Siete Novias Para Siete Hermanos (Seven Brides For Seven Brothers, 1954) es una película musical dirigida por Stanley Donen, bailarín coreógrafo y director especializado en musicales y realizador dos años antes de Cantando Bajo La Lluvia (Singin' In The Rain). Es un largometraje lleno de optimismo, Technicolor saturado, canciones alegres y vitalistas (compuestas por Gene de Paul) y unos números coreografiados a medio camino entre el baile y la acrobacia.
Howard Keel y Jane Powell son los protagonistas que además de ser unos dignos actores eran unos extraordinarios cantantes.
Nos encontramos ante un ejemplo de que dos géneros tan poco solubles entre sí (musical y western) pueden dar una buena película.
El argumento no ha aguantado el paso del tiempo y el machismo que desprende es indefendible hoy en día, pero si somos capaces de verla con perspectiva y ubicuidad (recordemos, 1954) podremos disfrutar de un espectáculo colorista y festivo.

Sí. Es tremendista, pero que alguien me explique de qué otra forma se pueden narrar los pedazos de inhumanidad que jalonan el metraje de esta película.
Mención aparte merece Peter Mullan, uno de los pocos actores que por su sola presencia, merece la pena pagar el precio de una entrada de cine.

Enorme joya que en unos pocos minutos nos llega al corazón, nos hace olvidar lo que hay a nuestro alrededor y nos encoge el alma con una aparente facilidad y limpieza de medios que la hace aún más valiosa. Es de agradecer que en una época donde las películas de animación vendan más entradas por la calidad de sus 3D y por su CGI, podamos disfrutar de esta emotiva fábula donde unos simples pero hermosos dibujos y una música sencilla y serena se pongan al servicio de una historia de amor y soledad desgarradora.
Gracias por crear esta píldora de sensibilidad y buen gusto.

Dersu Uzala (id. 1975) es una película soviética dirigida por Akira Kurosawa.
Basada en hechos reales, trata básicamente de una historia de amistad y respeto mutuo entre los dos protagonistas, dos personas que representan dos mundos opuestos: la tradición y la naturaleza por un lado y el progreso y la ciudad por el otro.
El film tiene dos partes bien diferenciadas: la primera y más extensa transcurre en espacios abiertos de la taiga y los bosques siberianos; la segunda, prácticamente un epílogo, nos traslada a la ciudad donde queda patente la distancia dramática e insalvable que separa los dos mundos.
Lejos de las obras llenas de acción y vigor de Kurosawa, aquí el maestro japonés nos regala una obra maestra llena de planos largos e intensos, de miradas llenas de significado y de silencios que gritan.

Cuando visioné The Mandalorian quedé muy satisfecho. Se recuperaba parte de la magia de las primeras películas de Star Wars y su peculiar universo. Lograron crear de la nada un individuo que tenía carisma. Aunque apenas dice frases de más de cuatro o cinco palabras y solo le vemos la cara en contadísimas ocasiones, me parece un personaje atractivo, íntegro y bien construido.
Boba Fett es harina de otro costal. No empatizo con él, va de un lado para otro con cara de no saber qué está pasando y, aunque tampoco habla mucho, lo que dice ni me interesa demasiado ni tiene demasiado sentido. Los secundarios tampoco están a la altura. Al cazarrecompensas de la saga galáctica le ha sentado mal el rol protagonista: me gustó más como un sicario casi anónimo. Me viene a la mente aquello de "Más vale estar callado y parecer tonto que decir algo y confirmarlo".