Tarantino muestra una narración de tres horas que va cocinando a fuego lento y que hace estallar como un polvorín. Sobredosis gore desencadenada por tensas y largas conversaciones aparentemente sin trascendencia pero dirigidas por el virtuosismo que sólo Quentin puede realizar. De nuevo confía en Ennio Morricone para la BSO que, junto a la más que cuidada y visualmente atractiva fotografía, convierten a Los odiosos ocho en una de las más bellas y brillantes del director.

La falta de imaginación parece haberse apoderado de Gladiator 2 , una película que prioriza la nostalgia y la taquilla por encima de la narrativa o la innovación. Durante casi tres horas, Ridley Scott nos bombardea con batallas, combates en el Coliseo y un despliegue de efectos especiales diseñados para entretener, pero que resultan vacíos de significado. Aunque la experiencia pueda ser visualmente impresionante, la película no deja huella y corre el riesgo de caer rápidamente en el olvido por su falta de profundidad y de aportes significativos a la saga.

El espectáculo circense de esta nueva entrega roza lo absurdo. Entre animales extravagantes, como elefantes, tiburones y monos que parecen sacados de otro mundo, la sensación es más cercana a estar viendo El libro de la selva que a una continuación digna de Gladiator . Por momentos, parece imitar la fórmula de Star Wars: El despertar de la fuerza , donde la veneración por personajes del pasado —como Máximo Décimo Meridio, convertido en una figura casi mística al estilo de Darth Vader— no logra esconder el sacrificio de lo anterior en aras de lo nuevo.