Cuando una película te hace sentir lo que estás viendo en una pantalla, solo te queda aplaudir. Entras a la sala, con altas expectativas ante una nueva película de uno de los mejores directores actuales, junto con dos de tus actores favoritos en el reparto, se apagan las luces, comienza el viaje.
Te trasladas a las montañas nevadas de Calgary, Canadá. ¿Estás viendo esos paisajes en una pantalla gigante o estás allí de verdad?, sigo preguntándome a mi mismo.
He sentido cada baño de agua helada, he notado el calor que desprende el cuerpo de un animal recién muerto. He compartido el dolor de Glass y su sed de venganza. He repudiado la avaricia y la crueldad de Fitzgerald, y eso es gracias a DiCaprio y a Tom Hardy.
La película, como el título de esta inexperta crítica, es cruda, y esa crudeza te llega a través de la vista, de tus oídos, en definitiva, de tus sentidos. Hay dos escenas (podría decir más) que no se me olvidarán nunca. Su dureza y a la vez la naturalidad de ellas, es lo que las hacen indescriptibles.
La odisea de Glass es retratada por Iñárritu tan salvaje y tan cruenta como natural, y esto es gracias a una de las mejores fotografías que he visto, es gracias a Lubezki. Al contrario que sus paisajes, la película es de todo menos fría.
Para concluir, "The Revenant" es un tren a toda potencia a punto de descarrilar, pero que nunca llega a hacerlo. Me permito escribir una frase que he leído, "El Renacido será al cine de aventuras lo que Salvar al Soldado Ryan lo fue al cine bélico", y lo firmo.