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6
11 de diciembre de 2024
11 de diciembre de 2024
32 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como dijo el propio Bob en su carta de agradecimiento por el Premio Nobel, Shakespeare hizo literatura sin preguntarse si califica como verdadera literatura. Hizo dramaturgia preguntándose si el personaje estaba en el lugar correcto, si el actor es el correcto, incluso si el presupuesto alcanzaba para lo necesario para la escenografía, pero la última de sus preguntas sería si esto ante otros ES literatura. Y parece que Mangold, en medio de sus preguntas, se preguntó demasiado pronto "¿ES mi película una BUENA CANDIDATA al Oscar?"
Elle Fanning y Monica Barbaro se centraron en las emociones de sus personajes, sabiendo que no pueden ser iguales a la persona que interpretan, pero intentaron empatizar y conectar en sensibilidades con ellos, y lo hicieron bien. Pero Chalamet se centró en la interpretación vocal y de guitarra en vivo de las canciones de Bob Dylan (lo logra de manera respetable) y se olvidó de las sensibilidades de Bob.
Elle Fanning y Monica Barbaro se centraron en las emociones de sus personajes, sabiendo que no pueden ser iguales a la persona que interpretan, pero intentaron empatizar y conectar en sensibilidades con ellos, y lo hicieron bien. Pero Chalamet se centró en la interpretación vocal y de guitarra en vivo de las canciones de Bob Dylan (lo logra de manera respetable) y se olvidó de las sensibilidades de Bob.

6.5
33,489
8
16 de noviembre de 2024
16 de noviembre de 2024
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las mejores escenas de The Substance son precisamente las menos cargadas de efectos y más cargadas de verdad: el dolor de Demi Moore frente al espejo y el que siente cuando habla con otro consumidor de la sustancia. Y como el horror en el cine no radica meramente en lo que se ve en pantalla, sino en lo que ocurre en nuestra mente, la belleza de Sue deja expuesto el real horror interno -el mismo que vive Elizabeth viendo su reflejo-: el de nunca poder ser suficiente siendo una misma.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Existe un subgénero poco comentado en el cine, pero con notables actuaciones femeninas en su historial: el hagsploitation, o explotación de las viejas brujas. The Substance no se adhiere a él, sino que lo subvierte. El hagsploitation se mueve entre el drama, el suspenso y el horror, y tiene como personaje clave a una mujer anciana, de aspecto ‘desagradable’, violenta y peligrosa. Joan Crawford y Bette Davis fueron las primeras protagonistas de un filme de este tipo con What ever happened to Baby Jane? (1962), en el que Baby Jane (Davis) era una exestrella infantil que se rehúsa a dejar su personaje de niña, mientras mantiene una rivalidad con su hermana Blanche (Crawford), estrella consagrada de Hollywood que queda parapléjica por un accidente. El hagsploitation ha sido celebrado por ‘traer de vuelta a la vida artística’ a mujeres supuestamente mayores (de más de 45 años). No solo es prejuiciosa y misógina la idea de que la carrera de una actriz cercana a los 50 años está muerta; también lo es la premisa detrás de las historias que relacionan a las mujeres mayores con la fealdad y un odio justificable hacia ellas. The Substance invierte los roles: lo villanesco está en una mujer joven. Pero la violencia no está realmente en ella, sino en los estándares de belleza femeninos -asociados a la juventud- y en el sistema entero que los promueve.
En La sustancia, de Coralie Fargeat, se podría decir que el monstruo es amado y la normalidad es condenada como si fuese monstruosa. La actriz y estrella de televisión Elizabeth Sparkle (Demi Moore) acaba de cumplir 50 años y es despedida del canal de televisión en el que trabajaba, pues su jefe, Harvey (Dennis Quaid) busca una figura atractiva, es decir, joven. Es entonces cuando llegará a ella la sustancia, un químico con procedimientos desconocidos que le permiten generar una versión perfecta de sí misma. La criatura perfecta que emerge de ella se hace llamar Sue (Margaret Qualley) y recibe toda la atención y beneficios posibles. Las indicaciones de uso de la sustancia insisten en que “ambas son uno”, tanto la versión original como la nueva: la otredad, ese «otro» fuera de la sociedad, es uno mismo. El cuerpo femenino, incluso en la normalidad del paso de los años, puede ser abyecto, como describía Julia Kristeva. Aquí, La sustancia retoma ideas ya mostradas en el cine de David Cronenberg, que también influyó en Julia Ducournau. Coralie Fargeat es claramente una cinéfila adepta al cine de horror en general, como se puede ver en diversas escenas, especialmente en la última media hora de la película. Las referencias a The Shining, Elephant man y Carrie saltan a la vista de forma tan evidente como la sangre a chorros en una de las secuencias finales. En ese sentido, es una película muy pop, al punto que puede llegar a sentirse efectista.
¿Qué hay de horrorífico o de female gaze en mostrar de forma sexualizada el cuerpo perfecto de una mujer joven y hermosa como Margaret Qualley? Es una duda (o cuestionamiento) que ha surgido en algunos al ver las secuencias del programa Pump it up, aquel que conduce Sue una vez contratada en el canal de TV por Harvey -personaje de lenguaje corporal inspiradísimo en Vince McMahon, misógino que daba roles estelares a mujeres de belleza hegemónica mientras relegaba a las que no lo eran-, pues se enfoca explícitamente en las partes del cuerpo más erotizadas de las mujeres. Y es que hay lógica detrás de esto. Las mujeres objetificadas son precisamente lo terrorífico de la película. El horror teratológico es causado por los machos que buscan hacerse de sus objetos de consumo a costa de la deformación física y emocional de las mujeres. Lo que para los hombres es una mujer sexy a la que necesitan poseer, para las mujeres es una intersección entre una figura de admiración y una de dolor por esa belleza inalcanzable que han aprendido a desear desde siempre.
En La sustancia, de Coralie Fargeat, se podría decir que el monstruo es amado y la normalidad es condenada como si fuese monstruosa. La actriz y estrella de televisión Elizabeth Sparkle (Demi Moore) acaba de cumplir 50 años y es despedida del canal de televisión en el que trabajaba, pues su jefe, Harvey (Dennis Quaid) busca una figura atractiva, es decir, joven. Es entonces cuando llegará a ella la sustancia, un químico con procedimientos desconocidos que le permiten generar una versión perfecta de sí misma. La criatura perfecta que emerge de ella se hace llamar Sue (Margaret Qualley) y recibe toda la atención y beneficios posibles. Las indicaciones de uso de la sustancia insisten en que “ambas son uno”, tanto la versión original como la nueva: la otredad, ese «otro» fuera de la sociedad, es uno mismo. El cuerpo femenino, incluso en la normalidad del paso de los años, puede ser abyecto, como describía Julia Kristeva. Aquí, La sustancia retoma ideas ya mostradas en el cine de David Cronenberg, que también influyó en Julia Ducournau. Coralie Fargeat es claramente una cinéfila adepta al cine de horror en general, como se puede ver en diversas escenas, especialmente en la última media hora de la película. Las referencias a The Shining, Elephant man y Carrie saltan a la vista de forma tan evidente como la sangre a chorros en una de las secuencias finales. En ese sentido, es una película muy pop, al punto que puede llegar a sentirse efectista.
¿Qué hay de horrorífico o de female gaze en mostrar de forma sexualizada el cuerpo perfecto de una mujer joven y hermosa como Margaret Qualley? Es una duda (o cuestionamiento) que ha surgido en algunos al ver las secuencias del programa Pump it up, aquel que conduce Sue una vez contratada en el canal de TV por Harvey -personaje de lenguaje corporal inspiradísimo en Vince McMahon, misógino que daba roles estelares a mujeres de belleza hegemónica mientras relegaba a las que no lo eran-, pues se enfoca explícitamente en las partes del cuerpo más erotizadas de las mujeres. Y es que hay lógica detrás de esto. Las mujeres objetificadas son precisamente lo terrorífico de la película. El horror teratológico es causado por los machos que buscan hacerse de sus objetos de consumo a costa de la deformación física y emocional de las mujeres. Lo que para los hombres es una mujer sexy a la que necesitan poseer, para las mujeres es una intersección entre una figura de admiración y una de dolor por esa belleza inalcanzable que han aprendido a desear desde siempre.
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