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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
5 de febrero de 2023
74 de 103 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica película sobre el poder y el genio en las organizaciones humanas en la que inteligentemente se saca de la ecuación el asunto del machismo para no caer en el ruido de la moda e ir al corazón del asunto. Mi discusión se presentaba como una atosigadora concatenación de preguntas que deberían ir todas para espoilers, pero como me excedo de caracteres, intentaré redistribuir como buenamente pueda.

La peli nos presenta a Lydia Tar, una exitosa directora de la orquesta de Berlín y como tal, un referente mundial encumbrado por el consenso de la élite cultural y el soporte financiero de algunas instituciones. El espectador al principio del film la admira por sus palabras en una entrevista de altísimo nivel, cuando está en la cumbre. Nos hace sentir inteligentes y se viste de términos judaicos como kavana que la emparentan con su padre profesional Bernstein y, oyéndola, nos acerca a algo superior y trascendental. Las escenas de la preparación de una grabación de la 5ª sinfonía de Mahler produce emoción y goce estético al público que, como yo, no sabe de música y, supongo, también al que sabe. Tàr, en lo más alto, nos produce admiración, pero van sucediendo acontecimientos, junto a revelaciones del pasado, que nos la presentan bajo una perspectiva distinta a la de su imagen pública. Hay algo de Tàr que nos incomoda pero, precisamente, póngase cómodos y pasen a la sección espoilers donde todo será revelado.

Una vez retornados del corazón de las tinieblas de los espoilers, acerquémonos a la pregunta definitiva que suscita la película: ¿Es Tàr una persona de la misma categoría que el coronel Kurtz (y tiene por ello que ser condenada al mismo rincón del mundo que él (infestado por cierto por los cocodrilos que llevó el mismísimo Brandon-Kurtz)?¿Merece Tàr acabar como ha acabado? Yo no tengo respuesta para ello, pero sí creo que el liderazgo carismático de cualquier organización humana está contaminado por el mismo tipo de contradicciones. Si alguien tiene la feliz idea de promulgar la abolición de los liderazgos carismáticos en favor de una mansa igualdad, que empiece por uno mismo no participando en ninguna institución humana ni como líder ni como liderado.

Pues si el ciudadano corriente, en su condición de más probable liderado que líder (por una simple cuestión estadística), no reconoce que la existencia de un líder se basa en los mismos principios que otras instituciones humanas como la nación o el dinero, es decir, la ficción colectiva consensuada, está eludiendo su propia cuota de responsabilidad en la construcción de ídolos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Acusamos a Tàr de tener un talento para la manipulación rayano en la psicopatía. Se sugiere que para promocionar dentro de la orquesta, se apoyó en la influencia de su actual pareja, Sharon, a la cual sedujo con ese objetivo. ¿Pero no es menos cierto que en todas las relaciones humanas hay unas transacciones sean reconocidas o no? y ¿Por qué Sharon descubre repentinamente esa agenda oculta de su esposa? ¿estaba cegada por el mito del amor romántico sin notar que ellas dos constituían un matrimonio monárquico que hacía y deshacía el futuro de sus súbditos desde su alcoba?. Esta revelación de Sharon, ¿tiene que ver con un ataque de clarividencia, o más bien con el miedo (fundado) a ser reemplazada por una versión más joven de ella misma? Y sobre todo: ¿por qué nos decepciona tanto Tàr y tan poco su consorte?

Tàr es una devoradora de almas: condenó a Krista (un personaje ausente en el film) al ostracismo profesional usando su poderosa influencia a nivel mundial y la muchacha, desesperada, acabó suicidándose. Nos podemos inclinar a pensar que la caída en desgracia de Krista proviene de una relación sentimental fallida entre ellas, aunque no hay ninguna prueba de ello ni se le da la oportunidad a Tàr de defenderse de esa acusación. ¿Es Tàr una acosadora, o era Krista una desequilibrada? No se precipiten.

Uno de los cadáveres que deja Tàr a su paso es el joven músico que rechaza a Bach por ser un heteroaustrogermano apologeta de la familia tradicional, postura que choca con la de Tàr y que ella discute en una clase. Aunque ella en ese momento no da muestras de animadversión hacia el discípulo, sospechamos que tarde o temprano habría de provocar el truncamiento de su carrera. Sin embargo, reflexionemos otra vez: ¿No hace bien Tàr defendiendo la separación entre el arte y el artista en el caso de Bach? ¿No tiene derecho a defender su opinión profesional impidiendo con los medios legítimos a su alcance que el pensamiento woke del alumno se haga fuerte en su organización?

Tàr es, además de una gran artista, una maestra encargada de sacar adelante el vivero artístico que ha de regenerar la institución y exportar genios al mundo. Amamanta sus hijos con valiosas enseñanzas, pero también es la encargada de una granja (figurada) de reproducción y engorde donde se practica la eugenesia y donde de vez en cuando tiene que pasar el gestor de residuos a retirar cadáveres (insisto: todo figurado. excepto algunas cosas, como dijo Rajoy).

Tàr elimina despiadadamente a sus enemigos: un alto cargo de la orquesta, Sebastian, herencia del anterior director, es un elemento molesto para ella. Dentro de las formas exquisitas propias de la aristocracia cultural berlinesa, Tàr acude al despacho de Sebastian y le ofrece una promoción a director titular de orquesta... en cualquier sitio menos en Berlín. Todos entendemos que esta oferta es en realidad un despido, y más específicamente, una puñalada. Ahora bien, ¿no tiene derecho un líder a configurar un equipo humano de acuerdo con su propio proyecto?¿Se puede alcanzar y mantener el nivel más alto de excelencia si no se tiene plena confianza en los subordinados? Más bien: la cortesía de Tàr hacia el senatorial director saliente manteniendo a su mano derecha en la plantilla (amén de otros gestos), si pecó de algo, ¿no ha sido de exceso por haber durado demasiados años?

Tàr es una impostora: no se llama Lydia, sino Linda, uno de los nombres de mujer blanca más populares (léase pobre) en Estados Unidos. Se lo cambió por Lydia, de resonancias más clásicas. Dejó atrás también a su familia: tiene bloqueada a su madre. El hermano de Tàr tiene una aparición fugaz pero suficiente para mostrarnos que es un trabajador blue collar votante de Trump con el que hace años que no se habla y que desprecia tanto como él a ella. Pero pensemos por un momento que proceder de la nada y alcanzar la gloria no tiene porqué ser un pecado (pero sí lo es la envidia que sentimos hacia los que tienen éxito).
11 de agosto de 2024
65 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es increíble la capacidad de Hollywood para tomar cualquier elemento de la cultura popular y transformarlo en ficción cinematográfica. Todavía no se ha secado la tinta en los periódicos contando las peripecias del expresident en Barcelona el día de la investidura y ya tenemos la película. Eso sí: a la americana.

Recordemos los hechos. Por un lado, nuestra historia comienza con un evento que paraliza a la ciudad entera e incluso al país. Como una estrella del pop, Salvador Illa tiene todos los ojos puestos sobre él. Nadie quiere perderse su intervención, ni las groupies más acérrimas del lado izquierdo del parlament, ni los haters convocados por las redes sociales en los alrededores del edificio.

Por otro lado, un delincuente con un marcado trastorno narcisista que tiene en jaque a las fuerzas de seguridad durante años, entre solapadamente en escena. El protagonista no es Illa, sino nuestro oculto Puigdemont, que acude al evento pop. Puigdemont se encuentra en las proximidades del president entrante, quién sabe si contemplando el espectáculo a pocos metros de él. Los cuerpos de seguridad, sabedores de la presencia de Puigdemont, despliegan todos sus efectivos para acorralarlo y detenerlo. Todo el happening no es otra cosa que una sofisticada trampa para atraer y detener al prófugo. Sin embargo, Puigdemont es un escurridizo maestro de la fuga y la ocultación y consigue burlar a la policía en una persecución frenética.

Sin querer hacer spoiler, dado que los hechos referidos son conocidos, afirmo que la película de Shyamalan refleja en esencia lo sucedido. La industria del cine exige algunas actualizaciones para captar la atención del público juvenil. Así, en vez de una ceremonia de investidura de un señor soso, el evento pasa a ser, en la ficción, un concierto pop de una pseudo-lady Gaga. Shyalaman aprovecha para mostrar a una masa de adolescentes histéricas, fanatizadas y esclavizadas por la banalidad de las redes sociales, mostrando voluntaria o involuntariamente el desolador comportamiento de las masas en la vida pública.

El protagonista, un anti-héroe, es un psicópata de manual apodado el carnicero. Su perturbación se presenta de forma bastante rutinaria como causada por la relación con la madre, entroncando con la tradición de Psicosis. El recurso Hitchcockiano no acaba ahí, pues podemos ver préstamos de La sombra de una duda y en general, de los deliciosos personajes siniestros, familiares pero perversos, creados por el mago del suspense. El carnicero representa, acertadamente, a Puigdemont: un delincuente perturbado pero inteligente que ha producido un gran perjuicio a la sociedad y que en su delirio cree ser un ciudadano ejemplar. Su insaciable necesidad de protagonismo lo conduce a situaciones de riesgo de las que escapa cada vez con mayor dificultad.

La película tiene otras adaptaciones menores: el despliegue policial de la operación gabia es llevado en la ficción por agentes federales en vez de por los mossos d’esquadra, con similar eficacia, es decir, poca. Shyalaman aquí, pudorosamente, evita meterse en el espinoso asunto de la ayuda desde dentro que recibe el criminal, y la transforma en la información clave que proporciona un personaje eminentemente estúpido al carnicero, en la creencia de estar actuando cívicamente. Bien mirado, este personaje puede ser el epítome de ciertos ciudadanos que, creyendo hacer el bien, hacen mucho mal.

En definitiva, La trampa es una película bastante formulaica, con fallos, pero entretenida. Qué más pueden pedir para una calurosa tarde de verano.
7 de diciembre de 2019
86 de 148 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parafraseando las certerísimas palabras del poeta bohemio en La Colmena de Camilo José Cela, la narración debe contar de los tres elementos tradicionales, clásicos, esenciales: planteamiento, nudo y desenlace. Sin ellos, por más vueltas que quiera usted darle, no hay narración. Hay (...) ¡fraude y posmodernismo!

La declaración original se refiere a la novela y al modernismo, pero el tiempo ha pasado y con él ha proliferado teratogénicamente la narración audiovisual a través de plataformas varias. También ha llegado a la cultura el posmodernismo o, como diría Marcoantonio Aguirre, el todo vale.

¡Pero no todo vale! El ser humano, desde que escucha cuentos al calor de una hoguera en las cavernas, quiere oír una historia, el camino del héroe, el nacimiento, la iniciación, la caída y ascensión, la catarsis, el martirio, la victoria. Sota, caballo, rey. Nuestro cerebro funciona así. No podemos evitarlo.

En determinado momento aparecieron unos guionistas antisistema que perpetraron en primer término Perdidos. Luego volvieron con los Leftovers. Y ahora, cuando empecé a ver Wachimen, reconocí en el acto la misma nociva y fraudulenta aproximación narrativa. Van de transcendentes y sofisticados. Meten sus pildoritas filosóficas. Lo plagan todo de referencias culturales para connaisseurs. Pero son unos cobardes pedantes. No se atreven a comprometerse con la narración. Son unos ninis.

Cualquiera que reconozca esa mano negra, detrás de la cual creo que está el tal Lindelof, también constatará que su estilo narrativo o anti-estilo es incompatible con la existencia de personajes. Fíjense cuidadosamente: los personajes son cáscaras. No hacen más que pasarle cosas. Son irrelevantes.

Aparte de lo dicho, muy entretenida y audaz. Por mi parte, ya he tenido suficiente de esos guionistas petimetres y he acabado con Wachusmen y cualquier otra cosa que venga firmada por ellos. Prefiero volver a mis queridos comics de Alan Moore al que, por el contrario, se lo perdono todo.
13 de mayo de 2020
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Lodge lo apuesta todo a la carta del suspense y necesita ocultar información para sostenerse. Fracasa en su empeño, pero tarda en hacerlo, y mientras, logra inspirar angustia y desazón en el espectador. Es por eso que no se puede hacer mucha más crítica sin destripar lo salvable de esta película. Recomiendo su visionado pero advierto que defraudará.

Pasemos pues, a los destripamientos a.k.a. espoilers.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
The Lodge es un picoteo de elementos archiexplotados en la cinematografía de terror.

Empecemos por el solipsismo a la Henry James, es decir, en su variante del muerto que no sabe que lo está (Los otros, los Inocentes, El sexto sentido, etc.). En este caso, al tratarse de un asunto muy trillado, el golpe de efecto (¿o debería decir la vuelta de tuerca?) consiste en que la protagonista deduce que está muerta y luego resulta que no, que está vivita y coleando, pero víctima de una conspiración para que se crea tal mamarrachada (lo cual sólo es posible si ella de por sí viene un poco tocada del ala).

Lo que nos lleva al elemento conspirativo, siempre desagradable cuando se es víctima, y gustoso de contemplar cuando lo sufren otros, como en Luz que agoniza, La semilla del diablo o, últimamente, Hereditary. The Lodge se emparenta con esta última no sólo por el elemento conspirativo, sino por cierta forma de mostrar el terror, desde el desasosiego y la ominosidad. La casa de muñecas como objeto alegórico que por sí solo explica todos los acontecimientos es otro elemento que los devotos seguidores de Paimon no podemos pasar por alto en The Lodge sin sentirnos levemente ofendidos.

Otro tema revisitado por The Lodge es el de “malas compañías en lugares aislados”, versión invernal, y qué mejor lugar invernal aislado que el hotel Overlook de El resplandor o su equivalente unifamiliar, la casa en la sierra de The Lodge. El frío y el horror son óptimos compañeros, como hemos comprobado en la serie The Terror, o en la muy bien traída La Cosa de John Carpenter, que aparece inserta en The Lodge al estilo “film within a film”. A propósito, todavía estoy esperando que se haga la winter-horror-movie con la historia de Ötzi, la momia congelada de un hombre muerto hace 5000 años en los Alpes con heridas de arma blanca.

El suflé tiene otros varios ingredientes como la enfermedad mental y el drama familiar (nuevamente saludamos desde aquí a Ari Aster), los elementos religiosos, las sectas tipo Charles Manson o los davidianos de Wako, etc… Pero la cosa no acaba de ligar, ya que una peli como esta, si pierde la credibilidad y la consistencia, lo pierde todo. Cuando se desvela la conspiración de los niños se viene todo abajo porque carece de lógica interna (la acumulación de inconsistencias merece crítica aparte). Desaparece el horror existencial y nos encontramos con una película de enredos y engaños, a punto de convertirse en Scream o una de sus secuelas. (Estoy a favor de Scream, pero cada cosa, en su lugar). Cuando empiezan a saltar las costuras, el espectador comienza a irritarse por otro mal de nuestro tiempo: el excesivo metraje y la reiteración. Esto es un grave pecado: si la peli tiene vocación de ser un mecanismo de engranajes perfecto, no le puede sobrar ni un gramo de grasa.
Colombo (Serie de TV)
Serie
Estados Unidos1971
6.2
12,108
Richard Levinson (Creador), William Link (Creador) ...
10
8 de agosto de 2019
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si usted es una persona de éxito, sobre todo en los EEUU de los años 70, déjelo todo. Abandone la high life de la jet set. Siga los pasos de los primeros cristianos. Entregue todos sus bienes y conságrese a una vida de pobreza y piedad.

Si usted es un escritor de bestsellers, un prestigioso militar retirado, una mimada niña de papá, un miembro de una familia de empresarios, un arquitecto megalomaníaco tipo Calatrava, un afamado director de orquesta filarmónica, el manager de un equipo de fútbol, etc., usted está en problemas. Usted asesinará por envidia, avaricia, celos, sed de poder, mezquindad, o para conservar los privilegios de los que goza ilegítimamente. [Usted en todo caso también cometerá asesinato si se llama Robert Culp]. Si usted confía en que su propia rectitud le alejará del crimen, sus problemas son, si cabe, mayores: alguno de los arriba citados, cercanos a usted, lo asesinará.

Usted asesinará porque lo lleva en la sangre. Los de su clase son así desde la noche de los tiempos. Usted fabricará una escena del crimen falsa y una coartada irrefutable. Al menos eso creerá usted, cegado por una autoestima desmesurada y por la posición de inviolabilidad de la que siempre ha disfrutado.

Entonces entrará por la puerta un tipo desaliñado, mal afeitado, mal dormido, con una gabardina andrajosa llena de lamparones, tirando ceniza de su apestoso puro barato en la alfombra… Un patán, un simple. Esa piltrafa humana que no para de hablar de los temas más pedestres e inoportunos, de lo que le preparó su señora para desayunar, de lo que le aconsejó su cuñado sobre recambios de coches, ese tontaina… es el ángel exterminador que la clase trabajadora ha enviado para castigarle y se llama TENIENTE COLOMBO.

Usted pude pensar que, por los comentarios extemporáneos e inconvenientes, ese desgraciado no se entera de nada y que jamás lo descubrirá, y usted probará un íntimo sentimiento de recompensa por el éxito de su delito. Pero será un sentimiento fugaz. Colombo sabía que usted era culpable desde el primer momento que lo vio con su ojo de cristal, subido en su destartalado Peugeot. Colombo es un sabueso que lo ha apresado con sus dientes implacables y ya nunca lo va a soltar. Usted acabará perdiendo la compostura y los modales a pesar de haber frecuentado las mejores universidades de la Ivy League y, finalmente, acabará entre rejas.

Usted sabe que sólo fantaseaba. Saldrá impune como siempre. Por eso Colombo es una obra de ficción.
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