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6.4
22,194
6
27 de marzo de 2011
27 de marzo de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre leo Filmaffinity antes de ir al cine. Con esta película ha ocurrido algo muy especial.
Todos los críticos decían que la película era asquerosa porque tenía una "moralina" final. Esa crítica me olía a cuerno quemado porque permitía al crítico ir de "neutral inmoral que pasa por la vida de puntillas". He ido a verla y mis sospechas se han confirmado.
Todos los críticos decían que la película era asquerosa porque tenía una "moralina" final. Esa crítica me olía a cuerno quemado porque permitía al crítico ir de "neutral inmoral que pasa por la vida de puntillas". He ido a verla y mis sospechas se han confirmado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película es la siguiente. Una pareja de lesbianas anglosajonas pijas tienen dos hijos pijos estudiantes y buenos deportistas. Conocen al donante de esperma de las criaturas, un soltero outsider con algunos discursos que amenazan con ser incendiarios respecto al estilo de vida burgués. Se hace amigo enrollado de los chavales y se acuesta con la lesbiana más pajarilla, la que no lleva el peso y la responsabilidad familiar. La lesbiana médico y responsable los pilla. Se hacen unos discursitos sobre la importancia de la familia y el soltero -y padre de las criaturas, por cierto- es apartado violentamente de la familia.
Los críticos de la película critican el final de la película, como si ese final tuviera que coincidir precisamente con el leitmotiv ideológico de la misma. Pero, ¿acaso no se han planteado que la película no sea sino una explosiva ironía?. Que la directora sea de origen ruso y que el título sea tan sospechosamente ambigüo "los chicos están bien" podría apuntalar dicha tesis en la cual los críticos, burguesamente acomodados, ni tan siquiera exploran. Pero hay otro elemento en la película que desfigura completamente el victimismo persecutorio de los críticos pretendidamente rebeldes que cargan contra el final de la película en lugar de utilizarlo en provecho de su hipotética propia causa.
Se trata del hispano. Porque sí, amigos, en la película hay un hispano, Luis, interpretado por Joaquín Garrido. La lesbiana más femenina, la infiel, tiene un negocio de arreglar jardines, pero el currelas es un hispano que sorprendentemente, pese a pasarse el día entre flores, es alérgico. Su papel es similar al de los mayordomos de las películas de Visconti. Su mirada invierte completamente la película de un "los ricos también lloran" a un "vaya panda de imbéciles estos americanos". El hispano, alegre y cándido, con su inglés macarrónico y su mirada escéptica respecto al estilo de vida burgués hipócrita anglosajón, es testigo de la infidelidad de la lesbiana artística con "el padre de sus hijas". Y por ser testigo, es despedido de la manera más frívola posible por parte de la sensible y lacaniana protagonista, auténtica adalid de la empatía y la sensibilidad de la vida en pareja durante toda la película.
Quizás los críticos indies de esta película no tengan huevos de imaginar un público menos conformista que ellos, un público que se fije en la demoledora presencia del hispano, que perturba la visión ingenua de esta película, pero desde Izquierda Hispánica reivindicamos que su mirada es mucho más irónica y revolucionaria que todos los hipotéticos finales indies de sexo, violencia y destrucción con los que ellos fantasean conformistamente. Piensa el ladrón que todos son de su condición.
Los críticos de la película critican el final de la película, como si ese final tuviera que coincidir precisamente con el leitmotiv ideológico de la misma. Pero, ¿acaso no se han planteado que la película no sea sino una explosiva ironía?. Que la directora sea de origen ruso y que el título sea tan sospechosamente ambigüo "los chicos están bien" podría apuntalar dicha tesis en la cual los críticos, burguesamente acomodados, ni tan siquiera exploran. Pero hay otro elemento en la película que desfigura completamente el victimismo persecutorio de los críticos pretendidamente rebeldes que cargan contra el final de la película en lugar de utilizarlo en provecho de su hipotética propia causa.
Se trata del hispano. Porque sí, amigos, en la película hay un hispano, Luis, interpretado por Joaquín Garrido. La lesbiana más femenina, la infiel, tiene un negocio de arreglar jardines, pero el currelas es un hispano que sorprendentemente, pese a pasarse el día entre flores, es alérgico. Su papel es similar al de los mayordomos de las películas de Visconti. Su mirada invierte completamente la película de un "los ricos también lloran" a un "vaya panda de imbéciles estos americanos". El hispano, alegre y cándido, con su inglés macarrónico y su mirada escéptica respecto al estilo de vida burgués hipócrita anglosajón, es testigo de la infidelidad de la lesbiana artística con "el padre de sus hijas". Y por ser testigo, es despedido de la manera más frívola posible por parte de la sensible y lacaniana protagonista, auténtica adalid de la empatía y la sensibilidad de la vida en pareja durante toda la película.
Quizás los críticos indies de esta película no tengan huevos de imaginar un público menos conformista que ellos, un público que se fije en la demoledora presencia del hispano, que perturba la visión ingenua de esta película, pero desde Izquierda Hispánica reivindicamos que su mirada es mucho más irónica y revolucionaria que todos los hipotéticos finales indies de sexo, violencia y destrucción con los que ellos fantasean conformistamente. Piensa el ladrón que todos son de su condición.
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