El hombre del gruñido es antipático, feo y un auténtico animal primitivo, no obstante, la mirada zafia con la que afronta la vida en la película y la manera en que nos dejó su legado, ofrecen un hombre de acontecer moderno, inusitado para los que desconozcan y para los que conozcan la época en que vivió el genial pintor.

Mike Leigh aporta un biopic fuera de lo común. Para aquellos a los que les guste mirar sin ambages y sin trucos baratos de cámara, el director nos sitúa en una época y nos obliga a observar para conocer, a escudriñar con pericia nuestra mirada y a torcer el labio como lo hace el talentoso Timothy Spall para comprender la naturaleza de William Turner.

Si uno no le busca más pies al gato, se encuentra con una obra digna de ver, con un trabajo bien realizado y con unos 100 minutos rentables para los ojos del espectador que no tenga la necesidad de encontrar en cada película que ve un tratado cinematográfico. Mejor que el cine mainstream al uso que nada aporta, esta obra se resuelve con digna claridad y consigue que nos traguemos la aridez del metraje.

No es una gran película, pero el embalaje en que se nos presenta, junto con la fusión de géneros, encierra en sí una propuesta interesante. Si bien podría haber dado mucho más de sí, el director Jake Paltrow, muestra que en su horizonte caben veredas para explotar con mayor habilidad esto que llamamos cine.

El tiempo no pasa en balde para nadie. Andrew Haigh consigue elaborar de forma muy sutil, una historia llena de matices y sugerencias. De forma poética e intimista esculpe el retrato de una pareja, el hechizo fracturado de un glaciar que se quiebra, el tormento del cambio climático que desborda una taza de café ante el pulso nervioso de unos personajes atizados por el pasado.

El primer amor de Geoff (Tom Courtneay) irrumpe de forma epistolar en la vida de una pareja en la antesala de su 45 aniversario. A Geoff se le comunica que Katya ha sido descubierta intacta en un glaciar y eso despierta los celos de Kate (Charlotte Rampling), su mujer. Desde ese momento la presencia de Katya se presenta como una proyección fantasmal -con momentos memorables en los que se alude a ella-, que sirve para poner en juego el complicado nido emocional que plantea el amor y las relaciones de pareja.

Con una capacidad desbordante para llevar los tiempos de cada plano, el cineasta inglés consigue que este ejercicio de talento despierte no solo las emociones y el recuerdo de sus protagonistas, sino también las del espectador. Es digno de admirar el excelente resultado que consigue la banda sonora, cada elemento de sonido que se pone en escena se manifiesta esencial para conseguir el clima deseado.

Genial. En Locke, nos encontramos ante una obra de gran astucia, inteligencia y sobriedad. La película en sí es un canto a las cosas bien hechas, y eso que partimos de un error, de un fallo que catapulta toda la trama. Es una obra que tiene sus cimientos en un guión bien fermentado, contiene una urdimbre de la que tirar en los momentos justos para que el papel de un único actor nunca decaiga. La tensión está perfectamente manejada y el equilibrio que aporta el fenomenal montaje mantiene al espectador siempre dispuesto a preguntarse, reflexionar y sentir tanto con nuestro protagonista, como con todos aquellos que aparecen sin ser vistos. Una obra humilde en presupuestos y significados!

Una película que no merece la pena perderse!

La película no consigue sino crear una torpe incomodidad estomacal, igual era la intención de Terry Gilliam. Fracasa en todos los sentidos, dejando en el espectador el vacío de una estética llamativa, artificial e incómoda. Todo lo que vemos pretende ser algo que nunca es lo que quiere ser, se presenta como una relación insatisfactoria e inacabada! Una pena, pues esconde tras de sí mucho más de lo que saca a la luz.