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Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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14 de noviembre de 2022
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Studio Ghibli felicita a Disney+ por su tercer aniversario con Zen – Grogu y los Hollines. El estudio de Miyazaki sintetiza en tres minutos el respeto que se profesan los gigantes de la animación con una estética minimalista en plena sintonía con el mensaje.

La creación de Zen – Grogu y los Hollines es un gesto importantísimo entre Ghibli y Disney

Studio Ghibli y Disney se conocen desde hace mucho tiempo. En 1996, la productora de animación americana se convirtió en distribuidora de los productos de Ghibli. Sin embargo, la relación entre ambas empresas ha dado más problemas que alegrías a la casa de Totoro. En Disney nunca llegaron a entender que las obras de los japoneses no responden a los esquemas hollywoodienses y eso hizo que traicionaran varias veces el acuerdo firmado. Cambios en la longitud de los largometrajes, en los diálogos, en la música y la falta de cuidado con que trataban la obra de Miyazaki y otros directores, hicieron que Ghibli terminara deseando librarse del contrato.

Studio Ghibli no siempre tuvo la solvencia de la que dispuso a partir de El Viaje de Chihiro. La ganadora del Oscar a Mejor Película de Animación en 2003 permitió a la compañía abrir fronteras y conseguir una notoriedad inusitada. Pero, hasta entonces, la obra de los japoneses era bastante desconocida para el público occidental. Aun así, la crítica siempre ha sido benevolente con la obra de Miyazaki y Takahata, lo que hizo que se pudiera considerar de culto en muchos aspectos.

Ghibli y Pixar
Studio Ghibli, sin embargo, siempre ha mantenido una relación estupenda con Pixar. De hecho, en Toy Story 3 (2010) podemos ver un gran Totoro de peluche. Por otra parte, en El viaje de Chihiro una farola saltarina nos remite al flexo de Pixar. Ghibli ha ido vadeando distintos problemas a lo largo del tiempo, pero nunca ha perdido ni su esencia ni su mensaje. Así que, cuando les fue posible, acabaron por acordar distribuciones con otras compañías menores.

En 2006 Disney fagocitó a Pixar. Podemos suponer que eso facilitó la reconciliación entre Ghibli y la gigante americana. O quizá no tenga que ver. El hecho es que, de un tiempo a esta parte, Disney ha vuelto a rondar al estudio japonés llegando incluso a distribuir El viento se levanta (2013). Aunque esa vez solo fuera en Estados Unidos y Canadá.

Aun así, y aunque las aguas se hubieran calmado, sorprende que no sea Disney+ quien tiene en su catálogo las películas de Ghibli y sí Netflix quien las ofrece. O quizá no sorprenda tanto. Quien conozca un poco la trayectoria de Miyazaki sabe que su vida son sus películas. No es probable que sea de los que se olvidan de las traiciones a la primera ocasión.

La creación de este cortometraje, por todo ello, supone un gesto de deferencia valiosísimo desde el punto de vista de Studio Ghibli a Disney. De hecho, ese y no otro es el argumento que llena los tres minutos de duración de esta preciosa pieza de animación.

Zen – Grogu y los Hollines: La creatividad en manos de maestros

Un día antes de la salida del corto pudimos tener conciencia de su existencia y, una vez visto, cientos de personas se quejan del hype que se ha creado alrededor de su publicación. Resulta difícil entender quién consideran ellos que ha creado el hype. Ghibli no necesita crear ninguna expectativa, ellos son expertos en crear obras de arte.

Como veníamos diciendo, detrás de este cortometraje hay muchísima enjundia que puede pasar desapercibida para quien no conozca la relación entre Ghibli y Disney. De hecho, aunque Miyazaki no aparezca en los créditos, sabemos que él tiene la última palabra en su estudio. Además, el hecho de que él mismo aparezca en la primera foto posteada en las redes sociales, es una clarísima declaración de intenciones.

Zen está dirigido por Katsuya Kondo, quien trabajó para Disney y luego formó parte de Studio Ghibli hasta 1992 siendo, por ejemplo, animador en títulos como El castillo en el cielo (1986), Mi vecino Totoro (1988) o Porco Rosso (1992). Posteriormente se desvinculó del estudio, aunque ha seguido trabajando asiduamente con ellos en otros proyectos como freelance.

El cortometraje tiene un estilo minimalista, de factura tradicional sin animación digital y con una estética cercana a la acuarela. La música que lo acompaña viene de la mano de Ludwig Göransson, compositor de la banda sonora de The Mandalorian y ganador de un Emmy por la misma. De hecho, viene a ser una reducción del tema principal de Grogu en la serie de Star Wars.
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Grogu y los susuwatari: dos especies pequeñas, curiosas y traviesas

En Zen vemos a un Grogu que medita, algo que tiene muchísima importancia en el argumento de The Mandalorian. No en vano, verlo así ha provocado a los espectadores de la serie algún mal rato. Por una esquina aparecen unos cuantos susuwatari curiosos. Los fans de Ghibli ya los conocen: son esquivos, huyen de los humanos (excepto de aquellos que les caen especialmente bien), pero siempre les puede la curiosidad. Y Grogu parece un ser tranquilo, así que intentan molestarle. Buscan juego.

Los fans de The Mandalorian saben que Grogu no se diferencia mucho de esa descripción que hemos hecho de los duendes del polvo. Grogu es una criatura pequeña, traviesa y noble. Si dejas de mirarle más de dos segundos, lo mismo se ha comido a media futura familia de alguien. Está en la edad, unos 50 años, en la que los niños no paran de intentar acabar con su propia vida y la de los demás.

Grogu se hace de rogar, pero pronto congenia con las bolitas negras. Ellas solo quieren jugar y, como hacen con Chihiro, agradarle. Después de una corta persecución, captan su atención, se ponen a la altura de Grogu y le ofrecen una flor. Una flor que, por supuesto, Grogu acepta y agradece. Y, como pasa con las relaciones puras de los niños, ya son amigos y entran en armonía.

Enso: símbolo de la plenitud de lo simple

Grogu se despide de nosotros haciendo un círculo con el brazo que luego se queda sobreimpreso en la imagen. Así se nos despide. Ese círculo es el Enso, un símbolo japonés fuertemente relacionado con el Zen. El Enso significa la plenitud de lo simple, y qué si no es este cortometraje. La apertura remite a su participación del infinito, el formar parte de algo más grande.

Ghibli homenajea a Disney dejando patente el profundo respeto que este estudio siente por la casa que compró a Lucasfilm y a Pixar. Acepta que Grogu podría ser uno de sus personajes, lo hace suyo sin tener que reinterpretarlo. Porque la historia de Grogu llega a la profundidad que imprime Miyazaki en sus protagonistas. Ghibli le regala una flor a Disney y, además, acepta ser consciente de que ambos trabajan plenamente por sus proyectos. No hay nada más simple que la reverencia al trabajo que sale del corazón. Solo así se puede formar parte de la historia, del infinito.

Crítica Publicada en: https://fanservice.es/corto-ghibli-grogu/
23 de octubre de 2022 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Stockholm habla de los amores fugaces de una noche, de la diferencia de perspectivas que provoca la presencia o ausencia de luz, de los juegos de seducción que aceptan la mentira como parte indispensable, de promesas que es lícito incumplir porque, realmente, prometer ya no parece vinculante y, sobre todo, habla del egoísmo. Stockholm trata los secuestros mentales, la manipulación y la banalización de los sentimientos; nos enseña la responsabilidad que acarrea hacer daño a una persona a sabiendas de que es frágil; habla de la ingenuidad y de la inocencia de los que no juegan en el mismo tablero; también de amores y decepciones. En definitiva, cuenta una historia que a todos nos ha pasado; desde un lado o desde el otro.La grandeza de la película reside en la simplicidad con la que se plantea. Un Javier Pereira mediocre y una Aura Garrido maravillosa, son prácticamente los únicos personajes de un largometraje que, en un principio, resulta insulso e incluso aburrido hasta la primera vez que te hace sentir incómodo. Esa incomodidad radica principalmente en el grado de implicación que hayas tenido en situaciones como las que te plantea el guión, más o menos desagradables pero desgraciadamente habituales. Y ya te has enganchado a la historia.

Podríamos evaluar la película como dos partes independientes en las que los personajes, el tono y el propio argumento son radicalmente distintos. ¿Y no es así el amor cuando se rompe? ¿No ocurre eso cuando desaparece la confianza? ¿No pasa que, de un día para otro, el amor de tu vida se convierte en un extraño al que no conoces? ¿No pasa que, de pronto, tus ansias de venganza tienen como objetivo a alguien a quien nunca habrías querido hacer daño? Y es que, también, podemos leer su mensaje desde un punto de vista más profundo y, en vez de tratarla como si únicamente hablara sobre lo que ocurre una noche en una gran ciudad, pensar en ella como una metáfora de una relación tóxica, construida sobre unos cimientos falsos e inestables.
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Puede ocurrir en la gran Madrid o en un pequeño pueblo de las montañas. Puede pasar que te enamores en una fiesta o sea algo más paulatino y dilatado en el tiempo. En realidad, esas variables no importan nada. Cuando alguien pasa por encima del bienestar de quien dice querer, asumiendo un papel sin parar hasta resultar convincente, sucede, a veces, que se hace daño. Nunca sabes qué pasa por la cabeza de una persona, únicamente puedes confiar y esperar que sea digno de esa confianza. Nunca sabes hasta qué punto has provocado dependencia emocional en quien confía en ti. Si secuestras, tendrás que actuar en consecuencia porque, lo que empieza como un secuestro, podría acabar en un homicidio imprudente.
Stockholm habla de la importancia de lo que decimos y hacemos, de la necesidad de ser coherentes y consecuentes con el daño que infligimos. Todo esto en un mundo en el que las palabras cada vez pesan menos y los actos forman parte de un guión establecido.

“Ni te imaginas lo que creo en nuestra historia”.

https://buscandoacasiopea.com/2016/09/19/stockholm-pelicula/
27 de mayo de 2019 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay cierto masoquismo en buscar en la literatura o el cine aquello que nos apasione, que nos mastique, trague y digiera. Los grandes relatos, no por tamaño sino por tener un lugar reservado en nuestra memoria y vísceras, provocan en nosotros un placer efímero que habitualmente se acaba convirtiendo en dolor. Y es que, cuando se cierra una historia que te ha acompañado, no más o menos tiempo, sino ahí adentro, donde se crean las ideas y se viven las emociones, se siente uno por un momento huérfano, abandonado y profundamente triste. Por eso, en ocasiones, es casi preferible no tener la cuestionable suerte de encontrarse con algo que te impacte y, en definitiva, te cambie.

Cómo entrenar a tu Dragón 3, despedida de la saga basada en los libros de Cressida Crowell, es, para empezar, una maravilla visual de calidades que ni siquiera a Disney se le ha visto superar. La siempre denostada Dreamworks vuelve a demostrar que cuando quiere hacerlo bien, lo hace sin prisas (lleva retrasando el estreno de este largo desde 2016) y con unos resultados excelentes. Las texturas, las iluminaciones, los colores y el nivel de detalle arrancan ovaciones en bajito en la sala, a nada que se esté dispuesto a valorar esos elementos técnicos.
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El plano argumental es quizá el punto débil de esta entrega que, como ya vimos en el trailer, apuntaba a ser paralela a la segunda y, efectivamente, se le asemeja mucho. Sin embargo, siendo esta la más floja de las tres, conforma un resumen de los valores, las enseñanzas y las vivencias de toda la saga que, sin necesitar la autocita, ni los flashbacks de escenas ya vistas, ni tampoco recursos manidos, resulta en un paseo evocador de todos aquellos momentos que nos han hecho vibrar a lo largo de la historia de Desdentao e Hipo. Ese es uno de los grandes fuertes de esta entrega: su poder para transmitir al espectador las escenas ya vistas anteriormente solo con estímulos que activan el recuerdo y, por tanto también, las emociones. No se está viendo una película broche de la saga: se está caminando de nuevo por la historia viéndola desde otras perspectivas, lo que acaba siendo un ejercicio sentimental intenso y único. En definitiva, es un homenaje merecido y elegantísimo no solo a la saga, sino también a otros productos intermedios como el cortometraje Regalo de un furia nocturna, estrenado en la Navidad de 2011.

John Powell vuelve a deslumbrar con una banda sonora que, paradójicamente, mantiene un lugar más discreto que en entregas anteriores (la primera fue nominada al Oscar a Mejor Banda Sonora Original), con una revisión exhaustiva de los temas y unos arreglos orquestales mucho más trabajados y minuciosos. Se podría decir que se acerca bastante a lograr la majestuosidad y el lirismo de su maestro Hans Zimmer en composiciones como las de El Príncipe de Egipto, del mismo estudio. Por ejemplo, y salvando las distancias, no se puede dejar de ver la estela de Deliver us (El príncipe de Egipto, 1998) en temas como As long as he’s safe.

Por otra parte, Jónsi, cantante de Sigur Rós, vuelve a poner su inestimable creatividad y talento al servicio de esta saga con nuevas obras que hacen posible olvidar otras como la tan innecesaria aportación de Melendi. O, más bien, digamos aportaciones, ya que no solo se queda en la música, sino que hace un desafortunadísimo cameo demasiado largo poniéndole voz al villano de la historia.

Últimamente, las sagas de animación están investigando a fondo el relato de cualidades universales desde perspectivas más modernas, que intentan alejarse de otras tóxicas y tradicionales. En esta ocasión volvemos a ver, como ya haya ocurrido este mismo año en Ralph rompe internet (Pixar, 2018), la dicotomía entre la amistad entendida como dependencia y la amistad entendida como libertad. Es de valorar que los estudios estén abriendo puertas para que los niños de hoy, los mayores consumidores de animación, puedan tener ejemplos tan puros y, a la misma vez, complejos sobre los grandes paradigmas sociales. Asimismo, en el caso de la película que nos ocupa, a su vez trata la problemática de los animales, la servidumbre y el respeto por su dignidad como ya llevamos viendo desde la primera.

Concluyendo, estamos ante el final de una saga muy mal entendida en su principio por la crítica y el público, que ha conseguido hacerse un hueco a fuerza de demostrar que el producto era bueno. Los creadores confiaron en que lo que tenían merecía la pena y no han parado hasta acabar con una historia totalmente coherente y redonda, con toda la calidad existente a su servicio. Nada que ver con fábricas de hacer dinero de otras compañías. Nada que ver con nada.

Como entrenar a tu dragón 3 es emotiva, disfrutona, divertida y espectacular. Larga vida a Dreamworks.

https://buscandoacasiopea.com/2019/02/27/critica-como-entrenar-dragon-3/
27 de mayo de 2019 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay un género que en los últimos años ha irrumpido en el cine español con muchísima fortuna, es el thriller. Especialmente prolífico y laureado, de manos de directores como Sorogoyen, Arévalo o Martín Cuenca, las producciones españolas están teniendo tantísima calidad que resulta sorprendente que la industria cinematográfica sea una de las más damnificadas por los presupuestos de Cultura.

Cuando los ángeles duermen se suma a la tendencia del suspense, en este caso, tratando un tema bastante delicado en la actualidad. La premisa parte del atropello involuntario de un padre de familia a una adolescente.

Germán, protagonista interpretado por Julián Villagrán, regresa a casa de una reunión de trabajo al otro lado del país, habiéndose perdido el cumpleaños de su hija. Bajo la consecuente presión de su mujer (Marián Álvarez), se ve obligado a hacer el viaje del tirón, aunque la Guardia Civil lo pare y le recomiende que descanse antes de continuar. Para burlar a dicha patrulla, Germán decide conducir por una carretera comarcal en plena noche.

Por otro lado, tenemos a Silvia y Gloria, dos adolescentes de un pueblo apartado. Silvia (Ester Expósito) vive un infierno familiar cuyo motivo no acaba de quedar muy claro ya que lo único que se ve es una discusión con sus padres sobre que ella quiere salir de fiesta y los padres prefieren que no lo haga. Gloria, sin embargo, encarna la adolescencia liviana y despreocupada. En definitiva, es la amiga divertida de una Silvia atormentada.
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Cuando la «fiesta» a la que han asistido las dos chicas desvaría, ambas vuelven a casa caminando por una carretera en mitad del campo, la misma en la que Germán conduce mientras se queda dormido a ratos. Al final, Gloria acaba atropellada y muy malherida y Silvia, en mitad de una conmoción emocional y lisérgica, culpa a Germán del estado de su amiga. Mientras, él intenta convencerla de que lo único que quiere es ayudarlas y llevarlas a un hospital. Lo que, al principio, es cierto.

A partir de aquí, el argumento empieza a girar y girar, tomando caminos cada vez menos explicables, teniendo en cuenta que el punto de partida es un amasijo de clichés sin profundidad alguna. Las decisiones que toman los personajes se antojan aleatorias o demasiado infantiles para tomarlas con seriedad, acompañadas de un guión bastante forzado. Tanto es así, que incluso la mujer de Germán, muy preocupada por la tardanza de su marido, tiene un conato de infidelidad con su objetivamente guapo vecino. El trabajo de la Guardia Civil tampoco se queda sin recibir palos durante el largometraje. La pareja patrullera parece sacada de un sketch de comedia o, quizá, son simplemente muy torpes. Poca justicia hace esta historia a su labor en casos reales del mismo tipo.

Sin embargo, lo que más mosquea de todo el thriller es el tratamiento de un asunto, como decíamos antes, delicado y profundamente dramático. Casos como el de Silvia y Gloria remiten directamente a otros como el de las niñas de Alcàsser, Diana Quer, Rocío Wanninkhof o Sonia Carabantes. Y estos son los más mediáticos. Miles de adolescentes permanecen desaparecidas y son incontables los casos que no se han resuelto. En este sentido, la película trata el tema como producto de una cadena de malentendidos, episodios de mala suerte, torpeza o un conjunto de malas decisiones que se presentan como “comprensibles” ante el espectador.

Aun así, y con todo, la película está bien llevada. Gonzalo Bendala presenta en su segunda obra un buen sentido del suspense. La atmósfera no podría ser más opresiva, algo muy difícil de hacer teniendo en cuenta que solo depende de las sensaciones creadas en el espectador. No hay un momento de tranquilidad a lo largo de todo el metraje, la incomodidad es constante y algunas escenas son tan realistas que se hace imposible no removerse en el asiento. Quizá el futuro del sevillano esté en ese campo y no en el de guion, escrito por él mismo. Por otra parte, las actuaciones protagonistas no son nada reseñables, no así las de los actores secundarios, todos grandes nombres del cine andaluz, que defienden bien sus papeles y arropan con éxito las deficiencias centrales.

En resumen, es una película que se deja ver, sobre todo les gustará a aquellos que disfrutan pasándolo mal en el cine. No quedará en la memoria de los espectadores, pero como inicio de una carrera puede ser un buen comienzo y, de ser un camino ascendente, quizá en un futuro tengamos otro gran director que añadir al escenario del thriller español.
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