Se ha vendido como una nueva película americana de bicharracos gigantes que no llama la atención por temor a encontrarse con lo mismo de siempre (rollo tipo godzilla). Sin embargo, aporta mucho mas que eso, se muestra mucho más real la sensación que tendría una persona normal ante una criatura que comienza a aparecer en su propia ciudad.
Rodada como falso hecho real con cámara doméstica, se consigue meter al espectador en el interior de los sucesos y vivirlos junto con los protagonistas.

Una película que, como ocurre con las anteriores de Shyamalan, tiene una historia ridícula, las personalidades de los protagonistas no son creíbles y muchos fallos en el guión. Sólo se le puede agradecer al director los originales movimientos de cámara, aunque eso es poquísimo para decidirse a ver esta película.
A los protagonistas se les debía haber ocurrido ponerse unas máscaras antigas para evitar la epidemia (sólo se le ocurre a las viejas que hacen punto viendo la tele), así habría acabado antes el aburrimiento del espectador.