Una electrizante manera de dibujar nuestra sociedad caprichosa y autómata, una película que muestra una visión amarga del mundo donde vivimos, vacío y al servicio de lo mundano. Un largometraje que invita a pensar sobre el camino del ser humano, trasmitido por un elenco impecable donde resalta la figura del carismático Viggo Mortesen. Esta febril caricatura de la sociedad; deja también lugar para el sentimiento, la tristeza humana y el humor. Un fin redondo de principio a fin.

Una película donde se percibe la impronta de Darren Aronofsky, su significado va mucho más allá de lo que se ve en pantalla. Se sale del cine con una sensación agridulce, en apariencia es una película normal con dos maravillosas interpretaciones, donde resalta un Javier Bardém muy profesional. Pero, a partir de la primera parte del largometraje, los acontecimientos se suceden precipitadamente y se pierde la conexión con los protagonistas y con la historia en general. Es un relato bíblico, pese a lo que puede parecer en un comienzo como nunca antes se había contado. El espectador debe hacer el esfuerzo de descifrar cada toma, cada pasaje que se muestra en pantalla. Una película, que más parece un ensayo cinematográfico, donde se debe interpretar cada metáfora que nos presenta el director, parece un poema hecho cine.