Ozu, Tanaka describe mediante una mirada personal, casi podríamos decir que corriendose del argumento de Ozu y poniendo el acento en la liberación sexual femenina antes del matrimonio. Esa soltura de los cuerpos que se ven en detalle en las actuaciones de las hermanas, sobre todo de la menor. Este tipo de interpretaciones no eran comunes en Japón por aquellos años. Y esto está dado por la democratización que hubo luego de la segunda guerra mundial. Hay una nueva figura de la mujer mucho más liberada, pero que Tanaka remarca en la película que la tradición y costumbre japonesas se siguen manteniendo. Eso lo podemos notar en el personaje de la hermana mayor que sigue al lado de su padre quien quiere seguir quedándose en la pequeña ciudad y que sus hijas se vayan a la urbe como es Tokio. Tokio es el futuro plasmado entre las oposiciones de la ciudad y el campo.
La luna se levanta gira en torno a un drama romántico entre personajes que se desean pero para ello deben abandonar el pasado, signo de todo lo han sido durante años. El paso de dejar por amor las tradiciones familiares es la caracterización que pone en foco Tanaka en el film. Setsuko sigue a Shoji, para casarse y tener una nueva vida, pero eso le deparará ser una mujer de su casa. O sea que casarse y vivir en la gran ciudad deriva de nuevo en lo en la retórica tradicional. Este mundo de drama familiar está bien conllevado por la estética impregnada por Tanaka. Cartas de amor tiene una fuerza mucho más particular que este segundo film, pero debo destacar que el trabajo de las actrices tiene matices muy interesantes en cómo salen de posiciones pasivas a llevar y decidir sobre sus propios deseos.
8
30 de enero de 2022
30 de enero de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Enero 2022. De mis notas sobre mi diario de cine:
Pasé de películas de Abbas Kiarostami a ver un documental sobre asesinatos. Últimamente veo series o documentales sobre policiales. Las que están en Netflix son todas parecidas; casi podría decir que tienen el mismo formato, sin ideas originales. Mientras veía The Thin Blue Line pensaba qué documental sobre asesinatos me había gustado de los últimos tiempos, y me acordé de The Jinx, que es una serie, pero tienen ambas el parentesco que ayudaron a resolver el caso. Distintas en sus aspectos formales pero muy atractivas desde el relato. Recomiendo las dos.
El film de Errol Morris tiene el trabajo hasta en el mínimo detalle. Me encantó la importancia que le da a la iconografía, la fotografía y la música de Philip Glass es estupenda. Le da un clima de intriga que te lleva con la mirada hasta el último cuadro de la cinta sin respiro.
Sobre el asesinato hay dos sospechosos y cada uno de los protagonistas, sospechosos, abogados, fiscales, testigos, cuentan sus vivencias del caso. Todas las historias son reales, no hay ficción. Poco a poco en el continuo de la cinta se va revelando la verdad del asesinato y quienes son los culpables. Dejando al descubierto en el documental, como la justicia no siempre está del lado de la verdad, sino que hay conveniencias.
Pasé de películas de Abbas Kiarostami a ver un documental sobre asesinatos. Últimamente veo series o documentales sobre policiales. Las que están en Netflix son todas parecidas; casi podría decir que tienen el mismo formato, sin ideas originales. Mientras veía The Thin Blue Line pensaba qué documental sobre asesinatos me había gustado de los últimos tiempos, y me acordé de The Jinx, que es una serie, pero tienen ambas el parentesco que ayudaron a resolver el caso. Distintas en sus aspectos formales pero muy atractivas desde el relato. Recomiendo las dos.
El film de Errol Morris tiene el trabajo hasta en el mínimo detalle. Me encantó la importancia que le da a la iconografía, la fotografía y la música de Philip Glass es estupenda. Le da un clima de intriga que te lleva con la mirada hasta el último cuadro de la cinta sin respiro.
Sobre el asesinato hay dos sospechosos y cada uno de los protagonistas, sospechosos, abogados, fiscales, testigos, cuentan sus vivencias del caso. Todas las historias son reales, no hay ficción. Poco a poco en el continuo de la cinta se va revelando la verdad del asesinato y quienes son los culpables. Dejando al descubierto en el documental, como la justicia no siempre está del lado de la verdad, sino que hay conveniencias.
Cortometraje

7.1
1,297
7
28 de junio de 2022
28 de junio de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un conocido hace tiempo me dijo: tenés que ver x películas de Eric Rohmer. Nunca recordé cuáles eran esas películas que me dijo. Entonces me fuí a sus primeros trabajos realizados; el de los 6 cuentos morales. La Panadera de Monceau es el primer film de los cuentos. Es una especie de experimento sobre los actos de las personas en situaciones sentimentales y cotidianas.
Creo que cuando comencé a ver la película estaba un poco distraído que me quedé observando en detalle cómo Barbet Schroeder, el actor protagonista, tiraba los papeles que comía a la calle. Pensé: una ciudad como París, cosmopolita, siempre ha sido muy limpia como sus ciudadanos. ¿De dónde habré sacado ese pensamiento? Es que era tan abusiva la acción que me costaba entender que el personaje, un estudiante de derecho, al salir de comprar en una panadería tirara lo que consume como si nada, al suelo. Creo que ese pequeño gesto que se quedó en mí; era parte de la conducta del propio personaje. Y que la verdad le pintaba bastante bien en sus cualidades. Y de a poquito se me fue el greenpeace de la cabeza y me tullí en el hueco del sillón cuando la voz en off como registro central de la pelí me fue metiendo en situación.
El relato de la voz en off en primera persona es central en la película. Una voz íntima que juega en las contradicciones del personaje; generando un clima interesante en esa voz moral interior. También me pareció interesante los planos y la fotografía que se adentra en las calles de la ciudad. Ahí el ruido de los autos, la caminata rápida de los transeúntes se mezclan con el amor del protagonista que se cruza con Sylvie que por un golpe de suerte consigue hablar con ella y abrir el camino a una cita. Cita que no ocurrirá. Sylvie no vuelve a aparecer por las calles parisinas. Es así que el protagonista en su andar sin un centro, dónde sus pensamientos sólo estaban en como hacer para reencontrarse con la rubia de la esquina que se había cruzado, decide ingresar por azar a una panadería a comprar. Ahí conoce a la vendedora. Este se entremezcla con la joven en encuentros sensuales para poder conquistarla. El juego se vuelve incesante con los días, más extremo a la conquista. En el medio de la situación donde el personaje hace uso de su conquista, Rohmer hace uso de planos tan poéticos y sutiles que uno quiere saber un poco más a pesar que uno como espectador quiere empezar a alejarse del conflicto. ¿Por qué? Porque duele saber que podría haber sido.
Las actuaciones son medidas. El vínculo entre la panadera y el protagonista entre la distancia de los cuerpos y la mirada de costado hacen vibrar los pequeños diálogos.
Buen comienzo para este primer film que he visto de Rohmer.
Creo que cuando comencé a ver la película estaba un poco distraído que me quedé observando en detalle cómo Barbet Schroeder, el actor protagonista, tiraba los papeles que comía a la calle. Pensé: una ciudad como París, cosmopolita, siempre ha sido muy limpia como sus ciudadanos. ¿De dónde habré sacado ese pensamiento? Es que era tan abusiva la acción que me costaba entender que el personaje, un estudiante de derecho, al salir de comprar en una panadería tirara lo que consume como si nada, al suelo. Creo que ese pequeño gesto que se quedó en mí; era parte de la conducta del propio personaje. Y que la verdad le pintaba bastante bien en sus cualidades. Y de a poquito se me fue el greenpeace de la cabeza y me tullí en el hueco del sillón cuando la voz en off como registro central de la pelí me fue metiendo en situación.
El relato de la voz en off en primera persona es central en la película. Una voz íntima que juega en las contradicciones del personaje; generando un clima interesante en esa voz moral interior. También me pareció interesante los planos y la fotografía que se adentra en las calles de la ciudad. Ahí el ruido de los autos, la caminata rápida de los transeúntes se mezclan con el amor del protagonista que se cruza con Sylvie que por un golpe de suerte consigue hablar con ella y abrir el camino a una cita. Cita que no ocurrirá. Sylvie no vuelve a aparecer por las calles parisinas. Es así que el protagonista en su andar sin un centro, dónde sus pensamientos sólo estaban en como hacer para reencontrarse con la rubia de la esquina que se había cruzado, decide ingresar por azar a una panadería a comprar. Ahí conoce a la vendedora. Este se entremezcla con la joven en encuentros sensuales para poder conquistarla. El juego se vuelve incesante con los días, más extremo a la conquista. En el medio de la situación donde el personaje hace uso de su conquista, Rohmer hace uso de planos tan poéticos y sutiles que uno quiere saber un poco más a pesar que uno como espectador quiere empezar a alejarse del conflicto. ¿Por qué? Porque duele saber que podría haber sido.
Las actuaciones son medidas. El vínculo entre la panadera y el protagonista entre la distancia de los cuerpos y la mirada de costado hacen vibrar los pequeños diálogos.
Buen comienzo para este primer film que he visto de Rohmer.
8
24 de mayo de 2021
24 de mayo de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llego en mi “diario de cine” (mi cuenta en instagram) a este film gracias a mi profesor de la universidad Pablo Iglesias. Un excelente profesor, Pablo; que nos hizo hacer un TP sobre directores de cine que tocaban temas centrales de la cinematografía. En el TP hablé sobre Kiarostami pero Varda me quedo pendiente. Así que esta fue la oportunidad para ver y hablar un poco sobre su film.
Un film que traza los límites de los vínculos de la amistad que son tan fuertes que rompen el mundo dominado por los hombres. Es importante que el film de Varda acontece en los duros años 60 de francia para finalizar en los 70, donde a pesar que la luz de la lucha por la libertad de las dos amigas es consolidada no hay que olvidar que la lucha sigue más allá de la cinta.
En Una canta, la otra no, Pomme y Suzanne viven situaciones diferentes, son diferentes pero comparten el mismo fin que es la liberación de la mujer. Pomme lo atravesará a través de la lucha desde el arte, Suzanne desde la soledad, la maternidad y la pobreza.
El aborto. El aborto es tema que se toca en total profundidad cuando en los 70 era un tema casi prohibido. Varda toma el tema del aborto con total libertad, y como sinónimo de lucha. El personaje de Pomme acompañará a Suzanne en el camino de la decisión que la unirá en el transcurso de sus vidas.
El viaje. El viaje en la película es el sabor de la distancia entre las dos amigas que se acompañan mediante postales que se envían desde donde están viviendo. Los personajes en Una canta canta, la otra no, siempre están partiendo desde sus orígenes. Pomme de su casa, con su pareja a Irán, con el grupo de música. Y Suzanne con su vida está entre ser parte de las fotos de su pareja, a querer rehacer su vida con su hijos en un mundo que no acompaña a las madres solteras. Ambas son viajes donde los paisajes de las ciudades que ambas atraviesan son historias de deambular hacia la propia libertad. Creo que en esto del viaje hay algo de neorrealismo de Rossellini sobretodo en el tono de lo documental, del registro de las caminatas. pero en el caso del film tiene un fin claro; una búsqueda que se añora con esperanza.
Una canta, la otra no, es el regreso al largometraje después de haber filmado durante unos cuantos años varios documentales como Las Criaturas y Las Panteras Negras.
Una canta y la otra no, me dejó un buen sabor a pesar de cierta artificialidad por momentos en las actuaciones y en la trama de la película. Aún así la naturalidad de los diálogos, los inteligentes encuentros que logra Varda entre las amigas le dan una frescura particular a la cinta.
Un film que traza los límites de los vínculos de la amistad que son tan fuertes que rompen el mundo dominado por los hombres. Es importante que el film de Varda acontece en los duros años 60 de francia para finalizar en los 70, donde a pesar que la luz de la lucha por la libertad de las dos amigas es consolidada no hay que olvidar que la lucha sigue más allá de la cinta.
En Una canta, la otra no, Pomme y Suzanne viven situaciones diferentes, son diferentes pero comparten el mismo fin que es la liberación de la mujer. Pomme lo atravesará a través de la lucha desde el arte, Suzanne desde la soledad, la maternidad y la pobreza.
El aborto. El aborto es tema que se toca en total profundidad cuando en los 70 era un tema casi prohibido. Varda toma el tema del aborto con total libertad, y como sinónimo de lucha. El personaje de Pomme acompañará a Suzanne en el camino de la decisión que la unirá en el transcurso de sus vidas.
El viaje. El viaje en la película es el sabor de la distancia entre las dos amigas que se acompañan mediante postales que se envían desde donde están viviendo. Los personajes en Una canta canta, la otra no, siempre están partiendo desde sus orígenes. Pomme de su casa, con su pareja a Irán, con el grupo de música. Y Suzanne con su vida está entre ser parte de las fotos de su pareja, a querer rehacer su vida con su hijos en un mundo que no acompaña a las madres solteras. Ambas son viajes donde los paisajes de las ciudades que ambas atraviesan son historias de deambular hacia la propia libertad. Creo que en esto del viaje hay algo de neorrealismo de Rossellini sobretodo en el tono de lo documental, del registro de las caminatas. pero en el caso del film tiene un fin claro; una búsqueda que se añora con esperanza.
Una canta, la otra no, es el regreso al largometraje después de haber filmado durante unos cuantos años varios documentales como Las Criaturas y Las Panteras Negras.
Una canta y la otra no, me dejó un buen sabor a pesar de cierta artificialidad por momentos en las actuaciones y en la trama de la película. Aún así la naturalidad de los diálogos, los inteligentes encuentros que logra Varda entre las amigas le dan una frescura particular a la cinta.
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