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8.5
48,416
9
15 de septiembre de 2011
15 de septiembre de 2011
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wilder es para mí, claro exponente de la narración clásica por excelencia, en esta película se toma ciertas libertades narrativas poco habituales en su cine, la película comienza por el final, en la que vemos a un muerto en la piscina (una de las escenas memorables del film) y del que sabemos que se trata de un guionista llamado Joe, a partir de entonces la película avanza en un largo flash back; pero la audacia no termina ahí, el narrador omnipresente resulta ser el propio muerto, un muerto vivo, echo que contrasta con los protagonistas de la película, muertos en vida. Aunque lo preponderante de la película es por sus numerosos contrastes, la primordial: la correlación entre realidad y ficción.
Señores, tengo la certeza de que esta película me otorgó una nueva perspectiva de ver el cine, ¿Acaso el séptimo arte tiene un límite en cuanto a la insaciable creatividad y en cuanto el tiempo y espacio en que se desarrolla una diferencia abismal una de la otra? Francamente no he logrado encontrar una película desde los últimos 20 años que me deleitara tanto como esta, el sentido del cine actual se embarcan en un camino puramente comercial y queriendo atrapar todos los ojos posibles a una audiencia ingenua.
Indudablemente y siendo un escéptico he corroborado las palabras de un fanático, lo que yo consideraba un pondero excesivo por su plástica expresión, pero tenía todas las razones para elogiarlo a tal punto. ¿Porqué tenía razones? Se los diré; Por su impecable estructura narrativa y la manera en que irradiaba escena por escena en su desarrollo los conceptos simbólicos del cine negro, hasta diría que es la cumbre de tal genero. Hasta el argumento sigue siendo novedoso hoy en día ¡La narra un muerto! Eso me tomó totalmente desprevenido y tuve un "orgasmo cinematográfico" súbito. Una desoladora historia realmente con un humor que nos congelan las sonrisas (Y eso que Wilder es más conocido por su faceta cómica). Los temas abordados recordando las viejas glorias de la industria Hollywoodense en el cine mudo. El magnífico guión elaborado por Billy Wilder y Charles Brackett es algo sin precedentes, "sublime" y esta palabra solo la uso cuando cumple perfectamente para calificarlo como "lo más elevado de su genero". ¿Hay más? ¡Por supuesto que hay más! Las citas célebres, la producción magnífica, la idónea predisposición exacta de los montajes y planos y el reparto puntillosamente acertado. Señores aquí tenemos ¡Una verdadera obra maestra! (Tampoco es habitual en mi calificarlo así, pero créanme cuando les digo que es justificado)
Si no le puse un 10 (Que para mí es la perfección de las perfecciones) es por que siento que faltaba una interrelación más sólida y apasionantemente verosímil entre los personajes. Pero eso no cambia el hecho de que sea indispensable en la industria cinematográfica.
Señores, tengo la certeza de que esta película me otorgó una nueva perspectiva de ver el cine, ¿Acaso el séptimo arte tiene un límite en cuanto a la insaciable creatividad y en cuanto el tiempo y espacio en que se desarrolla una diferencia abismal una de la otra? Francamente no he logrado encontrar una película desde los últimos 20 años que me deleitara tanto como esta, el sentido del cine actual se embarcan en un camino puramente comercial y queriendo atrapar todos los ojos posibles a una audiencia ingenua.
Indudablemente y siendo un escéptico he corroborado las palabras de un fanático, lo que yo consideraba un pondero excesivo por su plástica expresión, pero tenía todas las razones para elogiarlo a tal punto. ¿Porqué tenía razones? Se los diré; Por su impecable estructura narrativa y la manera en que irradiaba escena por escena en su desarrollo los conceptos simbólicos del cine negro, hasta diría que es la cumbre de tal genero. Hasta el argumento sigue siendo novedoso hoy en día ¡La narra un muerto! Eso me tomó totalmente desprevenido y tuve un "orgasmo cinematográfico" súbito. Una desoladora historia realmente con un humor que nos congelan las sonrisas (Y eso que Wilder es más conocido por su faceta cómica). Los temas abordados recordando las viejas glorias de la industria Hollywoodense en el cine mudo. El magnífico guión elaborado por Billy Wilder y Charles Brackett es algo sin precedentes, "sublime" y esta palabra solo la uso cuando cumple perfectamente para calificarlo como "lo más elevado de su genero". ¿Hay más? ¡Por supuesto que hay más! Las citas célebres, la producción magnífica, la idónea predisposición exacta de los montajes y planos y el reparto puntillosamente acertado. Señores aquí tenemos ¡Una verdadera obra maestra! (Tampoco es habitual en mi calificarlo así, pero créanme cuando les digo que es justificado)
Si no le puse un 10 (Que para mí es la perfección de las perfecciones) es por que siento que faltaba una interrelación más sólida y apasionantemente verosímil entre los personajes. Pero eso no cambia el hecho de que sea indispensable en la industria cinematográfica.
5 de marzo de 2017
5 de marzo de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Celebro mi regreso a filmaffinty después de años de inactividad en este querido punto de encuentro virtual para tantos aficionados al cine (al que siempre regreso, sin embargo, para formar mi propio criterio y juicio hacia una determinada película contrastando todos los enriquecedores comentarios y opiniones que en más de una ocasión me ayudaron a sentar posturas o me convencieron para ver o rever con otros ojos filmes que antes no había apreciado ni asimilado del todo por prejuicios de espectador inquieto y con una mirada poco instruida). Me enternece y me ruboriza porque reconozco que mi inclinación cinematográfica ha pasado por una metamorfosis con el paso de los años, reconozco mi ingenuo entusiasmo de espectador curioso e impresionable. En fin, sentí deseos de expresar mi gratitud hacia esta página y hacia los usuarios que forman parte de ella, porque esas herramientas y conocimientos que hoy poseo en parte se los debo a muchos de ustedes; que supieron ver lo que yo no, traducir en palabras lo que para mí era un caos de impresiones inconexas, captar ideas, mensajes, gestos que a mí se me escaparon, derrumbar preconcepciones, y un largo etcétera.
Elegí Un condenado a muerte se ha escapado porque, precisamente, es uno de esos tantos filmes a los que me enfrenté, años atrás, con una actitud y unas expectativas ajenas e impropias con lo que proponía este drama carcelario de Robert Bresson. Cuando lo había visto por primera vez me pareció de una lentitud agobiante, un filme que se ufanaba de su austeridad y un argumento predecible y nada fuera de lo común cuyo desenlace ya estaba contenido en el mismo título (aunque ¿quién acaso no espera ver una fuga exitosa en un drama carcelario?). La película narra el arresto, la reclusión y el minucioso plan de fuga de un teniente francés llamado Fontaine (interpretado por un impertérrito y desconocido François Leterrier), acusado por el ejército alemán de volar un puente estratégico en la Francia ocupada de la Segunda Guerra Mundial. La historia y el estilo sobrio y sosegado de Bresson no me habían causado una gran impresión en un primer momento; deseaba ver una película con las características de un Shawshank Redemption o un Cool Hand Luke, y, por alguna razón, Un condenado a muerte se ha escapado ocupaba un lugar privilegiado entre los dramas carcelarios y era encomiada por la crítica especializada. Mi craso error fue, por supuesto, esperar una película entretenida y cautivante como la que fuera protagonizada por Tim Robbins y Morgan Freeman. Está demás decir que mis expectativas se vieron defraudadas porque el filme no se asemejaba en nada a Shawshank Redemption o a Cool Hand Luke. No conocería los rasgos personales y característicos del cine de Bresson hasta años más tarde, aquellos rasgos que lo convirtieron en uno de los cineastas más originales y respetados de su tiempo. Así que decidí intentarlo una vez más con una mirada más fría y desinteresada, sin proyectar esta vez mis deseos o mi predisposición ingenua en una obra que claramente perseguía otro objetivo.
Esta segunda vez el resultado de la experiencia cinematográfica fue completamente distinta. Entonces ya sabía quién era Bresson después de haber visto películas como Pickpockett (1959) o El diario de un cura rural (1951) y Al azar de Baltasar (1966) y conocía aquellos elementos que constituían su visión del cinematógrafo (que él distinguía del cine, pues según él ésta no es más que teatro filmado, mientras que el cinematógrafo era una nueva forma de arte cuyo medio de expresión era el montaje); su ascetismo y su aproximación minimalista de la realidad, su predilección por servirse de actores no profesionales y rehuir del glamuroso mundo del espectáculo que siempre había rodeado al cine, su exploración estética que buscaba purgarse de todo artificio innecesario para alcanzar la pureza de la expresión cinematográfica, una pureza casi espiritual en directa relación a las preocupaciones religiosas del director francés, presentes en toda su obra. Su visión mística y espiritual del cine sería de una influencia decisiva en cineastas que siguieron sus pasos como Andrei Tarkovsky o Ingmar Bergamn y llevaría a Jean Luc-Godard a declarar que: “Robert Bresson es el cine francés, como Dostoyevsky es la novela rusa y Mozart la música alemana”.
Cuando volví a ver Un condenado a muerte se ha escapado había seguido la sugerencia de mi maestro de apreciación cinematográfica, quien nos exhortó a verla con un volumen considerable, prestando atención a la manera en que Bresson explota el recurso sonoro del cine. Recomendación que extiendo a todos los que no lo hayan visto aún. Bresson, fiel a su propuesta visual austera, se apoya en el sonido para construir el espacio cinematográfico y habitarlo con enemigos que rodean al protagonista, pero que nunca vemos. Pues no vemos los rostros de los guardias y los carceleros y, sin embargo, la amenaza está siempre latente, ubicua, a través de unos pasos furtivos, una conversación en la lejanía, murmullos, crujidos, unas llaves que parecen golpear unas rejas. Nótese también cómo la elegante cámara de Bresson nunca abandona al protagonista, nunca vemos lo que está más allá de las paredes que lo privan de su libertad, no vemos al vecino que se comunica con él a base de golpes repetitivos en el muro y sobre todo no vemos aquello que constituye su máximo anhelo, lo que está más allá de los altos muros de la prisión: su ansiada libertad. Todo ello lo intuimos, lo percibimos y lo imaginamos por medio del sonido, como si nuestro campo visual y sensorial estuviera reducido como el del personaje principal, lo que potencia la sensación claustrofóbica de encierro y de incomunicación. Uno puede sentir cómo se sumerge en la vida de Fontaine como recluso, en sus pensamientos en off, en sus temores y esperanzas y sigue con zozobra su meticuloso plan de escape, sabiendo de antemano lo que ya revela el título de la película, pero aun así en vilo.
Elegí Un condenado a muerte se ha escapado porque, precisamente, es uno de esos tantos filmes a los que me enfrenté, años atrás, con una actitud y unas expectativas ajenas e impropias con lo que proponía este drama carcelario de Robert Bresson. Cuando lo había visto por primera vez me pareció de una lentitud agobiante, un filme que se ufanaba de su austeridad y un argumento predecible y nada fuera de lo común cuyo desenlace ya estaba contenido en el mismo título (aunque ¿quién acaso no espera ver una fuga exitosa en un drama carcelario?). La película narra el arresto, la reclusión y el minucioso plan de fuga de un teniente francés llamado Fontaine (interpretado por un impertérrito y desconocido François Leterrier), acusado por el ejército alemán de volar un puente estratégico en la Francia ocupada de la Segunda Guerra Mundial. La historia y el estilo sobrio y sosegado de Bresson no me habían causado una gran impresión en un primer momento; deseaba ver una película con las características de un Shawshank Redemption o un Cool Hand Luke, y, por alguna razón, Un condenado a muerte se ha escapado ocupaba un lugar privilegiado entre los dramas carcelarios y era encomiada por la crítica especializada. Mi craso error fue, por supuesto, esperar una película entretenida y cautivante como la que fuera protagonizada por Tim Robbins y Morgan Freeman. Está demás decir que mis expectativas se vieron defraudadas porque el filme no se asemejaba en nada a Shawshank Redemption o a Cool Hand Luke. No conocería los rasgos personales y característicos del cine de Bresson hasta años más tarde, aquellos rasgos que lo convirtieron en uno de los cineastas más originales y respetados de su tiempo. Así que decidí intentarlo una vez más con una mirada más fría y desinteresada, sin proyectar esta vez mis deseos o mi predisposición ingenua en una obra que claramente perseguía otro objetivo.
Esta segunda vez el resultado de la experiencia cinematográfica fue completamente distinta. Entonces ya sabía quién era Bresson después de haber visto películas como Pickpockett (1959) o El diario de un cura rural (1951) y Al azar de Baltasar (1966) y conocía aquellos elementos que constituían su visión del cinematógrafo (que él distinguía del cine, pues según él ésta no es más que teatro filmado, mientras que el cinematógrafo era una nueva forma de arte cuyo medio de expresión era el montaje); su ascetismo y su aproximación minimalista de la realidad, su predilección por servirse de actores no profesionales y rehuir del glamuroso mundo del espectáculo que siempre había rodeado al cine, su exploración estética que buscaba purgarse de todo artificio innecesario para alcanzar la pureza de la expresión cinematográfica, una pureza casi espiritual en directa relación a las preocupaciones religiosas del director francés, presentes en toda su obra. Su visión mística y espiritual del cine sería de una influencia decisiva en cineastas que siguieron sus pasos como Andrei Tarkovsky o Ingmar Bergamn y llevaría a Jean Luc-Godard a declarar que: “Robert Bresson es el cine francés, como Dostoyevsky es la novela rusa y Mozart la música alemana”.
Cuando volví a ver Un condenado a muerte se ha escapado había seguido la sugerencia de mi maestro de apreciación cinematográfica, quien nos exhortó a verla con un volumen considerable, prestando atención a la manera en que Bresson explota el recurso sonoro del cine. Recomendación que extiendo a todos los que no lo hayan visto aún. Bresson, fiel a su propuesta visual austera, se apoya en el sonido para construir el espacio cinematográfico y habitarlo con enemigos que rodean al protagonista, pero que nunca vemos. Pues no vemos los rostros de los guardias y los carceleros y, sin embargo, la amenaza está siempre latente, ubicua, a través de unos pasos furtivos, una conversación en la lejanía, murmullos, crujidos, unas llaves que parecen golpear unas rejas. Nótese también cómo la elegante cámara de Bresson nunca abandona al protagonista, nunca vemos lo que está más allá de las paredes que lo privan de su libertad, no vemos al vecino que se comunica con él a base de golpes repetitivos en el muro y sobre todo no vemos aquello que constituye su máximo anhelo, lo que está más allá de los altos muros de la prisión: su ansiada libertad. Todo ello lo intuimos, lo percibimos y lo imaginamos por medio del sonido, como si nuestro campo visual y sensorial estuviera reducido como el del personaje principal, lo que potencia la sensación claustrofóbica de encierro y de incomunicación. Uno puede sentir cómo se sumerge en la vida de Fontaine como recluso, en sus pensamientos en off, en sus temores y esperanzas y sigue con zozobra su meticuloso plan de escape, sabiendo de antemano lo que ya revela el título de la película, pero aun así en vilo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La película en conjunto resulta un magistral ejercicio de un cine minimalista que supo echar mano de sus escasos recursos con mucha inteligencia. Pero, tratándose de Robert Bresson, ¿es tan solo la historia de un condenado a muerte que logra efectivamente fugarse? ¿Hay algo más que Bresson intenta decirnos más allá de lo inmediato de la trama? ¿Existe una segunda intencionalidad que responde a la religiosidad o la filosofía del director francés? Se puede especular mucho al respecto, se puede hablar de una alegoría sobre la emancipación espiritual en contraposición a la prisión de lo mundano y terrenal, se puede hablar de la caverna de Platón, etc. Porque los grandes cineastas nos obligan a hacernos muchas preguntas e intuir que hay algo más en el cuadro que nos pinta. Cuando de directores como Bresson se trata, nunca vemos la misma película dos veces.
14 de noviembre de 2012
14 de noviembre de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de desarrollar una exposición personal de este enorme film (apreciativa naturalmente. Uno no selecciona "añade tu crítica" en una película de tan irreprochable director para despotricarlo) quisiera darme la auto-bienvenida por recomenzar la labor crítica en FilmAffinity, que coincidamos todos que tiene un fin de divertimento analítico cuando nos sentamos detrás del monitor para elaborar metódicamente un juicio fundamentado, hasta podría decirse que cierto matiz que oscila entre una exhibición de cultura y filantropía (que puede ser inconsciente o no) para con nuestros queridos camaradas cinéfilos de modo que puedan forjarse una primera opinión cimentada de algún film (al menos yo lo asocio así cuando leo tan espléndidas críticas). Me parece maravilloso este acto de construir concomitantes criterios sin esperar retribución alguna -al menos claro que se sientan retribuidos con los números de utilidad o con el acto en sí mismo (mi caso)-; razón por la que he resuelto reanudar la actividad crítica.
Ahora sí, volvamos a lo nuestro.
Kurosawa... la mera palabra despierta una inmediata necesidad de elogios entre muchos de nosotros; nos sumergimos en sus fotogramas, nos adentramos varios por vez primera en la cultura del cine oriental teniéndole al sensei como guía. Pero esa mera palabra representa mucho más que eso, de mi parte al menos es indecible determinar la grandeza del sensei; quien me llevó en una fantástica travesía emigrando por el medievo del Japón, he transitado en él por diferentes siglos; viviendo aventuras de guerreros audaces e historias shakesperianas, viviendo la impotencia de una aldea, el deshonor, la avaricia, la epifanía del sentido de vivir, el odio, la venganza, la mentira, la incorruptible amistad, sus sueños , y los inconquistables principios. El torrente de sensaciones que uno experimenta al lado del sensei como guía es inexpresable, desde la más insondable aflicción, hasta un regocijo palpitante.
Aquí Kurosawa nos transporta al Japón en su atmósfera más negruzca incorporando elementos argumentativos shakesperianos, "como pez en el agua" como bien lo había ponderado otro maestro del celuloide como lo es Bergman. Es en 1960, descubrimos a un sensei más maduro que en "Perro Rabioso", nos alecciona en su cine profundo cargado de intriga, de corrupción, de mendacidad, asesinatos encubiertos, simulados suicidios, con un ingrediente como potenciador temático de venganza. Todos estos componentes convergen hacia el recurrente eje temático en su cine(pero tratado con una admirable destreza versátil): la contaminación del alma humana.
Reúne todas las características del cine negro, las influencias del arquetípico Hamlet es indiscutible. Nos introducimos en una historia llena de conflictos, la tensión va in crescendo, padecemos las angustias de los personajes, la desesperación y el apremiante hambre de justicia. Los valores más esenciales del género humano; como el amor, la devoción a la familia, y la amistad están igualmente presentes en su obra. Observamos luctuosamente el límite de la ruindad del hombre, y sentimos la imposibilidad de justicia en el desolador desenlace. Nos ofrece un héroe moderno, pero trágico como el mismo Hamlet, para este héroe el fin justifica los medios, es maquiavélico, no se detendrá hasta ver consumada su anhelada venganza aunque sea necesario corromperse como los mismos nefastos "canallas" contra quienes quiere cobrar represalias. Pero en su camino de odio y furor se le topará el insospechado amor, que suscitará en el un cuestionamiento moral.
Kurosawa habla, habla en su lenguaje audiovisual, y cuando habla debemos plantarnos en nuestros asientos a examinar el discurso de sus imágenes, a examinar lo deshumanizante, lo inadmisible, su planteamiento moral, y su visión trágica del Poder, su visión trágica de la tragedia shakesperiana (valga la redundancia) modernizada. Escúchenlo, el sensei siempre tiene mucho que decir.
Ahora sí, volvamos a lo nuestro.
Kurosawa... la mera palabra despierta una inmediata necesidad de elogios entre muchos de nosotros; nos sumergimos en sus fotogramas, nos adentramos varios por vez primera en la cultura del cine oriental teniéndole al sensei como guía. Pero esa mera palabra representa mucho más que eso, de mi parte al menos es indecible determinar la grandeza del sensei; quien me llevó en una fantástica travesía emigrando por el medievo del Japón, he transitado en él por diferentes siglos; viviendo aventuras de guerreros audaces e historias shakesperianas, viviendo la impotencia de una aldea, el deshonor, la avaricia, la epifanía del sentido de vivir, el odio, la venganza, la mentira, la incorruptible amistad, sus sueños , y los inconquistables principios. El torrente de sensaciones que uno experimenta al lado del sensei como guía es inexpresable, desde la más insondable aflicción, hasta un regocijo palpitante.
Aquí Kurosawa nos transporta al Japón en su atmósfera más negruzca incorporando elementos argumentativos shakesperianos, "como pez en el agua" como bien lo había ponderado otro maestro del celuloide como lo es Bergman. Es en 1960, descubrimos a un sensei más maduro que en "Perro Rabioso", nos alecciona en su cine profundo cargado de intriga, de corrupción, de mendacidad, asesinatos encubiertos, simulados suicidios, con un ingrediente como potenciador temático de venganza. Todos estos componentes convergen hacia el recurrente eje temático en su cine(pero tratado con una admirable destreza versátil): la contaminación del alma humana.
Reúne todas las características del cine negro, las influencias del arquetípico Hamlet es indiscutible. Nos introducimos en una historia llena de conflictos, la tensión va in crescendo, padecemos las angustias de los personajes, la desesperación y el apremiante hambre de justicia. Los valores más esenciales del género humano; como el amor, la devoción a la familia, y la amistad están igualmente presentes en su obra. Observamos luctuosamente el límite de la ruindad del hombre, y sentimos la imposibilidad de justicia en el desolador desenlace. Nos ofrece un héroe moderno, pero trágico como el mismo Hamlet, para este héroe el fin justifica los medios, es maquiavélico, no se detendrá hasta ver consumada su anhelada venganza aunque sea necesario corromperse como los mismos nefastos "canallas" contra quienes quiere cobrar represalias. Pero en su camino de odio y furor se le topará el insospechado amor, que suscitará en el un cuestionamiento moral.
Kurosawa habla, habla en su lenguaje audiovisual, y cuando habla debemos plantarnos en nuestros asientos a examinar el discurso de sus imágenes, a examinar lo deshumanizante, lo inadmisible, su planteamiento moral, y su visión trágica del Poder, su visión trágica de la tragedia shakesperiana (valga la redundancia) modernizada. Escúchenlo, el sensei siempre tiene mucho que decir.

8.2
13,295
10
21 de marzo de 2017
21 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ford cultivó como ningún otro el género Western, fue el exponente principal y el que más contribuyó a su consolidación como un género que la industria del cine ya no volvería desestimar. Fue en el Western en dónde dio sus primeros pasos como cineasta y aunque su reputación como director de culto por la crítica se había forjado en películas ajenas al Oeste, nunca se atrevió a dejarlo de lado cuando ya se había consagrado, inscribiendo su nombre entre los más ilustres en la historia de la cinematografía. Es inevitable pensar en el Western sin recordar a John Ford, es más, el Western ve en John Ford a su padre y él lo vio como a un hijo pródigo. En esta fructífera relación entre padre e hijo nacieron películas que han definido y moldeado el género en sí; grandes clásicos como The Searchers, Stagecoach, Fort Apache, The Man Whot Shot Liberty Valance, que son la cúspide del Oeste; escenas indelebles de tiroteos, de persecuciones a caballo, de duelos épicos, del intrépido héroe del Oeste que encarnaba un John Wayne que se adueñaba de toda la cinta con su autoritaria presencia, de paisajes yermos, rocosos, desolados y suntuosos de las tierras de los atracos, los sheriffs y los vaqueros que la mirada genuina de John Ford pudo captar en todas sus posibilidades estéticas, todo eso ha quedado inmortalizado en el universo del cine.
Ya hecha esta brevísima introducción a la mítica figura de John Ford como director, ahora puedo proceder con la apología a la cinta a la que esta crítica de elogio va dirigida: How Green Was My Valley. No pretendo detenerme en los aspectos técnicos ni en sus particularidades como la producción o la estructura narrativa, porque más que nada soy un adorador de monumentos del cine y no tanto un frío desmenuzador de los mecanismos con el que ese monumento fue erigido, por consiguiente, lo que deseo es dejar un testimonio personal, traducir en palabras todo ese torrente de sensaciones que este hermoso film me ha provocado cuando lo vi por primera vez, por segunda, tercera, y bueno, todas las veces que me he dedicado a repasar su emotiva historia y sus imágenes que rebosan de una belleza asombrosa, imágenes de ese valle que se asemeja a una Arcadia en tonos de grises. Ese país imaginario, jubiloso e idílico de la Grecia antigua, aquel lugar que el hombre no ha corrompido por sus ansias de progreso como civilización.
La historia se desarrolla en un pequeño pueblo minero de Gales y es narrada desde el punto de vista de Huw Morgan, el menor de una familia numerosa cuyos cinco hermanos y el padre trabajan como mineros al igual que casi toda la población masculina de la villa, dado que la mina es la que sostiene al humilde pueblo económicamente. En el inicio del film vemos a un Huw adulto recogiendo sus pertenencias para marcharse del pueblo entrañable que lo vio nacer y crecer. En el tono nostálgico con el que empieza a narrar su historia ya anticipamos el dulce racconto al que nos sumergiremos para vivir la infancia de Huw a través de la pantalla. Nos trasportamos en un mundo que parece tan ajeno al nuestro; dónde todo parece tan armonioso y contrario a los males cotidianos que nos toca padecer en estos tiempos que corren. Obreros que marchan llevando sus herramientas animadamente camino a la mina y cantando con vigor, como si de un desfile se tratara. Marchando juntos entre padres, hermanos y amigos para traer el pan a sus hogares. Conforme va avanzando la película vamos percatándonos que en ese pueblo de ensueño sucede algo que choca un poco con nuestra visión urbana del día a día; hay una unidad entre cada uno de los pueblerinos, se respira un ambiente de compañerismo y fraternidad. Todos se saludan entre sí, todos se intercambian sonrisas y buenos deseos entre sí. Aquel pueblo se asemeja a una gran familia en la que ninguno reconoce esas barreras sociales que disocia a los hombres en clases o estratos en toda sociedad. Es un valle de padres que aleccionan a sus hijos mientras caminan juntos en una pradera, de hijos que reverencian a sus padres, de hermanos inseparables que recorren un mismo camino y se respaldan el uno al otro, de madres entregadas a sus familias, de hombres unidos por un lazo en la que comparten las mismas alegrías, tristezas y sueños.
Ya hecha esta brevísima introducción a la mítica figura de John Ford como director, ahora puedo proceder con la apología a la cinta a la que esta crítica de elogio va dirigida: How Green Was My Valley. No pretendo detenerme en los aspectos técnicos ni en sus particularidades como la producción o la estructura narrativa, porque más que nada soy un adorador de monumentos del cine y no tanto un frío desmenuzador de los mecanismos con el que ese monumento fue erigido, por consiguiente, lo que deseo es dejar un testimonio personal, traducir en palabras todo ese torrente de sensaciones que este hermoso film me ha provocado cuando lo vi por primera vez, por segunda, tercera, y bueno, todas las veces que me he dedicado a repasar su emotiva historia y sus imágenes que rebosan de una belleza asombrosa, imágenes de ese valle que se asemeja a una Arcadia en tonos de grises. Ese país imaginario, jubiloso e idílico de la Grecia antigua, aquel lugar que el hombre no ha corrompido por sus ansias de progreso como civilización.
La historia se desarrolla en un pequeño pueblo minero de Gales y es narrada desde el punto de vista de Huw Morgan, el menor de una familia numerosa cuyos cinco hermanos y el padre trabajan como mineros al igual que casi toda la población masculina de la villa, dado que la mina es la que sostiene al humilde pueblo económicamente. En el inicio del film vemos a un Huw adulto recogiendo sus pertenencias para marcharse del pueblo entrañable que lo vio nacer y crecer. En el tono nostálgico con el que empieza a narrar su historia ya anticipamos el dulce racconto al que nos sumergiremos para vivir la infancia de Huw a través de la pantalla. Nos trasportamos en un mundo que parece tan ajeno al nuestro; dónde todo parece tan armonioso y contrario a los males cotidianos que nos toca padecer en estos tiempos que corren. Obreros que marchan llevando sus herramientas animadamente camino a la mina y cantando con vigor, como si de un desfile se tratara. Marchando juntos entre padres, hermanos y amigos para traer el pan a sus hogares. Conforme va avanzando la película vamos percatándonos que en ese pueblo de ensueño sucede algo que choca un poco con nuestra visión urbana del día a día; hay una unidad entre cada uno de los pueblerinos, se respira un ambiente de compañerismo y fraternidad. Todos se saludan entre sí, todos se intercambian sonrisas y buenos deseos entre sí. Aquel pueblo se asemeja a una gran familia en la que ninguno reconoce esas barreras sociales que disocia a los hombres en clases o estratos en toda sociedad. Es un valle de padres que aleccionan a sus hijos mientras caminan juntos en una pradera, de hijos que reverencian a sus padres, de hermanos inseparables que recorren un mismo camino y se respaldan el uno al otro, de madres entregadas a sus familias, de hombres unidos por un lazo en la que comparten las mismas alegrías, tristezas y sueños.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Pero, como sucede en la realidad, los paraísos nunca perduran porque no son ángeles impolutos las que la habitan; son humanos y como tales sus sentimientos y conductas cambian cuando los vientos soplan de una manera u otra. Y la confraternidad puede tornarse en animadversión; el respeto en desdén o repudio; la unidad en desintegración. Esto es lo que la subida de los salarios en la mina traerá como consecuencia a este armonioso pueblo gales y, afectará en especial, a la familia de Huw. La crisis y la necesidad que es inherente en ella provocarán que los obreros se rebelen contra los patrones para exigir el restablecimiento salarial que tenían ajustadamente para subsistir y empezarán a formar sindicatos y proclamar ideas socialistas para hacer frente a los mandamases de la mina. Huw padecerá junto con su familia el derrumbe moral; observará cómo un ambiente de hostilidad invadirá su pueblo entrañable, verá a sus hermanos marcharse del hogar materno por chocar ideológicamente con el pensamiento conservador del padre, verá a su madre apesadumbrada por el golpe que la crisis significó para su familia, verá cómo los que alguna vez fueron amigos y colegas de su padre se volverán en su contra porque éste se rehúsa a adherirse a la causa de sus camaradas. Huw vivirá esto y mucho más; conocerá prematuramente la pérdida, la hipocresía y la mezquindad del hombre, el trabajo en esfuerzo, la escuela a la que por primera vez asistirá y en la que aprenderá a defenderse y convivir con niños de estratos sociales diferentes a las de él, conocerá el vasto mundo de la ficción que le proporcionarán los libros que el padre Gruffydd le obsequiará para entretenerse mientras él convalece en la cama. Aprenderá a crecer y a ver que la vida consta de tragedias, alegrías, esperanzas y sueños. Y nosotros asistiremos conmocionados a la inolvidable historia del niño de un pequeño pueblo minero, el añorado valle verde de su infancia.

8.1
22,177
10
19 de octubre de 2011
19 de octubre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con este excepcional film Bergman nos concede lo más eminente de su prolífica carrera. Poniendo en funcionamiento la maquinaria de su admirable imaginación y abstracción poética para introducirnos en el mundo de un hombre solitario y envuelto en sus remembranzas y de la presencia material desde una disposición alucinada y onírica, con una penetrante internación psicológica y con acotamientos alegóricos que el autor sueco suele introducir en sus películas exuberantes a nivel artístico y filosófico. Los temas elementales que Bergman plantea son la vejez, el aislamiento y el recorrido existencial, la muerte, el amor, la vida, la redención, y los conflictos vitales que conforman nuestro presente.
Mediante fotogramas espléndidamente configuradas según la temática seguimos la vida del doctor Isak en un viaje interno y externo a través de senderos polifacéticos de simbología que busca configurar el sentir del personaje central retratado como manera de penetrar en sus entrañas emocionales, a base de tramos cuasi surrealistas con flashbacks con presencia física del presente en el pasado, silencios evocativos que dicen más que callan, temerosos y secretos sueños desarrollados en impactantes secuencias. Con actores y actrices que gracias a la mano maestra de Bergman nos han hecho disfrutar de algunas de las mejores películas jamás rodadas en tierra europea.
Mediante fotogramas espléndidamente configuradas según la temática seguimos la vida del doctor Isak en un viaje interno y externo a través de senderos polifacéticos de simbología que busca configurar el sentir del personaje central retratado como manera de penetrar en sus entrañas emocionales, a base de tramos cuasi surrealistas con flashbacks con presencia física del presente en el pasado, silencios evocativos que dicen más que callan, temerosos y secretos sueños desarrollados en impactantes secuencias. Con actores y actrices que gracias a la mano maestra de Bergman nos han hecho disfrutar de algunas de las mejores películas jamás rodadas en tierra europea.
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