Cuando uno ve una película de Robin Williams suele esperar unas cuantas risas o, al menos, un buen puñado de sonrisas de complicidad para con su personaje. Pero este no es el caso, pues se trata de un drama un tanto crudo y en el que cuesta identificarse tanto con la trama como con cualquiera de los personajes.
El caso es que es un largometraje impredecible en casi su totalidad, de esos en los que te pasas el rato intentando adivinar qué va a pasar porque parece obvio, pero que luego te sorprende, no con un giro argumental, sino con alguna acción que extrañamente resulta coherente con el rol del personaje.
Desde luego la recomiendo, como he recomendado hasta hoy cualquier película en la que aparezca Robin Williams, aunque es mejor mantener las espectativas a un nivel más bien bajo, para evitar decepciones.

Un guión pobre para una historia algo original en el género. La recurrencia a los dramas personales más graves desde la superficialidad de la comedia romántica mientras se pretende tocar la fibra sensible de un espectador ya distraído por el aburrimiento.
Por otro lado, podría haber profundizado en el mundo oscuro de las farmacéuticas y su relación con los médicos, pero lo hace muy someramente dejando a todos de buenos o, al menos, de poco malos.
Lo único que podría salvarse es la banda sonora y la fotografía, pero la primera queda ensombrecida por incluir la Macarena...
No hay por dónde cogerla.

Me ha gustado la historia. No me ha gustado el inglés nivel experto en gramática, nivel idiota en pronunciación del protagonista. La banda sonora es resultona y la fotografía y la dirección espectaculares.

Vi la película con tres amigas (yo soy hombre) y a las tres, el protagonista, les pareció un cerdo. A mi me parece que hay que ir más allá de si es un cerdo o no. Me parece que la genialidad estriba en que nos adentramos en su intimidad, en sus armas para luchar con el dolor más profundo que es el de perder al ser amado. Si esas armas son reprobables o no, eso es otra historia.