Lo primero que acude a la mente al conocer el proyecto de esta película es evidentemente el color, la acción, la moda ... en fín, todo el conjunto que hizo de la serie una de las más explosivas y seguidas de la década de los 80. Lo segundo la duda de si Michael Mann plasmará todo eso en la película.
Para el director Corrupcion en Miami era un universo que va más allá de los cinco años que duró la serie. El argumento, el estilo y personalidad de los personajes, la música ... todo define un espectacular universo que a primera vista puede parecer nada original, pero que seduce y atrapa al espectador cómo ocurrió hace veinte años.
Para la película Mann supo enfocar este mundo desde otro punto de vista. Liberado ya de las restricciones propias de una serie, ha querido imprimirle los constantes parámetros que han caracterizado su cine. Ahora Miami Vice es mucho más oscura, los personajes desprenden caudales de carisma y las escenas de acción, sin abusar en excesivo de ellas, son de lo mejor de la historia del cine, alejadas del simple derroche económico. Todo ello acompañado de una banda sonora muy propia en cada momento.
Si vemos la película como un mero espectador podremos decir que es una historia mil veces vista antes. Si nos dejamos cautivar por Corrupción en Miami y por Michael Mann podremos decir que hemos estado más de dos horas vibrando en un mundo espectacular.

Spielberg vuelve a la crudeza para representarnos otro fatal episodio de la historia hebrea.
Dejando fuera de la crítica la propaganda judía, a veces cínica, casi siempre fuera de lugar en la película, el argumento es el gran fallo. La historia es muy simple, apenas aparecen giros que sorprendan,ni trama que enganche. Todo lo contrario, parece un monótono tren de mercancías que sin ningún percance llega a su esperado destino. Los puntos más trascendentes del filme pasan por nuestros ojos sin que elevemos nuestra atención. Como otras veces el director aspira a conmovernos con momentos dirigidos de forma muy efectiva. Por la taquilla está claro que lo consigue.
Una vez que sabemos esto, nos limitamos a esperar deleitarnos en las escenas de acción. Son estas las que evitan que Morfeo nos lleve en más de una ocasión. En esos momentos, así cómo en algunos duelos interpretativos, Spielberg demuestra su maestría en la dirección, porque consigue atraparnos por momentos. Pero son sólo mera ilusión, y en poco tiempo volvemos a chocar con la tediosa línea argumental.
En conclusión, el director vuelve por sus fueros para crear un producto bien dirigido y sentimental, pero con una historia que deja mucho que desear.