Cuando uno lee la frase, basado en hechos reales, sabe que lo que está a punto de ver (o lo que ha visto, según los casos) tiene un poso extra de ser algo verídico, con la carga emocional que lleva el saber que lo que nos están contando ocurrió más o menos así. Sin embargo, Terence Young, un mágnífico director de género que se hizo famoso gracias a sus filmes con el Agente 007, no consigue en ningún momento meternos de lleno en la historia. Todo huele a mentira. Nada es creíble. Los decorados parecen de carton piedra, la iluminación es más propia de un musical que de una película bélica, los nazis son tan blandos que parecen sancados de una comedia infantil, incluso el protagonista podría haber participado en un anuncio de perfumes. Y es una pena, porque el elenco de actores era bueno sobre el papel, (incluído el incontestable Yul Brynner en un papel secundario). La historia es atractiva y sin duda el director parece indicado para poder llevar el trabajo a buen puerto. Pero no consigue darle ritmo, no consigue atrapar al espectador con un pizca de suspense, con un poco de sentimiento. Desde el minuto 1 se sabe que va a pasar y, efectivamente, hay pocas sorpresas. No tengo ninguna duda de que lo que cuenta Triple Cross ocurrió de verdad, pero dudo mucho que ocurriera como nos lo ha contado en esta película.