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Críticas ordenadas por utilidad
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8
20 de noviembre de 2011
20 de noviembre de 2011
54 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es muy frecuente que una película sea capaz de conmover hasta el llanto. Pero es todavía más difícil que un mismo film pueda provocar lágrimas de tristeza y, en la siguiente secuencia, de alegría. La guerre est declarée ciertamente lo consigue. Narra la historia de una joven pareja de enamorados, Romeo y Julieta (sí, en la escena en que se presentan ella le dirá a él ¿Romeo; es una broma? Porque yo me llamo Julieta) Fruto de su amor nace un bebé, Adán, que a los dos años enferma de cáncer. El mismo día que le llevan al hospital a hacerle las pruebas que se lo diagnosticarán comienza la Guerra de Irak. Y ellos mismos declaran a su vez la guerra a la enfermedad de su hijo. Será una lucha larga y dura que pondrá a prueba su amor, pero la afrontarán con determinación y optimismo.
Se trata de una película que consigue combinar muy acertadamente recursos dramáticos y cómicos, y tratar un tema tan complicado sin ser otro sentimental cuento de superación personal. Curiosamente, está basada en la historia real de sus dos protagonistas, Valérie Donzelli y Jérémie Elkaïm, cuyo hijo enfermó de cáncer. Ambos firman un guión que no tiene nada que ver con esos telefilmes cuyos títulos están rotulados con ese “basado en una historia real” que no suele presagiar nada bueno. Pero esta vez estamos de suerte (quizás porque en ningún momento aparece un rótulo así). La declaración de guerra que nos atañe consigue sortear un tema tan escabroso con buenas dosis de alegría, sensibilidad y sentido del humor. Quizás sea ese uno de los puntos en que las piezas no encajan del todo: el que los problemas en la pareja protagonista parecen quedar demasiado atenuados por estos buenos sentimientos. Pero francamente, me importa un bledo. Porque he conseguido de lleno meterme en una historia que es un canto al amor, a la unión familiar y a la amistad como apoyo frente a las adversidades.
Sigue en spoiler con unas reflexiones personales, pero sin desvelar nada.
Se trata de una película que consigue combinar muy acertadamente recursos dramáticos y cómicos, y tratar un tema tan complicado sin ser otro sentimental cuento de superación personal. Curiosamente, está basada en la historia real de sus dos protagonistas, Valérie Donzelli y Jérémie Elkaïm, cuyo hijo enfermó de cáncer. Ambos firman un guión que no tiene nada que ver con esos telefilmes cuyos títulos están rotulados con ese “basado en una historia real” que no suele presagiar nada bueno. Pero esta vez estamos de suerte (quizás porque en ningún momento aparece un rótulo así). La declaración de guerra que nos atañe consigue sortear un tema tan escabroso con buenas dosis de alegría, sensibilidad y sentido del humor. Quizás sea ese uno de los puntos en que las piezas no encajan del todo: el que los problemas en la pareja protagonista parecen quedar demasiado atenuados por estos buenos sentimientos. Pero francamente, me importa un bledo. Porque he conseguido de lleno meterme en una historia que es un canto al amor, a la unión familiar y a la amistad como apoyo frente a las adversidades.
Sigue en spoiler con unas reflexiones personales, pero sin desvelar nada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La peli se acaba y el público que abarrota el Teatro Jovellanos durante el 49 Festival Internacional de Cine de Gijón empieza a levantarse. Sólo los cinéfilos más ortodoxos (y, tal vez, pedantes) nos quedamos hasta que acaban los títulos de créditos. La película está dedicada al sistema sanitario público francés. Qué oportuno. Precisamente hoy, 20-N de 2011 (fecha histórica donde las haya, por cierto), día que se ha elegido un nuevo gobierno que parece traer consigo la (alargada) sombra de los recortes, una película tan bonita nos recuerda cuáles son algunos de los logros más importantes de nuestra sociedad a los que no hemos de renunciar nunca.

7.4
94,287
8
24 de diciembre de 2010
24 de diciembre de 2010
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante una obra típicamente británica, en el mejor sentido de la palabra. Con cierta clave de humor (inglés) cuenta la historia de cómo el segundón de la Familia Real británica, que acabó siendo coronado como Jorge VI, tuvo que superar un tartamudeo que, evidentemente, le dificultaba el desempeño de sus funciones. Estamos en una época de cambios en Europa. Por un lado, aparecen negros nubarrones de tormenta en forma de totalitarismos. Y por otro, avances tecnológicos como la radio (ese invento del genial Tesla tan injustamente atribuido a Marconi) revolucionan completamente los conceptos de política y monarquía. Ya no basta con que el rey “tenga buen aspecto en uniforme y no se caiga del caballo”, no. Ahora su voz tiene que llegar a través de las ondas y colarse en todos los hogares, no sólo del reino, sino del todavía Imperio Británico.
Para lograr superar ese gran lastre recurre a un logopeda, Lionel Logue, quien emplea métodos “poco ortodoxos” para intentar curarle. La película se centra en este tratamiento. A través de las diferentes sesiones asistimos al surgimiento de una curiosa amistad, a la par que la política de aquellos años se nos muestra como un interesante telón de fondo.
Los dos personajes principales, el terapeuta y el monarca, están muy bien dibujados, especialmente el segundo (Colin, me quito el sombrero). No vemos a un rey glorificado y grandioso, sino a un hombre que sólo intenta hacer lo que se espera de él, con todas sus complejidades, problemas y dudas. Pero es ante todo una persona fuerte, de carácter un tanto colérico, que no elude sus responsabilidades, aún en los momentos más difíciles. En esto hay una gran diferencia con su hermano quien, como se sabe, abdicó tras casarse con una divorciada.
(Sigue en "spoiler por falta de espacio")
Para lograr superar ese gran lastre recurre a un logopeda, Lionel Logue, quien emplea métodos “poco ortodoxos” para intentar curarle. La película se centra en este tratamiento. A través de las diferentes sesiones asistimos al surgimiento de una curiosa amistad, a la par que la política de aquellos años se nos muestra como un interesante telón de fondo.
Los dos personajes principales, el terapeuta y el monarca, están muy bien dibujados, especialmente el segundo (Colin, me quito el sombrero). No vemos a un rey glorificado y grandioso, sino a un hombre que sólo intenta hacer lo que se espera de él, con todas sus complejidades, problemas y dudas. Pero es ante todo una persona fuerte, de carácter un tanto colérico, que no elude sus responsabilidades, aún en los momentos más difíciles. En esto hay una gran diferencia con su hermano quien, como se sabe, abdicó tras casarse con una divorciada.
(Sigue en "spoiler por falta de espacio")
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En cuanto al “doctor” (cuando vean la película descubrirán el porqué de estas comillas) es un australiano peculiar, socarrón, alegre. Aunque magníficamente interpretado por Geoffrey Rush, en mi opinión es un personaje escrito con menos profundidad. Como un interesante detalle quiero destacar que sufre en sus carnes la xenofobia de un pueblo que no lo considera del todo británico.
Y por último está Elizabeth, la esposa del rey (todos la conocemos como “Reina Madre”), y su principal apoyo. Aunque ceda protagonismo a los dos personajes masculinos, es una mujer muy fuerte que siempre está al lado de su marido.
Desde el punto de vista técnico, está dirigida con mucho acierto. Se recurre a encuadres subjetivos, al picado, contrapicado para mostrarnos exactamente lo que el director quiere transmitir. Y todo ello, en medio de una puesta en escena exquisita, genuinamente británica. Me quedo con un luminoso plano secuencia en medio de un parque difuminado por la niebla londinense.
El principal defecto del film no es propio, sino añadido por ese mal tan endémico de nuestro país que es el doblaje. Cuando uno percibe que el movimiento de los labios de los actores no se corresponde con los sonidos escuchados, sólo queda imaginar cuán bella sería la dicción en la versión original. Por no hablar de juegos de palabras y del acento australiano de Rush. Quizás las leyes encaminadas a “proteger” nuestra cultura debieran garantizar nuestro derecho a gozar de ella en todo su esplendor.
También creo que es un error eludir el rodaje de la coronación, y puede que haya algún momento en que el ritmo flaquee un poco. Pero no importa, porque esta película que ya tiene sabor de clásico avanza sin detenerse hacia el clímax final en que, recién iniciada la Segunda Guerra Mundial, el rey tiene que dar el discurso que todo el país está esperando oír.
Y por último está Elizabeth, la esposa del rey (todos la conocemos como “Reina Madre”), y su principal apoyo. Aunque ceda protagonismo a los dos personajes masculinos, es una mujer muy fuerte que siempre está al lado de su marido.
Desde el punto de vista técnico, está dirigida con mucho acierto. Se recurre a encuadres subjetivos, al picado, contrapicado para mostrarnos exactamente lo que el director quiere transmitir. Y todo ello, en medio de una puesta en escena exquisita, genuinamente británica. Me quedo con un luminoso plano secuencia en medio de un parque difuminado por la niebla londinense.
El principal defecto del film no es propio, sino añadido por ese mal tan endémico de nuestro país que es el doblaje. Cuando uno percibe que el movimiento de los labios de los actores no se corresponde con los sonidos escuchados, sólo queda imaginar cuán bella sería la dicción en la versión original. Por no hablar de juegos de palabras y del acento australiano de Rush. Quizás las leyes encaminadas a “proteger” nuestra cultura debieran garantizar nuestro derecho a gozar de ella en todo su esplendor.
También creo que es un error eludir el rodaje de la coronación, y puede que haya algún momento en que el ritmo flaquee un poco. Pero no importa, porque esta película que ya tiene sabor de clásico avanza sin detenerse hacia el clímax final en que, recién iniciada la Segunda Guerra Mundial, el rey tiene que dar el discurso que todo el país está esperando oír.

7.9
133,352
10
8 de diciembre de 2010
8 de diciembre de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí una de las mejores películas que he visto en mucho tiempo. La empecé sin demasiadas expectativas, pues la tenía por un film estrafalario, surrealista y delirante, pero que no me atraía mucho. Sin embargo, desde el primer minuto, me atrapó y no me soltó. Un extraordinario canto a la imaginación, a la creatividad, al amor.
Un cuento que narra cómo un hijo intenta comprender qué parte realmente fue real en la vida de su padre: un hombre que ha dedicado toda su existencia a contar maravillosas historias en las que la ficción maquilla a la realidad. Nos encontramos quizás con reminiscencias de Ciudadano Kane, aunque ahora la palabra cuyo significado desconocemos es “Big Fish”, y no “Rosebud”.
Una mezcla entre Don Quijote y Cien años de soledad. Del primero toma su idealismo y su imaginación sin límites a la hora de construirse un mundo propio para sustituir a una realidad vulgar y aburrida. Del segundo, el realismo mágico, ese mundo tan exuberante, absurdo y exagerado, en el que lo creíble se sacrifica en aras de la belleza. Interpretativamente no tiene desperdicio. Un amplísimo elenco: (Helena Bonham Carter, Ewan McGregor, Steve Buscemi, Danny DeVito) entre el que destaca un soberbio Albert Finney.
Visualmente, resulta espectacular. Se suceden imágenes preciosistas, poderosísimas, surrealistas, coloristas, muy del estilo de Tim Burton. Aunque no sabría con cuál de todas ellas quedarme, el campo de narcisos amarillos con que Bloom siembra el jardín de su amada para lograr conquistarla todavía persiste en mi retina.
Y también derrocha sentido del humor. La escena del atraco (en realidad toda la vida del personaje de Buscemi, de poeta a magnate pasando por ladrón) es sensacional, y la caja fuerte ya vaciada por los especuladores está hoy de rabiosa actualidad.
Y todo ello llega directo al corazón, no pudiendo dejar de llorar durante los últimos diez minutos. Todavía me emociono al recordar el final de la historia, algo que, como dijo Bloom padre, iba a ser lo mejor de todo. Y cuando la fábula al fin culmina en forma de un espectacular salto, yo ya era un “perfecto mierda”, como diría Pérez-Reverte. Pero me daba igual, porque estaba en uno de esos momentos sublimes en que sientes admiración absoluta ante la falta de límites de nuestra imaginación.
Un cuento que narra cómo un hijo intenta comprender qué parte realmente fue real en la vida de su padre: un hombre que ha dedicado toda su existencia a contar maravillosas historias en las que la ficción maquilla a la realidad. Nos encontramos quizás con reminiscencias de Ciudadano Kane, aunque ahora la palabra cuyo significado desconocemos es “Big Fish”, y no “Rosebud”.
Una mezcla entre Don Quijote y Cien años de soledad. Del primero toma su idealismo y su imaginación sin límites a la hora de construirse un mundo propio para sustituir a una realidad vulgar y aburrida. Del segundo, el realismo mágico, ese mundo tan exuberante, absurdo y exagerado, en el que lo creíble se sacrifica en aras de la belleza. Interpretativamente no tiene desperdicio. Un amplísimo elenco: (Helena Bonham Carter, Ewan McGregor, Steve Buscemi, Danny DeVito) entre el que destaca un soberbio Albert Finney.
Visualmente, resulta espectacular. Se suceden imágenes preciosistas, poderosísimas, surrealistas, coloristas, muy del estilo de Tim Burton. Aunque no sabría con cuál de todas ellas quedarme, el campo de narcisos amarillos con que Bloom siembra el jardín de su amada para lograr conquistarla todavía persiste en mi retina.
Y también derrocha sentido del humor. La escena del atraco (en realidad toda la vida del personaje de Buscemi, de poeta a magnate pasando por ladrón) es sensacional, y la caja fuerte ya vaciada por los especuladores está hoy de rabiosa actualidad.
Y todo ello llega directo al corazón, no pudiendo dejar de llorar durante los últimos diez minutos. Todavía me emociono al recordar el final de la historia, algo que, como dijo Bloom padre, iba a ser lo mejor de todo. Y cuando la fábula al fin culmina en forma de un espectacular salto, yo ya era un “perfecto mierda”, como diría Pérez-Reverte. Pero me daba igual, porque estaba en uno de esos momentos sublimes en que sientes admiración absoluta ante la falta de límites de nuestra imaginación.

7.3
90,317
9
19 de septiembre de 2010
19 de septiembre de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una distopía, es una utopía perversa donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal. Por oposición al cine de pseudo-ciencia ficción más comercial, apoyado en desastres naturales y espectaculares efectos especiales, las distopías suelen ser aquellas películas en que la ciencia-ficción puede explotar todas sus posibilidades.
Gattaca es uno de los mejores ejemplos de este subgénero. Muestra un futuro no muy lejano en que los niños son desarrollados mediante ingeniería genética, lo que da lugar a la división de la sociedad entre éstos, considerados “válidos”, y aquéllos que han sido concebidos naturalmente, los “no válidos”. Así, la discriminación no se produce por motivos raciales o culturales, sino simplemente por los genes. En medio de este panorama, Vincent (Ethan Hawke), concebido de forma natural, intentará luchar para abrirse camino y escalar desde la base a la que ha sido relegado hasta la cima, algo solo reservado para la élite genéticamente mejorada. Y todo con el único objetivo de alcanzar su sueño: viajar al espacio.
Gattaca es una bellísima historia de superación personal, amor y amistad. Tiene un guión muy inteligente y un montaje muy acertado, recurriendo con frecuencia a contrastes y paralelismos.
Los tres actores principales interpretan muy bien sus personajes, aunque destaca por encima de todo la relación de amistad (y complementariedad) entre Ethan Hawke y Jude Law, siendo este último, en mi opinión, el mejor de la película.
La atmósfera futurista está muy lograda, y hay una marcada oposición entre el mundo de los “no válidos” y el de los “válidos”. Así, éstos hacen gala de una gran elegancia, refinamiento, sofisticación y cuasi-perfección que raya el parecido y la imitación, ya que no son más que diferentes versiones de un mismo modelo, de un mismo ideal. Y por otro lado, tenemos al heterogéneo grupo de los “no válidos”, inmersos en una sordidez y suciedad crónicas. Tratados con indiferencia o desprecio por “la élite”, repudiados hasta por aquellos semejantes suyos que se hayan en puestos de poder, son relegados a desempeñar los peores trabajos de la sociedad. En general, el trabajo de producción es impecable y funciona muy bien a la hora de introducirnos en este futuro, ya sean pequeños detalles (los coches eléctricos, el uso del esperanto) o toda la arquitectura y los decorados a la vez contemporáneos e innovadores
La película también tiene cierta vertiente policíaca muy interesante. Vincent es seguido muy de cerca por una policía genética implacable y arbitraria en el trato, que vela por el mantenimiento del orden establecido, y recurre principalmente al análisis de todo tipo de tejidos, ya que sólo una pestaña o una gota de sangre bastan para revelar toda tu identidad.
En definitiva, esta película nos ofrece un retrato amargo pero esperanzador acerca de un futuro en que un hombre desafía a toda una sociedad con el objetivo de intentar alcanzar sus sueños.
Gattaca es uno de los mejores ejemplos de este subgénero. Muestra un futuro no muy lejano en que los niños son desarrollados mediante ingeniería genética, lo que da lugar a la división de la sociedad entre éstos, considerados “válidos”, y aquéllos que han sido concebidos naturalmente, los “no válidos”. Así, la discriminación no se produce por motivos raciales o culturales, sino simplemente por los genes. En medio de este panorama, Vincent (Ethan Hawke), concebido de forma natural, intentará luchar para abrirse camino y escalar desde la base a la que ha sido relegado hasta la cima, algo solo reservado para la élite genéticamente mejorada. Y todo con el único objetivo de alcanzar su sueño: viajar al espacio.
Gattaca es una bellísima historia de superación personal, amor y amistad. Tiene un guión muy inteligente y un montaje muy acertado, recurriendo con frecuencia a contrastes y paralelismos.
Los tres actores principales interpretan muy bien sus personajes, aunque destaca por encima de todo la relación de amistad (y complementariedad) entre Ethan Hawke y Jude Law, siendo este último, en mi opinión, el mejor de la película.
La atmósfera futurista está muy lograda, y hay una marcada oposición entre el mundo de los “no válidos” y el de los “válidos”. Así, éstos hacen gala de una gran elegancia, refinamiento, sofisticación y cuasi-perfección que raya el parecido y la imitación, ya que no son más que diferentes versiones de un mismo modelo, de un mismo ideal. Y por otro lado, tenemos al heterogéneo grupo de los “no válidos”, inmersos en una sordidez y suciedad crónicas. Tratados con indiferencia o desprecio por “la élite”, repudiados hasta por aquellos semejantes suyos que se hayan en puestos de poder, son relegados a desempeñar los peores trabajos de la sociedad. En general, el trabajo de producción es impecable y funciona muy bien a la hora de introducirnos en este futuro, ya sean pequeños detalles (los coches eléctricos, el uso del esperanto) o toda la arquitectura y los decorados a la vez contemporáneos e innovadores
La película también tiene cierta vertiente policíaca muy interesante. Vincent es seguido muy de cerca por una policía genética implacable y arbitraria en el trato, que vela por el mantenimiento del orden establecido, y recurre principalmente al análisis de todo tipo de tejidos, ya que sólo una pestaña o una gota de sangre bastan para revelar toda tu identidad.
En definitiva, esta película nos ofrece un retrato amargo pero esperanzador acerca de un futuro en que un hombre desafía a toda una sociedad con el objetivo de intentar alcanzar sus sueños.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La escena del concierto de piano interpretado por un pianista con 6 dedos ejemplifica muy bien todo ese refinamiento genético y cultural del que he venido hablando, y que llega hasta el hecho de "diseñar" seres humanos para interpretar ciertas piezas musicales.
También cabe destacar las dos secuencias en que los dos hermanos compiten por ver quién nada más, lo que constituye una interesante historia de amor fraternal, a la par que un triunfo de la voluntad.
Otra escena que recuerdo especialmente es el espectacular amanecer amplificado por el reflejo de los paneles solares.
También cabe destacar las dos secuencias en que los dos hermanos compiten por ver quién nada más, lo que constituye una interesante historia de amor fraternal, a la par que un triunfo de la voluntad.
Otra escena que recuerdo especialmente es el espectacular amanecer amplificado por el reflejo de los paneles solares.

5.8
28,007
6
4 de agosto de 2010
4 de agosto de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque sea española, podría pasar perfectamente por una película americana. Narra la "invasión alienígena" por parte de un astronauta yanqui (¿por qué no podría ser español?) a un planeta de seres verdes que viven en la pseudo-década de los 50 (sería muy original si no recordara un tanto a “El Planeta de los Simios”)
Si uno busca una lectura adulta detrás del argumento infantil, queda bastante decepcionado. Aunque se aprecian ciertos intentos de construir algo más "serio", con críticas a los militares y al dogmatismo científico, no se consigue dar unidad al conjunto.
Tampoco es una película muy graciosa más allá de unas pocas escenas realmente hilarantes. Pero sí que es divertida y entretenida, y sus 91 minutos no se te hacen nada largos. El argumento es más bien simple que sencillo, quizás demasiado orientado hacia los niños, y con una trama bastante previsible.
Sin embargo, se ha logrado construir una película de animación muy digna, buena desde el punto de vista técnico, y capaz de competir con muchas de las producciones americanas. Espero que este sea solo el comienzo de una nueva etapa para la animación en España.
Si uno busca una lectura adulta detrás del argumento infantil, queda bastante decepcionado. Aunque se aprecian ciertos intentos de construir algo más "serio", con críticas a los militares y al dogmatismo científico, no se consigue dar unidad al conjunto.
Tampoco es una película muy graciosa más allá de unas pocas escenas realmente hilarantes. Pero sí que es divertida y entretenida, y sus 91 minutos no se te hacen nada largos. El argumento es más bien simple que sencillo, quizás demasiado orientado hacia los niños, y con una trama bastante previsible.
Sin embargo, se ha logrado construir una película de animación muy digna, buena desde el punto de vista técnico, y capaz de competir con muchas de las producciones americanas. Espero que este sea solo el comienzo de una nueva etapa para la animación en España.
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