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9
21 de octubre de 2011
21 de octubre de 2011
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras nieva sobre los cedros, es un largometraje dirigido por Scott Hicks en 1999, tras la magnífica Shine de 1996. Me encantó Shine, gran, gran película y me maravilló la genial interpretación de Geoffrey Rush, oscar al mejor actor por esta cinta. Mientras nieva sobre los cedros está basada en la novela del mismo nombre de David Guterson, ganadora del premio Pen/Faulkner y que además de gustar a la crítica tuvo una gran acogida entre el público. Partir de una buena novela no garantiza para nada hacer una buena película y en este caso Scott Hicks, que firma el guión junto con Ronald Bass, hace un trabajo magnífico y no era tarea fácil.
La película nos sitúa en una pequeña isla del noroeste de Estados Unidos a punto de cumplirse diez años desde el ataque japonés a Pearl Harbor y narra el juicio al que es sometido el americano de origen japonés Kazuo Miyamoto, acusado del asesinato de un pescador, antiguo amigo de la infancia y con el que mantenía una disputa por unas tierras. A pesar de que el film prácticamente empieza con el juicio y acaba con el veredicto final no estamos ante la típica película de ambiente judicial. Ni mucho menos. El director mediante flashbacks nos introduce en el momento histórico previo a los hechos, nos explica como afectó la Segunda Guerra Mundial a la comunidad de la isla y nos cuenta la psicosis que se produjo con los japoneses americanos, cómo el Gobierno de EEUU los confinó en campos de internamiento para tenerlos controlados.
Más adelante veremos el por qué de la historia pero a mí me importa mucho el cómo, la estética de la película. Las imágenes retrospectivas y en general toda la cinta están dotadas de una gran belleza, quizás sea por esos melancólicos bosques sobre los que no deja de nevar durante todo el metraje, no sé. La fotografía es fantástica, la verdad, y combinada con la preciosa música de James Newton Howard que tiene una base orquestal y una preponderancia de los instrumentos de cuerda, incluyendo instrumentos étnicos japoneses y unos brillantes solos de violín, hace que la película sea magnífica desde un punto de vista estético. Ah, no me pienso olvidar del trabajo de los actores. Y es que Scott Hicks acostumbra a elegir magistralmente bien a los intérpretes para sus películas. En esta ocasión no es una excepción, Ethan Hawke está correctísimo, aunque me gustó más en Training day, sublime, y en Gattaca, genial. Max Von Sydow está bestial y actuando como secundarios de auténtico lujo, pesos pesados como James Cromwell, Richard Jenkins y Sam Shepard. Este reparto le da una dimensión de verosimilitud tremenda a la película. Gran cásting y buen director de actores Scott Hicks.
La película nos sitúa en una pequeña isla del noroeste de Estados Unidos a punto de cumplirse diez años desde el ataque japonés a Pearl Harbor y narra el juicio al que es sometido el americano de origen japonés Kazuo Miyamoto, acusado del asesinato de un pescador, antiguo amigo de la infancia y con el que mantenía una disputa por unas tierras. A pesar de que el film prácticamente empieza con el juicio y acaba con el veredicto final no estamos ante la típica película de ambiente judicial. Ni mucho menos. El director mediante flashbacks nos introduce en el momento histórico previo a los hechos, nos explica como afectó la Segunda Guerra Mundial a la comunidad de la isla y nos cuenta la psicosis que se produjo con los japoneses americanos, cómo el Gobierno de EEUU los confinó en campos de internamiento para tenerlos controlados.
Más adelante veremos el por qué de la historia pero a mí me importa mucho el cómo, la estética de la película. Las imágenes retrospectivas y en general toda la cinta están dotadas de una gran belleza, quizás sea por esos melancólicos bosques sobre los que no deja de nevar durante todo el metraje, no sé. La fotografía es fantástica, la verdad, y combinada con la preciosa música de James Newton Howard que tiene una base orquestal y una preponderancia de los instrumentos de cuerda, incluyendo instrumentos étnicos japoneses y unos brillantes solos de violín, hace que la película sea magnífica desde un punto de vista estético. Ah, no me pienso olvidar del trabajo de los actores. Y es que Scott Hicks acostumbra a elegir magistralmente bien a los intérpretes para sus películas. En esta ocasión no es una excepción, Ethan Hawke está correctísimo, aunque me gustó más en Training day, sublime, y en Gattaca, genial. Max Von Sydow está bestial y actuando como secundarios de auténtico lujo, pesos pesados como James Cromwell, Richard Jenkins y Sam Shepard. Este reparto le da una dimensión de verosimilitud tremenda a la película. Gran cásting y buen director de actores Scott Hicks.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El personaje sobre el cual gira toda la trama es Ishmael Chambers (Hawke), el editor/periodista del pueblo. Scott Hicks nos muestra por mediación de unas bellas imágenes retrospectivas la relación amorosa que mantuvo Ishmael durante su adolescencia con Hatsuo Miyamoto, americana de origen japonés que al llegar a una cierta edad decide acabar con la relación y casarse con una persona más afín a ella y a su familia, Kazuo Miyamoto, sentado ahora en el banquillo de los acusados. Vale, es cierto, el director quizás se excede un pelo con el tiempo que le dedica a ese romance de juventud, y alguien me podría decir que rompe un poco el ritmo de la cinta y que no viene a cuento a pesar del preciosismo de las imágenes, y no estaría exento de cierta razón. Pero mira tú por donde, yo creo que tiene todo el sentido del mundo porque nos hace entender la inmensa felicidad de Ishmael en esa época y podemos observar que, mientras se celebra el juicio, todavía no ha superado ese desengaño amoroso y sigue obsesionado con Hatsuo. Y todo esto es clave porque es precisamente él, Ishmael quien, investigando por su cuenta, ha encontrado la prueba que podría demostrar la inocencia del marido de Hatsuo.
Y ahí se encuentra Ishmael, con un brazo perdido en la guerra, con esa obsesión por la mujer del acusado y con una baja autoestima al tener que continuar con el periódico que dejó su padre (Shepard) al morir, y con el estigma de no sentirse la mitad de hombre que él, persona de una gran estatura moral y admirado por toda la comunidad. Y duda. Sí, todas estas circunstancias le hacen dudar de su deber como ser humano. Al final consigue superar sus obsesiones y complejos, crece como persona y actúa como era preciso para salvar una vida humana. Y digo salvar porque Kazuo Miyamoto, tal como se verá en la película, es inocente y a pesar de que solamente había contra él pruebas circunstanciales, existían muchas posibilidades de que fuera declarado culpable, fruto de ese ambiente enrarecido contra los americanos de origen japonés en esos años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En una emotiva escena al final de la historia, cuando el juez (Cromwell) está a punto de dejar libre al acusado, la comunidad japonesa en pleno hace una reverencia a Ishmael, dándole las gracias y equiparándole de alguna manera a su padre.
En definitiva, la película nos deja una buena historia de superación personal, bien narrada, con elegancia, unos hechos históricos desconocidos por muchos de nosotros, unas grandes interpretaciones y unas bellas imágenes y banda sonora. ¿Qué más se puede pedir?
Y ahí se encuentra Ishmael, con un brazo perdido en la guerra, con esa obsesión por la mujer del acusado y con una baja autoestima al tener que continuar con el periódico que dejó su padre (Shepard) al morir, y con el estigma de no sentirse la mitad de hombre que él, persona de una gran estatura moral y admirado por toda la comunidad. Y duda. Sí, todas estas circunstancias le hacen dudar de su deber como ser humano. Al final consigue superar sus obsesiones y complejos, crece como persona y actúa como era preciso para salvar una vida humana. Y digo salvar porque Kazuo Miyamoto, tal como se verá en la película, es inocente y a pesar de que solamente había contra él pruebas circunstanciales, existían muchas posibilidades de que fuera declarado culpable, fruto de ese ambiente enrarecido contra los americanos de origen japonés en esos años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En una emotiva escena al final de la historia, cuando el juez (Cromwell) está a punto de dejar libre al acusado, la comunidad japonesa en pleno hace una reverencia a Ishmael, dándole las gracias y equiparándole de alguna manera a su padre.
En definitiva, la película nos deja una buena historia de superación personal, bien narrada, con elegancia, unos hechos históricos desconocidos por muchos de nosotros, unas grandes interpretaciones y unas bellas imágenes y banda sonora. ¿Qué más se puede pedir?

6.8
13,956
10
22 de agosto de 2011
22 de agosto de 2011
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando vas a ver una película de un director novel siempre te entran dudas, no sabes si va a ser un desastre o un descubrimiento. El cine es un arte en sí mismo con un lenguaje propio y difícil de dominar y gente que brilla en otros campos se ha estrellado al intentarlo. No es el caso de Tom Ford, afamado diseñador de moda. Este señor coge la novela "A single man", del escritor Christopher Isherwood (1904-1986) y considerada su obra maestra, compra sus derechos, adapta el guión junto con David Scearce y se lanza a dirigir un largometraje como si tal cosa. El rodaje 23 días, el presupuesto 6 millones de dólares, el resultado una película maravillosa, cautivadora, un auténtico ejercicio de estilo. ¿Por qué? Veamos.
Teniendo en cuenta los orígenes del director piensas que va a prestar una gran atención a la forma y efectivamente así es, toda la obra está impregnada de un preciosismo extremo. Cada toma está pensada hasta el más mínimo detalle. Es visualmente perfecta. Los travellings, las panorámicas, las imágenes a cámara lenta, todo se desarrolla en perfecta armonía. La fotografía, soberbia, corre a cargo de Eduard Grau, en un debut sonado. Se ha elegido un color apagado que recuerda al virado sepia de la fotografía analógica, que junto con toda la puesta en escena, mobiliario, maquillaje, etc, realmente te transporta a la época en que se desarrolla la historia, ambientada en el sur de California en 1962 durante la crisis de los misiles en Cuba. Pero ojo, no toda la película está narrada en este tono neutro, en esta aparente falta de color, cuando llega el momento, el director cambia el sepia por el technicolor y lo utiliza junto con la música como una parte esencial de su discurso narrativo.
La banda sonora está firmada por el polaco Abel Korzeniowski, que ha compuesto para esta película una delicada música a base de instrumentos de cuerda, en los que destaca el violín. En cuanto al trabajo actoral, Colin Firth, que interpreta al protagonista, realiza su mejor trabajo hasta la fecha. En ningún momento ves al actor, solo sientes el personaje, estás dentro de él. Veo sentimiento, sobriedad, elegancia, ni rastro de sobreactuación. Magnífico. Julianne Moore, como siempre, impecable en el par de escenas que tiene en la película, soberbia dando contrapartida a Colin Firth. Los secundarios correctísimos, bien elegidos, buen casting.
La película narra el último día de la vida de George Falconer, profesor universitario homosexual que no ha conseguido superar la muerte del que ha sido su pareja durante 16 años, fallecido en accidente de tráfico siete meses antes.
Teniendo en cuenta los orígenes del director piensas que va a prestar una gran atención a la forma y efectivamente así es, toda la obra está impregnada de un preciosismo extremo. Cada toma está pensada hasta el más mínimo detalle. Es visualmente perfecta. Los travellings, las panorámicas, las imágenes a cámara lenta, todo se desarrolla en perfecta armonía. La fotografía, soberbia, corre a cargo de Eduard Grau, en un debut sonado. Se ha elegido un color apagado que recuerda al virado sepia de la fotografía analógica, que junto con toda la puesta en escena, mobiliario, maquillaje, etc, realmente te transporta a la época en que se desarrolla la historia, ambientada en el sur de California en 1962 durante la crisis de los misiles en Cuba. Pero ojo, no toda la película está narrada en este tono neutro, en esta aparente falta de color, cuando llega el momento, el director cambia el sepia por el technicolor y lo utiliza junto con la música como una parte esencial de su discurso narrativo.
La banda sonora está firmada por el polaco Abel Korzeniowski, que ha compuesto para esta película una delicada música a base de instrumentos de cuerda, en los que destaca el violín. En cuanto al trabajo actoral, Colin Firth, que interpreta al protagonista, realiza su mejor trabajo hasta la fecha. En ningún momento ves al actor, solo sientes el personaje, estás dentro de él. Veo sentimiento, sobriedad, elegancia, ni rastro de sobreactuación. Magnífico. Julianne Moore, como siempre, impecable en el par de escenas que tiene en la película, soberbia dando contrapartida a Colin Firth. Los secundarios correctísimos, bien elegidos, buen casting.
La película narra el último día de la vida de George Falconer, profesor universitario homosexual que no ha conseguido superar la muerte del que ha sido su pareja durante 16 años, fallecido en accidente de tráfico siete meses antes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Es tal el sufrimiento que le produce la pérdida de la persona amada que ha decidido quitarse la vida. En el transcurso de ese día se irán desgranando todos los preparativos que hace para despedirse de este mundo, en la universidad con sus alumnos, cenando con su mejor amiga, dejando cartas de despedida, traje para el funeral, etc.
Hay dos claves para entender lo que el director nos está explicando, la primera, el recurso de los flashbacks, aquí necesario, nos va mostrando la feliz vida en común que mantenía con su pareja. Había tanto amor, son tan potentes esos recuerdos y le bombardean de tal manera, que el desasosiego que le producen hace que el simple hecho de estar vivo sin él sea una pesada condena que no puede soportar. La segunda clave está en los cambios en la intensidad de color. No es un capricho del director, no es una mera cuestión estética o un recurso fácil. Aunque es un subidón y te acelera el corazón por la belleza de la imagen, la música y el color, la escena aparentemente intrascendente de la niña con Falconer en el banco, y dos o tres más en las que cambia el tono apagado y triste por un color intenso nos induce a pensar que no todo está perdido, que todavía hay esperanza, que el protagonista aún puede sentir la belleza, todavía hay algo que le une a este mundo.
Llegados a este punto no sabemos si Falconer va a seguir con su propósito o si va a aparecer un catalizador que le devuelva las ganas de vivir. Y efectivamente así es. Un estudiante que se está descubriendo a si mismo y que ve a su profesor como una persona afín, ha observado su extraño comportamiento de ese día, consigue su dirección y con audacia y una gran intuición, mantiene una conversación con él, llena de vitalidad y sensibilidad. De alguna manera despierta la parte que intuíamos, que nos mostró el director, que estaba ahí latente y le salva. Tal como dice George Falconer, en un alegato final, precioso, pura poesía, "Unas cuantas veces en mi vida he experimentado momentos de una claridad meridiana, en los que durante unos breves segundos, el silencio ahoga el ruido y puedo sentir en lugar de pensar y todo parece muy definido y el mundo claro y fresco, como si todo acabara de nacer". Ah, paradojas del destino, cuando vuelve a ver la belleza de este mundo, cuando empieza a ver la luz, cuando comienza a dejar atrás el sufrimiento por su tremenda pérdida, cuando decide vivir, cuando salva su alma … un ataque al corazón deja su cuerpo sin vida. Es un final cruel, la vida es cruel, pero creo que se va en paz, no se quita la vida, la pierde como nos pasará a todos, se va envuelto en un sentimiento de esperanza. No sé. Es un digno final. La película es redonda. Por todo, por la historia, por cómo está narrada, por la maravillosa música inspiradora, por las bellas imágenes que se te quedan grabadas, por las enseñanzas que te transmite, por las emociones que han recorrido todo tu cuerpo. Claro, es arte. Una obra maestra.
Hay dos claves para entender lo que el director nos está explicando, la primera, el recurso de los flashbacks, aquí necesario, nos va mostrando la feliz vida en común que mantenía con su pareja. Había tanto amor, son tan potentes esos recuerdos y le bombardean de tal manera, que el desasosiego que le producen hace que el simple hecho de estar vivo sin él sea una pesada condena que no puede soportar. La segunda clave está en los cambios en la intensidad de color. No es un capricho del director, no es una mera cuestión estética o un recurso fácil. Aunque es un subidón y te acelera el corazón por la belleza de la imagen, la música y el color, la escena aparentemente intrascendente de la niña con Falconer en el banco, y dos o tres más en las que cambia el tono apagado y triste por un color intenso nos induce a pensar que no todo está perdido, que todavía hay esperanza, que el protagonista aún puede sentir la belleza, todavía hay algo que le une a este mundo.
Llegados a este punto no sabemos si Falconer va a seguir con su propósito o si va a aparecer un catalizador que le devuelva las ganas de vivir. Y efectivamente así es. Un estudiante que se está descubriendo a si mismo y que ve a su profesor como una persona afín, ha observado su extraño comportamiento de ese día, consigue su dirección y con audacia y una gran intuición, mantiene una conversación con él, llena de vitalidad y sensibilidad. De alguna manera despierta la parte que intuíamos, que nos mostró el director, que estaba ahí latente y le salva. Tal como dice George Falconer, en un alegato final, precioso, pura poesía, "Unas cuantas veces en mi vida he experimentado momentos de una claridad meridiana, en los que durante unos breves segundos, el silencio ahoga el ruido y puedo sentir en lugar de pensar y todo parece muy definido y el mundo claro y fresco, como si todo acabara de nacer". Ah, paradojas del destino, cuando vuelve a ver la belleza de este mundo, cuando empieza a ver la luz, cuando comienza a dejar atrás el sufrimiento por su tremenda pérdida, cuando decide vivir, cuando salva su alma … un ataque al corazón deja su cuerpo sin vida. Es un final cruel, la vida es cruel, pero creo que se va en paz, no se quita la vida, la pierde como nos pasará a todos, se va envuelto en un sentimiento de esperanza. No sé. Es un digno final. La película es redonda. Por todo, por la historia, por cómo está narrada, por la maravillosa música inspiradora, por las bellas imágenes que se te quedan grabadas, por las enseñanzas que te transmite, por las emociones que han recorrido todo tu cuerpo. Claro, es arte. Una obra maestra.

7.2
86,939
10
6 de enero de 2012
6 de enero de 2012
11 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reconozco que no había visto ninguna película de Nicolas Winding Refn, uno no puede estar en todo. A partir de ahora será diferente. Será cuestión de hacerle un buen marcaje al director danés y visionar las que fueron y las que serán. En cambio, de Ryan Gosling las he visto todas. Desde "Half Nelson" lo tengo como el mejor actor joven con diferencia, y con un registro amplio de los de verdad. Aquella interpretación de Óscar y muy señor mío de un profesor adicto al crack me dejó petrificado. Memorable. Pero a lo que vamos. Cuando fui a ver "Drive" el día del estreno, el viernes, tenía muchas expectativas. Y eso no es bueno porque luego te pasa que sales defraudado, como aquella vez hace algunos años con "Jackie Brown" de Tarantino después de su obra maestra "Pulp Fiction". Esta vez no salí decepcionado. Qué va, para nada. En la primera escena, una peculiar y pausada fuga en coche, nada que ver con las que hemos visto mil veces en mil películas, seguida de unos títulos de crédito en color fucsia y todo ello bañado por una música ochentera que le da un toque retro genial, ya te das cuenta de que tienes delante de ti algo diferente y estás enganchado y metido hasta el tuétano en la película.
Si tuviera que encuadrar Drive dentro de algún género, una primera aproximación sería el cine negro. Pero hay más, mucho más. Tiene algo de aquel cine criminal de los ochenta y funciona también divinamente como un thriller o un drama al uso. Pero sé perfectamente que he titulado esta crítica “cine de culto” y eso son palabras mayores. ¿Y por qué? porque aunque se puede encajar dentro de esos géneros y también tiene toques de película de serie b y de cine independiente, Drive tiene ese “algo” que le diferencia del resto. El director ha sabido crear una atmósfera propia. Por eso le otorgo el rango de cine de culto. En este sentido y salvando las distancias, me recuerda a "Blade Runner", que para mí es la auténtica referencia. Y vale, es verdad que no es tan redonda ni tiene la increíble banda sonora de Vangelis que forma un todo con la película, ni, por supuesto, lleva treinta años siendo el mejor fllm de ciencia ficción, pero eso que estás viendo la película y lo notas, lo percibes en todo momento. Es cine de pura cepa. Es talento creativo cien por cien. Y no te creas que el guión es especialmente original. Porque, al fin y al cabo, te cuenta una historia que ya está contada, la del muchacho de pocas palabras que se enamora de la chica equivocada, en este caso casada con un ex recluso al que le reclaman un dinero y que, por tratar de salvar a la pareja y al hijo de ambos, se mete en un lío que acabará como el rosario de la aurora.
Si tuviera que encuadrar Drive dentro de algún género, una primera aproximación sería el cine negro. Pero hay más, mucho más. Tiene algo de aquel cine criminal de los ochenta y funciona también divinamente como un thriller o un drama al uso. Pero sé perfectamente que he titulado esta crítica “cine de culto” y eso son palabras mayores. ¿Y por qué? porque aunque se puede encajar dentro de esos géneros y también tiene toques de película de serie b y de cine independiente, Drive tiene ese “algo” que le diferencia del resto. El director ha sabido crear una atmósfera propia. Por eso le otorgo el rango de cine de culto. En este sentido y salvando las distancias, me recuerda a "Blade Runner", que para mí es la auténtica referencia. Y vale, es verdad que no es tan redonda ni tiene la increíble banda sonora de Vangelis que forma un todo con la película, ni, por supuesto, lleva treinta años siendo el mejor fllm de ciencia ficción, pero eso que estás viendo la película y lo notas, lo percibes en todo momento. Es cine de pura cepa. Es talento creativo cien por cien. Y no te creas que el guión es especialmente original. Porque, al fin y al cabo, te cuenta una historia que ya está contada, la del muchacho de pocas palabras que se enamora de la chica equivocada, en este caso casada con un ex recluso al que le reclaman un dinero y que, por tratar de salvar a la pareja y al hijo de ambos, se mete en un lío que acabará como el rosario de la aurora.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Magistralmente filmada, la película es una mezcla de poesía y violencia exacerbada a partes iguales. Me gusta el color del film y la fotografía, las tomas a cámara lenta. Me gustan las imágenes nocturnas de un Los Ángeles desconocido para mí y esa música ochentera evocadora que le va a la película que no veas. Me gusta la interpretación contenida de Ryan Gosling, pocas palabras, poquísimas, todo miradas. Me gusta, asimismo, la pausa que utiliza el director, y todavía más el estilazo que destilan algunas de sus escenas y para los que no la habéis visto todavía y tenéis intención de hacerlo, por favor no sigáis leyendo. Como no me va a gustar que venga Winding Refn y me sorprenda con dos películas en una, me propone 100 minutos y los primeros 50 se le van en presentarme al conductor sin nombre, sin pasado y en un precioso enamoramiento de chiquillos lleno de silencios y de miradas cómplices. Cómo no me va a gustar que, tras un punto de inflexión en la escena del pasillo cuando ya ha aparecido el marido y rompe el imposible romance, con esos diálogos minimalistas que con tan poco dicen tanto, venga el imprevisible director danés y en un giro copernicano me presente la cara b de driver/Gosling, como un moderno Dr Jekill y Mister Hyde. En la segunda parte de la película este conductor sin nombre que tenía futuro en las carreras de coches, encarna al perdedor enamorado que para salvar a su amada y, manda tela, al marido y al hijo de ambos, y como si de un western se tratase, se embarca en una espiral de violencia, en la que acaba muriendo, a excepción de la mujer y el niño, hasta el apuntador. Cómo no me va a gustar la mirada que pone driver con la cara llena de sangre y de tensión justo después de acabar con dos matones que venían a liquidarle en una brutal escena. En fin, cómo no me va a gustar la sublime escena del ascensor, cine en estado puro, de alto voltaje, que fusiona las dos películas en una, que por sí misma resume toda la película, que es la película en sí misma: los enamorados y el asesino en el ascensor, la cámara lenta, la bajada de la intensidad de la luz, la tenue luz enfocando el apasionado beso, la pausa infinita, la vuelta a la realidad, la aceleración de la acción, la lucha con el asesino, la salvaje manera de acabar con él, casi insoportable de ver, la mirada aterrorizada de la chica en estado de shock. ¡Ufff! Os lo he dicho, cine de culto.

7.9
120,095
10
23 de enero de 2013
23 de enero de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como no podía ser de otra manera, el viernes estuve en el estreno en
España de Django desencadenado de Quentin Tarantino. ¿Alguien de verdad
esperaba que un cinéfilo empedernido como yo y fan acérrimo de este
maestro incomparable se iba a quedar en casa? ¿O es que había un plan
mejor? Pues no, señores, esta noche el espectáculo estaba en el cine
Comedia, en pleno paseo de Gracia de Barcelona. Y qué espectáculo.
Durante dos horas y media he sido una de las personas más felices de
este planeta. Bendito es el cine, que puede transportarte a otros
mundos y convertirte en un pistolero negro vengador y hace que te olvides
de tu realidad, de tus problemas, por el precio de una entrada. Django
es, por supuesto, la mejor película del año. Cine con mayúsculas.
Django es superlativa en todo, hiperviolenta (es Tarantino, ¿eh?), con
una banda sonora bestial, actuaciones espectaculares (lo de Samuel L
Jackson y Leonardo Dicaprio es una locura y se supone que son
secundarios), situaciones delirantes, fotografía perfecta, escenas
sublimes que se suceden una tras otra. Sí, un monumento al cine. Como
lo oyen, amigos, es irrepetible, única, insuperable. Y aún leo en
alguna crítica que Tarantino copia estilos y hace un collage pero con
su sello particular, y no sé cuantas mamarrachadas más. Y éste es el
problema de que se ponga a hablar de cine gente que no ama el cine.
Porque os aseguro que si eres un amante del cine y has visto miles de
películas, distingues una obra maestra aunque no pertenezca a tu estilo
preferido. Y esa patraña de que Tarantino copia me saca de quicio.
Entonces todo el mundo copia, porque casi todo está ya filmado, y ya se
rodaron películas hace más de cien años. Y el primero que hizo una
película también copió, porque en la literatura ya estaba todo escrito.
Efectivamente, Tarantino hace un homenaje al spaguetti western pero también al western clásico porque de eso se trata, de hacer un auténtico western. He leído que hablan mucho de violencia, de racismo, del uso de la palabra nigger (negrata), pero a nadie se le ocurre hablar del guión. Y es que detrás de una gran película, siempre hay una gran historia. Y no olvidemos que Tarantino siempre escribe sus historias, siempre guiones
originales, nada de adaptaciones de libros. Y eso tiene valor. Y la
historia de Django es buenísima. Es tan buena y absorbente que el
director y guionista ha escrito esta vez una trama lineal sin saltos en
el tiempo adelante y atrás, al estilo Pulp Ficcion, y me parece
acertado. Si Tarantino dice de sus otras películas que son westerns
camuflados no es de extrañar que se haya decidido a rodar su western
particular. Pero es que su idea de situarlo en el sur y que la
esclavitud sea la auténtica protagonista de la cinta me parece
soberbio. Y me hablan de copiar, ¿alguien había hecho algo parecido?
Señores, visiten filmotecas y cuéntenme.
(Continúo en el spoiler pero sin revelar nada del argumento)
España de Django desencadenado de Quentin Tarantino. ¿Alguien de verdad
esperaba que un cinéfilo empedernido como yo y fan acérrimo de este
maestro incomparable se iba a quedar en casa? ¿O es que había un plan
mejor? Pues no, señores, esta noche el espectáculo estaba en el cine
Comedia, en pleno paseo de Gracia de Barcelona. Y qué espectáculo.
Durante dos horas y media he sido una de las personas más felices de
este planeta. Bendito es el cine, que puede transportarte a otros
mundos y convertirte en un pistolero negro vengador y hace que te olvides
de tu realidad, de tus problemas, por el precio de una entrada. Django
es, por supuesto, la mejor película del año. Cine con mayúsculas.
Django es superlativa en todo, hiperviolenta (es Tarantino, ¿eh?), con
una banda sonora bestial, actuaciones espectaculares (lo de Samuel L
Jackson y Leonardo Dicaprio es una locura y se supone que son
secundarios), situaciones delirantes, fotografía perfecta, escenas
sublimes que se suceden una tras otra. Sí, un monumento al cine. Como
lo oyen, amigos, es irrepetible, única, insuperable. Y aún leo en
alguna crítica que Tarantino copia estilos y hace un collage pero con
su sello particular, y no sé cuantas mamarrachadas más. Y éste es el
problema de que se ponga a hablar de cine gente que no ama el cine.
Porque os aseguro que si eres un amante del cine y has visto miles de
películas, distingues una obra maestra aunque no pertenezca a tu estilo
preferido. Y esa patraña de que Tarantino copia me saca de quicio.
Entonces todo el mundo copia, porque casi todo está ya filmado, y ya se
rodaron películas hace más de cien años. Y el primero que hizo una
película también copió, porque en la literatura ya estaba todo escrito.
Efectivamente, Tarantino hace un homenaje al spaguetti western pero también al western clásico porque de eso se trata, de hacer un auténtico western. He leído que hablan mucho de violencia, de racismo, del uso de la palabra nigger (negrata), pero a nadie se le ocurre hablar del guión. Y es que detrás de una gran película, siempre hay una gran historia. Y no olvidemos que Tarantino siempre escribe sus historias, siempre guiones
originales, nada de adaptaciones de libros. Y eso tiene valor. Y la
historia de Django es buenísima. Es tan buena y absorbente que el
director y guionista ha escrito esta vez una trama lineal sin saltos en
el tiempo adelante y atrás, al estilo Pulp Ficcion, y me parece
acertado. Si Tarantino dice de sus otras películas que son westerns
camuflados no es de extrañar que se haya decidido a rodar su western
particular. Pero es que su idea de situarlo en el sur y que la
esclavitud sea la auténtica protagonista de la cinta me parece
soberbio. Y me hablan de copiar, ¿alguien había hecho algo parecido?
Señores, visiten filmotecas y cuéntenme.
(Continúo en el spoiler pero sin revelar nada del argumento)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película es brillante, no hay duda, pero aún hay más. La cuestión de
la violencia. Para alguien que ha visto una media de seis veces cada una de las películas de Tarantino y que se sabe hasta los textos de los personajes, ese tema está más que estudiado. Y si es cierto que la violencia de sus películas ha sido siempre desmedida, hiperbólica, no es menos cierto que casi siempre ha resultado inofensiva (la matanza de la banda de los ochenta y ocho maníacos a golpe de katana en Kill Bill, parece más una coreografía de danza que una escena realmente
sangrienta, y agrede menos que cualquier telediario del mediodía). En
esta ocasión algo ha cambiado. Digamos que hay dos tipos de violencia
en el filme. Por una parte la violencia espectáculo, típica de
Tarantino, por ejemplo las escenas de duelos con revólver son dignas de
los mejores spaguetti western (El bueno, el feo y el malo o Hasta que llegó su hora) y por qué no decirlo, incluso superiores, mejor filmadas, aún más espectaculares. Pero convive con ella otra violencia que hasta ahora no había aparecido en su filmografía, la espantosa del
esclavo negro destrozado por los perros, y la terrible lucha a muerte
entre los dos luchadores esclavos negros. Esto es diferente. Esto hace
más daño al espectador, porque nos recuerda de lo que es capaz el ser
humano, de cuanta crueldad, de cuanta malignidad hay en el interior de
las personas y porque esas escenas, y esto es importante,
desgraciadamente han ocurrido y otras mucho peores en la historia de la
Humanidad. Y aquí Tarantino se ha superado a sí mismo, ha hecho una
película más madura, no renuncia a divertirnos, a entretenernos como
nadie más lo hace, pero en esta ocasión introduce algo nuevo en la
ecuación, algo que nunca había hecho, un tema histórico y mortalmente
serio: la esclavitud, terriblemente dolorosa y aún no superada en la
sociedad americana (como se puede observar en las infantiles críticas
que han hecho destacados miembros de la comunidad negra, como si el
hecho de mostrar lo que ocurrió nos hiciera racistas per se), que es la
auténtica razón de ser de la película y lo que le da la cohesión a la
historia.
Tarantino ha conseguido mezclar en un mismo recipiente todo ese humor,
esas escenas prodigiosas aderezadas por una banda sonora perfecta en
cada momento, unas interpretaciones sublimes de todos los intérpretes (Jamie Foxx con esa mirada incendiaria y Christoph Waltz, entrañable, están geniales), la magnífica historia tan bien contada, con esos personajes llenos de contenido y ese final catártico que no borra nuestra humana historia, pero te deja con ganas de gritar de placer y, en fin, esa voluntad de hacer gran cine, de llevarnos de la
mano al olimpo de la diversión más absoluta, que le hace merecedor de
todos los reconocimientos, de todos los honores, óscar a la mejor
película o de otros premios que ni siquiera existen. Tarantino=cine. No
nos dejes nunca, Quentin.
la violencia. Para alguien que ha visto una media de seis veces cada una de las películas de Tarantino y que se sabe hasta los textos de los personajes, ese tema está más que estudiado. Y si es cierto que la violencia de sus películas ha sido siempre desmedida, hiperbólica, no es menos cierto que casi siempre ha resultado inofensiva (la matanza de la banda de los ochenta y ocho maníacos a golpe de katana en Kill Bill, parece más una coreografía de danza que una escena realmente
sangrienta, y agrede menos que cualquier telediario del mediodía). En
esta ocasión algo ha cambiado. Digamos que hay dos tipos de violencia
en el filme. Por una parte la violencia espectáculo, típica de
Tarantino, por ejemplo las escenas de duelos con revólver son dignas de
los mejores spaguetti western (El bueno, el feo y el malo o Hasta que llegó su hora) y por qué no decirlo, incluso superiores, mejor filmadas, aún más espectaculares. Pero convive con ella otra violencia que hasta ahora no había aparecido en su filmografía, la espantosa del
esclavo negro destrozado por los perros, y la terrible lucha a muerte
entre los dos luchadores esclavos negros. Esto es diferente. Esto hace
más daño al espectador, porque nos recuerda de lo que es capaz el ser
humano, de cuanta crueldad, de cuanta malignidad hay en el interior de
las personas y porque esas escenas, y esto es importante,
desgraciadamente han ocurrido y otras mucho peores en la historia de la
Humanidad. Y aquí Tarantino se ha superado a sí mismo, ha hecho una
película más madura, no renuncia a divertirnos, a entretenernos como
nadie más lo hace, pero en esta ocasión introduce algo nuevo en la
ecuación, algo que nunca había hecho, un tema histórico y mortalmente
serio: la esclavitud, terriblemente dolorosa y aún no superada en la
sociedad americana (como se puede observar en las infantiles críticas
que han hecho destacados miembros de la comunidad negra, como si el
hecho de mostrar lo que ocurrió nos hiciera racistas per se), que es la
auténtica razón de ser de la película y lo que le da la cohesión a la
historia.
Tarantino ha conseguido mezclar en un mismo recipiente todo ese humor,
esas escenas prodigiosas aderezadas por una banda sonora perfecta en
cada momento, unas interpretaciones sublimes de todos los intérpretes (Jamie Foxx con esa mirada incendiaria y Christoph Waltz, entrañable, están geniales), la magnífica historia tan bien contada, con esos personajes llenos de contenido y ese final catártico que no borra nuestra humana historia, pero te deja con ganas de gritar de placer y, en fin, esa voluntad de hacer gran cine, de llevarnos de la
mano al olimpo de la diversión más absoluta, que le hace merecedor de
todos los reconocimientos, de todos los honores, óscar a la mejor
película o de otros premios que ni siquiera existen. Tarantino=cine. No
nos dejes nunca, Quentin.
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