Sin quitar mérito a la obra del genial e irrepetible Fernando Fernán Gómez, "El mundo sigue" me parece un tanto sobre-valorada y a años luz de otras obras españolas con fuerte carga de crítica social. Da la sensación de que Fernán Gómez intenta aportar su grano de arena juntando retales de películas de tinte neo-rrealista pero el resultado es un tanto chirriante y estridente.

Imposible no establecer paralelismos, comparaciones, semejanzas, insinuaciones... con el mundo de la miseria de las clases sociales reflejado previamente por otros grandes cineastas de los 20 y los 30 del siglo XX.

No es un estilo que le pegue mucho a Aki Kaurismäki. Le falta lo que luego pondrá en escena: lo sintético, lo cortante, lo surrealista, lo cómico, lo absurdo.

A través de los servicios de reparación telefónica de varios países de Europa del Este, asistimos a la vida, reflexiones, vida cotidiana de ciudadanos de a pie sin más pretensión que mostrar cómo sigue la vida por allá. Curioso documental que refleja una Europa de dos, tres, cuatro velocidades, algunas regiones lastradas por su pasado bajo el capote de la Unión Soviética -y lo que te rondaré, morena-.

No les bastaba con tener a un pederasta convicto y confeso en la familia. Cuentan, para su desgracia además, con un nieto al que no le tiembla el pulso para airear, con la bendición del resto del clan -eso sí y a los cuatro vientos- sus miserias. Dos tragedias insufribles.

Y es que introducirse en esas veredas enlodazadas con la vana pretensión de obtener redenciones o explicaciones a algo tan repulsivo no siempre funciona, sobre todo si lo relatado es autobiográfico.