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6.2
5,435
6
30 de agosto de 2012
30 de agosto de 2012
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una lástima. Algo falla en esta película bien filmada, excelentemente producida y con el regalo de Darín en pantalla: consigue acercarnos a una realidad infame sin imposturas, hacer un retrato fiel de las villas miseria y, en este sentido, no quedar muy lejos de "Ciudad de Dios", ser original al presentarnos este submundo desde una óptica novedosa, pero el discurso pierde fuerza por el empacho de temas. Un sacerdote guerrillero que huye de los paramilitares, una historia de amor pecaminosa, un homenaje a un cura histórico muerto en una villa en los 70, una trama mafioso-policial, la enfermedad del protagonista (revelada en el primer plano del film) y sus dudas ético-existenciales, las relaciones de un párroco de barriada con las altas esferas, la corrupción política... Demasiado menjunje. Y, a pesar de todo, un film que no te deja indiferente porque la foto social del barrio de chabolas y de todos los intereses político-religiosos que tuercen la vista es exacto. Pero el discurso se pierde, en parte por la tendencia del director a dar demasiado protagonismo a su esposa. Una lástima.
5
30 de agosto de 2012
30 de agosto de 2012
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Empieza francamente bien: un personaje listillo, que cae en las garras de un tipo bastante más peligroso que él. Y todo se le complica y al pobre protagonista no sabe de donde le vienen los tiros. Situación propia de las películas del maestro del suspense. El problema es cuando el guión se va olvidando del leitmotiv que origina las persecuciones, el robo y falsificación de obras de arte, para convertirse en una especie de "mito Bourne" pero con una justificación que no hay por donde agarrar. Y el protagonista corre y corre, y el malo es cada vez peor, y las mujeres (esposa y amante) se cambian el rol habitual y la muerte pisa los talones en cada escena. Desternillante el papel de los dos orondos policias gemelos.
9
24 de enero de 2013
24 de enero de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y al fin, algo distinto.
Después de muchas series buenas y disfrutadas, series de guiones estudiados al milímetro, ajustadas en su puesta en escena, personajes delineados -en lo físico y en lo mental-, capítulos con magníficos puntos de giro, suspense calculado, emociones estudiadas, humor en su punto justo... llega The Wire que es esto y todo lo contrario.
Con The Wire uno tiene la sensación que no hay guión, que está filmado de cualquier forma, que los personajes están agarrados de la calle (y parece que, en algún caso así es), que los capítulos terminan cuando es la hora, no porqué la estructura narrativa lo pida y que, en definitiva, el suspense, las emociones y el humor que van apareciendo son los que uno puede encontrar en la calle, en los barrios bajos de Baltimore o de cualquier otra ciudad, en todas las comisarías de estos distritos y entre los capos mafiosos del mundo de la droga. Y sí, en parte es así, y en parte detrás de todo ello hay (tiene que haber) un trabajo ingente de desembarco en esta realidad que existe y casi nunca se enseña. Hay películas que se atreven, sí, pero las mínimas. ¿Pero una serie de cinco temporadas? ¿Un producto que se juega su destino semana tras semana entre anuncios y en menos de una hora? Ésta es la novedad: el riesgo.
Y después están Bubbles, Omar, McNulty, Kima, Lester, Avon, Marlo, Stringer, Bunk, Pryzbylewski, Mouzone... imposible citarlos a todos, imposible definirles escuetamente: son la esencia de una serie que pretende engañar al espectador haciéndole creer que lo que ve es la pura realidad. Se trata justamente de esto y este es el gran mérito.
Alguien dijo que The Wire era como una novela de Balzac porque analizaba un submundo, una realidad, desde todos los puntos de vista posibles: el de los traficantes de calle, el de los traficantes de arriba, el de la policía, el de los yonkis, el de los políticos, el de la prensa, el de los niños y los adultos que viven en la frontera...
The Wire es esto: la serie total, aunque ello signifique que el ritmo narrativo no sea el acostumbrado. Aunque la realidad presentada llegue a molestar al espectador. Quizá es demasiado fácil decir que es como la vida misma porqué seria no atorgar a los creadores el dibujo de unos personajes que, aunque parezcan de verdad, incluso aunque estén inspirados en la realidad, son ficticios.
Crear un mundo paralelo con tanta veracidad que puede pasar como el verdadero y, así, mostrar una realidad que todo el mundo sabe que está allí, pero prefiere no conocer. Esto es lo que consigue The Wire.
Algo distinto.
Después de muchas series buenas y disfrutadas, series de guiones estudiados al milímetro, ajustadas en su puesta en escena, personajes delineados -en lo físico y en lo mental-, capítulos con magníficos puntos de giro, suspense calculado, emociones estudiadas, humor en su punto justo... llega The Wire que es esto y todo lo contrario.
Con The Wire uno tiene la sensación que no hay guión, que está filmado de cualquier forma, que los personajes están agarrados de la calle (y parece que, en algún caso así es), que los capítulos terminan cuando es la hora, no porqué la estructura narrativa lo pida y que, en definitiva, el suspense, las emociones y el humor que van apareciendo son los que uno puede encontrar en la calle, en los barrios bajos de Baltimore o de cualquier otra ciudad, en todas las comisarías de estos distritos y entre los capos mafiosos del mundo de la droga. Y sí, en parte es así, y en parte detrás de todo ello hay (tiene que haber) un trabajo ingente de desembarco en esta realidad que existe y casi nunca se enseña. Hay películas que se atreven, sí, pero las mínimas. ¿Pero una serie de cinco temporadas? ¿Un producto que se juega su destino semana tras semana entre anuncios y en menos de una hora? Ésta es la novedad: el riesgo.
Y después están Bubbles, Omar, McNulty, Kima, Lester, Avon, Marlo, Stringer, Bunk, Pryzbylewski, Mouzone... imposible citarlos a todos, imposible definirles escuetamente: son la esencia de una serie que pretende engañar al espectador haciéndole creer que lo que ve es la pura realidad. Se trata justamente de esto y este es el gran mérito.
Alguien dijo que The Wire era como una novela de Balzac porque analizaba un submundo, una realidad, desde todos los puntos de vista posibles: el de los traficantes de calle, el de los traficantes de arriba, el de la policía, el de los yonkis, el de los políticos, el de la prensa, el de los niños y los adultos que viven en la frontera...
The Wire es esto: la serie total, aunque ello signifique que el ritmo narrativo no sea el acostumbrado. Aunque la realidad presentada llegue a molestar al espectador. Quizá es demasiado fácil decir que es como la vida misma porqué seria no atorgar a los creadores el dibujo de unos personajes que, aunque parezcan de verdad, incluso aunque estén inspirados en la realidad, son ficticios.
Crear un mundo paralelo con tanta veracidad que puede pasar como el verdadero y, así, mostrar una realidad que todo el mundo sabe que está allí, pero prefiere no conocer. Esto es lo que consigue The Wire.
Algo distinto.

7.6
33,037
9
24 de enero de 2013
24 de enero de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin alardes, sin espectáculo, sin sentimentalismo, sin exageraciones: Haneke filma la vida misma. Y nos brinda la mejor definición de este concepto tan manoseado que desde el inicio de los tiempos literarios convenimos en llamar "amor". Quizá pueda ser muchas más cosas y merecer otras descripciones, pero sin duda la dedicación, el sacrificio y la ternura que Trintignant desprende hacia Emmanuelle Riva (¡qué papel tan difícil y bien logrado el suyo!) es una de las más ajustadas. Amor es eso -nos dice Haneke: darlo todo y no permitir ninguna injerencia ajena si esta tiene que ir contra la voluntad de quien ya no puede decidir. Y luchar siempre a favor de la dignidad de la persona amada.
Abstenerse quienes hayan sufrido una pérdida reciente especialmente si se produjo después de un lento pero infalible proceso de degradación personal (psíquico y físico).
Abstenerse quienes hayan sufrido una pérdida reciente especialmente si se produjo después de un lento pero infalible proceso de degradación personal (psíquico y físico).

5.8
4,922
6
15 de octubre de 2012
15 de octubre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siento repetir lo que muchas otras críticas leídas: en un triángulo amoroso que se desborda por la pasión entre una joven culta y sensible, casada con un gentleman mucho mayor que ella, y un piloto de la RAF alocado y semianalfabeto, el film opta por una puesta en escena que prima las maneras y los quehaceres de esta sociedad burguesa, distante e impertérrita, representada por el marido. Una sola escena rompe la frialdad: la del enfado y los gritos del amante que no comprende los sentimientos de una Rachel Weisz espléndida. Ni tan siquiera las lágrimas finales logran conmover en exceso... A pesar de la machacona melodía de violín apasionado, casi violento, que choca con la frialdad de una fotografía preciosa pero que logra situar la acción en un marco alejado del espectador. Quizás demasiado teatral. Es como si lograra que el espectador viera el telón.
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