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6.3
3,015
4
24 de enero de 2017
24 de enero de 2017
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viajar en moto es cómodo y arriesgado, es una aventura solitaria.
Viajar es adentrarse por caminos desconocidos, descubrir lo inverosímil.
El cine es un viaje, una búsqueda.
La Reconquista es un viaje al pasado, un manido viaje al pasado.
Hoy soñé con una exnovia, la vi mejorada, como si de una cuenta pendiente se tratara.
El pasado viaja con nosotros, y el futuro, ya lo dijo Eliot, y también A García Calvo cuando sentenciaba provocadoramente que el futuro no existe.
Lo difícil es admitir que el amor no existe. Al menos una visión encorsetada del amor. El amor como folletín, cliché, libro de instrucciones.
Me gusta de La Reconquista la música, los bailes, la aventura, la marcha. No me gusta la lentitud de los cafés, el repaso de un pasado nada glorioso. Ya sé que no hace falta glamour para que un pasado se venere, pero sí echo en falta mayor lirismo, si jugamos a ser líricos creemos algo de poesía.
Me disgusta que me haya aburrido una peli de amor. Seguiré viendo pelis de amor. Si me vuelven a disgustar me lo miraré, por ahora no me interesa revisar esta peli que me ha decepcionado, como un mal amor.
Viajar es adentrarse por caminos desconocidos, descubrir lo inverosímil.
El cine es un viaje, una búsqueda.
La Reconquista es un viaje al pasado, un manido viaje al pasado.
Hoy soñé con una exnovia, la vi mejorada, como si de una cuenta pendiente se tratara.
El pasado viaja con nosotros, y el futuro, ya lo dijo Eliot, y también A García Calvo cuando sentenciaba provocadoramente que el futuro no existe.
Lo difícil es admitir que el amor no existe. Al menos una visión encorsetada del amor. El amor como folletín, cliché, libro de instrucciones.
Me gusta de La Reconquista la música, los bailes, la aventura, la marcha. No me gusta la lentitud de los cafés, el repaso de un pasado nada glorioso. Ya sé que no hace falta glamour para que un pasado se venere, pero sí echo en falta mayor lirismo, si jugamos a ser líricos creemos algo de poesía.
Me disgusta que me haya aburrido una peli de amor. Seguiré viendo pelis de amor. Si me vuelven a disgustar me lo miraré, por ahora no me interesa revisar esta peli que me ha decepcionado, como un mal amor.

5.6
731
6
12 de septiembre de 2024
12 de septiembre de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuesta imaginarse a Jorge Sanz de hombre responsable, comprometido, de mediador. Pero su actuación es notable, sin rasgaduras. Le ayuda el guion de David Trueba. El personaje que le ha creado en un film con tono zen, de sugerencias, paisajístico, marítimo. Una obra intimista, cercana, más teatral que cinematográfica, se supone que de bajo presupuesto, solo con cuatro actores, tres adultos y una niña.
El tema de la película es el divorcio. Nada que ver con estridencias al estilo de La guerra de los Roses. Aquí todo es más dulce, con el oleaje mediterráneo de fondo. Las cosas más graves se dicen en El hombre bueno y solo se muestran las más amables. Se supone que ante una inminente ruptura todo va a explotar, pero David Trueba opta por el impresionismo, por pinceladas vagas, pasajeras, que atenúan la realidad, que quedan en palabras que se lleva el viento. Entre la piscina y el mar, entre el agua y el vino, entre nadar y guardar la ropa.
El hombre bueno es una película tranquila, con más curvas que ángulos rectos. Donde se habla de dinero, de sexo, de la familia, con la levedad que se puede hablar de deporte, modas o entretenimiento.
Como en un borrador sin acabar de dibujar, es difícil apostar por el marido o la mujer, difícil creer en unos personajes más allá de algunas frases ingeniosas propias de la narrativa del autor.
Se deja ver con facilidad, complaciente ante un tema escabroso. Más cerca de telefilms de sobremesa que del cine de autor. Película sin final, estampa veraniega, postal sin sello ni buzón, donde el frío o calor de los actores nos lo creemos porque nos lo dicen pero no llegamos a sentirlo desde la butaca. Está clasificada como drama, pero enseña el lado amable, cuando soplamos sobre la herida abierto con delicadeza. Ojalá los dramas fueran así de soportables, como comedias de cine mudo.
El tema de la película es el divorcio. Nada que ver con estridencias al estilo de La guerra de los Roses. Aquí todo es más dulce, con el oleaje mediterráneo de fondo. Las cosas más graves se dicen en El hombre bueno y solo se muestran las más amables. Se supone que ante una inminente ruptura todo va a explotar, pero David Trueba opta por el impresionismo, por pinceladas vagas, pasajeras, que atenúan la realidad, que quedan en palabras que se lleva el viento. Entre la piscina y el mar, entre el agua y el vino, entre nadar y guardar la ropa.
El hombre bueno es una película tranquila, con más curvas que ángulos rectos. Donde se habla de dinero, de sexo, de la familia, con la levedad que se puede hablar de deporte, modas o entretenimiento.
Como en un borrador sin acabar de dibujar, es difícil apostar por el marido o la mujer, difícil creer en unos personajes más allá de algunas frases ingeniosas propias de la narrativa del autor.
Se deja ver con facilidad, complaciente ante un tema escabroso. Más cerca de telefilms de sobremesa que del cine de autor. Película sin final, estampa veraniega, postal sin sello ni buzón, donde el frío o calor de los actores nos lo creemos porque nos lo dicen pero no llegamos a sentirlo desde la butaca. Está clasificada como drama, pero enseña el lado amable, cuando soplamos sobre la herida abierto con delicadeza. Ojalá los dramas fueran así de soportables, como comedias de cine mudo.

7.0
10,893
8
10 de febrero de 2024
10 de febrero de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una historia corriente. Una vida de esfuerzo y trabajo, como cualquiera. De sueños. De sueños que cambian. De nuevos caminos. En Saben aquell viajamos con Eugenio por la España de la transición, por una sociedad que se abre al futuro anclada en décadas de inmovilismo. Nos hacen gracia sus chistes, de lo mejor de la película, que ya están al límite de lo políticamente correcto. La obsesión patriarcal por los cuernos de la época queda patente y el viaje al triunfo del protagonista es agridulce, cuando lo consigue llega el drama familiar. Es por eso una película de gente real. Me ha recordado la España retratada por Manuel Vilas en Ordesa, la de sus padres, ese mundo entre el blanco y negro y el color. Venimos de ahí. Con tanto humo, cuánto fumábamos. Y bebíamos, en vasos de tubo. En Saben aquell también hay mucha ternura, mucha cercanía de los personajes. Esa querencia por la anécdota cariñosa con humor tan habitual en la narrativa de David Trueba. El encuentro intergeneracional, la complicidad. Es una película sencilla, con presupuesto parece reducido, pero agradable de ver, aunque deja la carga dramática para la segunda parte y pierde el tono de comedia. Saben aquell es la historia de un currante, que al final firma algún autógrafo y se compra una buena casa. Tiene también algo del tono de Stoner, esa novela de quien le pasan muchas cosas y no parezca que le pase nada. Me ha gustado como casi todo lo que hace y escribe David Trueba, que nunca ha logrado una obra maestra pero siempre crea pelis y libros que emocionan, buenas historias.

6.4
40,927
8
5 de enero de 2018
5 de enero de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Somos desconocidos porque no somos perfectos. Si fuéramos perfectos no necesitaríamos conocernos más. No necesitaríamos ni móvil. Pero nos encantan los teléfonos móviles, queremos saber más, queremos saber todo del otro, de los demás, queremos jugar con fuego y nos quemamos. Como Prometeo, como Ícaro, como en Babel, en Perfectos desconocidos el recurso onírico sirve para eludir la pesadilla, para sobrevivir. La ley de transparencia se complementa con la de protección de datos; la libertad, con la seguridad; el conocimiento, con la privacidad.
Consigue Alex de la Iglesia mantenernos hipnotizados en la butaca más de hora y media, entretenidos, ávidos de saber más, expectantes, ilusionados, divertidos y sorprendidos. Ingeniosa y amenísima forma de recordarnos que los problemas de pareja, los problemas sexuales, los generacionales y cualesquiera que afecten a nuestras relaciones pueden explotar como un globo que se hincha demasiado. Comedia negra, actual, ligera, que probablemente pierda al segundo visionado, pero que resulta muy actual, como si fuera sincera y original aún sabiendo que la ficción y la magia no lo sean, aunque nos conformamos con que lo parezcan.
Cine cercano, ágil, vistoso, teatral, veloz. Película recomendable.
Consigue Alex de la Iglesia mantenernos hipnotizados en la butaca más de hora y media, entretenidos, ávidos de saber más, expectantes, ilusionados, divertidos y sorprendidos. Ingeniosa y amenísima forma de recordarnos que los problemas de pareja, los problemas sexuales, los generacionales y cualesquiera que afecten a nuestras relaciones pueden explotar como un globo que se hincha demasiado. Comedia negra, actual, ligera, que probablemente pierda al segundo visionado, pero que resulta muy actual, como si fuera sincera y original aún sabiendo que la ficción y la magia no lo sean, aunque nos conformamos con que lo parezcan.
Cine cercano, ágil, vistoso, teatral, veloz. Película recomendable.

5.6
1,317
8
5 de abril de 2024
5 de abril de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cuerpo es una cárcel. En la desnudez de la piel los pies se agrietan y las llagas trasmiten soledad. Hay silencio y en el claustro crece la libertad. La imaginación es la loca de la casa. Entre pucheros anda el Señor. De lo que no se puede hablar mejor callar.
En tiempos de la inquisición sobran las palabras. Los conventos escuchan, las paredes esperan, sufrientes. En la dualidad surge la verdad, del contraste, del dolor. Quien no se conoce no conoce el mundo. Mirar fuera y mirar dentro. El misticismo es sensualidad y tenebrismo. Hay sapos cojos y murciélagos ciegos. El hábito habita, la religión viste, la fe no hace montañas. Teresa reza y el espectador mira, escucha, siente. De tanta paradoja se alimenta el espíritu.
Bebe Juan Mayorga de la filosofía, de la escolástica y del desvelamiento. Como Blanca Portillo que resiste el primer plano, que deja a Paula Ortiz jugar a ser Bergman, y coquetear con Buñuel y mostrar espejos borgeanos. La sensualidad de blanco de una Teresa joven y las carcajadas de Asier Etxeandia liberan un tenebrismo poblado de velas, el límite entre el bien y el mal.
La escritura se refugia entre el yo y el mundo, en los resquicios que deja la salud. El desierto no es la solución y en la Castilla profunda caerán muchos muros durante siglos para que las mujeres crezcan.
Película de lengua afilada y plano corto, de interiores y saltos al vacío, de profundidades y revelaciones. De la llama que nunca se apaga. De fuego y seda. Humo sin ceniza. Teresa es misterio, zozobra, plenitud en lo sublime y equilibrio en el alambre. Introspección en espiral.
En tiempos de la inquisición sobran las palabras. Los conventos escuchan, las paredes esperan, sufrientes. En la dualidad surge la verdad, del contraste, del dolor. Quien no se conoce no conoce el mundo. Mirar fuera y mirar dentro. El misticismo es sensualidad y tenebrismo. Hay sapos cojos y murciélagos ciegos. El hábito habita, la religión viste, la fe no hace montañas. Teresa reza y el espectador mira, escucha, siente. De tanta paradoja se alimenta el espíritu.
Bebe Juan Mayorga de la filosofía, de la escolástica y del desvelamiento. Como Blanca Portillo que resiste el primer plano, que deja a Paula Ortiz jugar a ser Bergman, y coquetear con Buñuel y mostrar espejos borgeanos. La sensualidad de blanco de una Teresa joven y las carcajadas de Asier Etxeandia liberan un tenebrismo poblado de velas, el límite entre el bien y el mal.
La escritura se refugia entre el yo y el mundo, en los resquicios que deja la salud. El desierto no es la solución y en la Castilla profunda caerán muchos muros durante siglos para que las mujeres crezcan.
Película de lengua afilada y plano corto, de interiores y saltos al vacío, de profundidades y revelaciones. De la llama que nunca se apaga. De fuego y seda. Humo sin ceniza. Teresa es misterio, zozobra, plenitud en lo sublime y equilibrio en el alambre. Introspección en espiral.
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