En el filme, Sarah Williams, una adolescente soñadora, debe rescatar a su hermanito de manos de un mago humano, que es el Rey de los Goblins, cuyo castillo está en medio de un laberinto, al tiempo que evita las acechanzas del excéntrico monarca, quien la desea. Al entrar al mundo mágico, Sarah reunirá aliados y aprendizaje en su camino al castillo. De paso, iniciará su proceso de madurez y sexualización.
Todo bien... excepto que promete más de lo que cumple. Hay muchos elementos interesantes, como frases de vida: "dices que la vida no es justa, Sarah, pero comparado a qué". La canción de amor equívoca "As the world falls down", el baile de máscaras, algunos muñequitos como el gusano, Jareth como búho... sin embargo, cada elemento no se explota lo suficiente en una historia que debería ser fantástica por si misma. Se promete una historia en vez de mostrarla. Parte del problema es la visión "Plaza Sésamo" de Jim Henson, quien insiste en encasquetar los muñequitos a cada escena, añadiendo que el argumento de búsqueda de Toby, un bebé que no tiene mucha relevancia como personaje, empobrece el desarrollo de los protagonistas. La diferencia de edades, una de 15 y el otro de 40, mete a la trama en un campo minado. Y no digamos el tono aleccionador del director (Henson) hacia un público que no termina de definir en su mensaje. Sarah tiene cambios de rol extraños: de soñadora pasa a una especie de princesa clase-mediera, quien busca el retorno al status quo; luego a princesa/novia en el baile y luego a una chica necesitada y luego auto suficiente.